Anthony Quinn,
crítico del diario ‘Independent’, ha seleccionado las películas que,
según su criterio, tienen una conclusión excepcional. En el libro
colectivo ‘Curiosidades de cine’, Quinn nos recuerda así clásicos como ‘Con la muerte en los talones’, ‘Chinatown’, ‘Casablanca’ o ‘Grupo salvaje’.
Fotograma de la película `Grupo salvaje´. |
“¡No me cuentes el final!”. Muchos espectadores han
oído esa frase cuando un amigo le da su opinión sobre una película que
aún no ha visto.
Anthony Quinn, el crítico del periódico británico Independent,
ha decidido hacer oídos sordos a esta llamada de atención para
ofrecernos una clasificación de aquellos filmes que acaban su metraje de
manera memorable en el libro colectivo Curiosidades de cine, en el que participa Quinn.
Una cuenta atrás de este ranking de 10 grandes finales se cierra con Pelham uno, dos, tres (Joseph Sargent, 1970). Este thriller, que tiene entre sus fans a Quentin Tarantino, utiliza una argucia de guion para conseguir un final sorprendente.
El protagonista, un jefe del Servicio de Tráfico de Nueva York, habla
a lo largo de la película con uno de los secuestradores de un vagón de
metro. Durante su conversación, el criminal da muestras de encontrarse
resfriado.
En los últimos minutos del filme, cuando han muerto la mayoría de los
captores, el investigador averigua que existe un superviviente del
grupo cuando oye toser a un conductor de trenes que jura que ha estado
todo el día en casa.
En el noveno puesto de la lista de grandes desenlaces se encuentra Con la muerte en los talones (1959), el clásico de Alfred Hitchcock. El mago del suspense sitúa a sus dos protagonistas, Cary Grant y Eva Marie Saint, a punto de caerse de una ladera del monte Rushmore.
En tan solo cuarenta y tres segundos, el mago del suspense enseña
cómo uno de los malvados muere, el bueno consigue salvar a la chica, un
microfilm que comprometía a Estados Unidos queda en buenas manos y la pareja protagonista coge un tren en dirección al este.
La octava posición la ocupa la inquietante Amenaza en la sombra (1973), una de las películas más recordadas de Nicolas Roeg. Donald Sutherland y Julie Christie visitan Venecia para olvidar la trágica muerte de su hija.
Allí se encontrarán con una mujer clarividente que ha recibido
mensajes de peligro inminente enviados, supuestamente, por la pequeña
fallecida.
La conclusión del filme nos muestra al esposo persiguiendo a una
figura con una capucha roja. Al conseguir pararla, vemos a un enano de
rostro maligno que le apuñala en la yugular. Sin duda, el momento es
difícil de olvidar para todos aquellos que hayan visto esta
desasosegante película.
El largo Viernes Santo (John MacKenzie, 1980) ocupa el
séptimo lugar de la clasificación de Quinn. Los últimos segundos del
filme nos muestran a un gánster inglés, secuestrado por unos miembros
del IRA a la salida de un hotel.
El rostro de Bob Hoskins, el actor encargado de interpretar al personaje, es una mezcla de cólera, resignación y admiración por sus enemigos.
Sexto puesto: La vida privada de Sherlock Holmes (1970), una de las últimas películas del gran Billy Wilder.
En el epílogo del filme, vemos cómo el mítico detective recibe la
noticia de la ejecución de la espía alemana de la que había estado
enamorado.
Holmes, entristecido, le pide a su fiel Watson que le prepare una
inyección, que suponemos llena de cocaína, para poder superar el mal
trago. La música de Miklós Rózsa pone banda sonora a esta patética y triste conclusión.
La conversación (1974), una de las obras maestras de Francis Ford Coppola, se hace con el quinto lugar. El final nos muestra a su protagonista (Gene Hackman),
un hombre encargado de realizar escuchas, desmontando su apartamento en
busca de un micrófono oculto. Exhausto, decide tocar el saxo en una
imagen que muestra la gran soledad del personaje.
El tercer hombre (Carol Reed, 1949) no podía faltar en el
cuarto peldaño de la clasificación. El protagonista, un escritor de
segunda fila, acude al entierro de Harry Lime, un amigo que ejercía de
espía.
El novelista espera poder reconciliarse con la novia de su amigo. Sin
embargo, ella pasa frente a él sin dirigirle la palabra y frustrando
sus propósitos de una posible relación.
En el tercer lugar del podio, encontramos los últimos momentos de Casablanca
(Michael Curtiz, 1942). Rick, el dueño del club más famoso de la ciudad
africana, deja marchar a su amada Ilsa con el que ahora es su marido.
Después dispara al general Strasser que pretendía detener a la pareja y, junto al cínico Renault, pasea bajo la niebla.
Es el principio de una gran amistad y una de las conclusiones más acertadas de la historia del séptimo arte.
Chinatown
(Roman Polanski, 1974) se sitúa como el segundo mejor final de la
historia cinematográfica. Resulta verdaderamente imborrable la imagen
del detective protagonista, interpretado por Jack Nicholson, abandonando desolado el lugar donde han disparado a Evelyn, una mujer que ha sido, a la vez, su cliente y amante.
“Olvídalo todo. Es el barrio chino”, le aconseja uno de sus acompañantes.
El lugar de honor de los finales más memorables del cine lo ocuparía Grupo Salvaje (Sam Peckimpah, 1969).
Los últimos instantes de este clásico del western nos
muestran a los dos supervivientes de la banda de forajidos protagonista,
encarnados por Robert Ryan y Edmond O’Brien, armándose de fuerzas para
seguir adelante después de la muerte de sus compañeros.
Mientras se ríen ante su siguiente destino, participar en la
revolución mexicana, se intercalan imágenes del resto de miembros
fallecidos del peculiar grupo.
Fin.
Fuente: lainformacin.com
Fuente: lainformacin.com
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