Hoy, 13:15 h.
| María
Sorribes Catret
Hoy se cumplen 60 años de la muerte de uno de los iconos históricos argentinos
junto al Che Guevara: Evita Perón. Mujer, política, primera dama y gran
oradora, las comparaciones entre “la abanderada de los humildes” y la
actual presidenta se repiten en Argentina, pero ¿tienen fundamento?
“No es fácil ser mujer. Yo quiero honrarlas dando de mi lo mejor que tengo. Quiero homenajear a mis compañeras de género, a las mujeres de todo el país, a las trabajadoras sociales”.
“No tengo otra vanidad ni ambición que ser útil a cualquiera de los millones de mujeres de mi país. Considero, amigas mías, que ha llegado el momento de unirnos. La mujer Argentina debe ser escuchada”.
Dos políticas en dos siglos muy distintos. Dos mujeres con un hueco
reservado en los libros de historia argentina. ¿Adivinas de quién es
cada cita?
La primera corresponde al tiempo presente en boca de la presidenta del país, Cristina Fernández de Kirchner.
La segunda, retrocede casi un siglo hasta la icónica primera dama Eva
Perón. Probablemente, una y otra podrían haber hecho suyas estas
palabras, ¿pero se puede comparar a Cristina con “Evita”? Para algunos es simplemente una temeridad:
“Las comparaciones son falsas. Además sería un grave
error que Cristina buscara parecerse a Eva Perón. Es como si un
personaje del siglo XX quisiera moldearse sobre la figura de un
personaje del XVIII”, defiende Marysa Navarro, profesora del Instituto
de Estudios Latinoamericanos de Harvard y biógrafa de Evita en
declaraciones a lainformacion.com.
En cabeza de otros, en cambio, las semejanzas son naturales e
inevitables: “Cristina es mujer, es peronista, polémica, genera amores y
odios, es inteligente, etc.”, señaló Olga Wornat, biógrafa de Cristina,
al preguntarle por la comparación en la BBC.
Cristina en voz alta, Evita en voz baja
En voz alta, la presidenta dice que no quiere ser Evita. ''No quiero heredar nada de Eva, lo he ganado todo por mis logros y por mis defectos también. 'De ella tengo una gran admiración, pero fue irrepetible y única, igual que las circunstancias que la rodearon'', afirmó Fernández en un hotel madrileño antes de convertirse en presidenta, según Associated Press.
Pero medios como Clarín y La Nación opinan que, en voz baja, es ella y son sus seguidores quienes buscan convertirla en la nueva Eva,
aunque reforzada, cuando adorna el fondo de sus discursos con una
imagen de la icónica peronista, cuando emula su papel ante su auditorio,
o le rinde constante homenaje entre gritos de su auditorio “Evita,
Evita”.
“Da la impresión de que a Cristina le complace la cercanía con Evita
tanto como elude la de Perón. No es menor este intento de parentesco
político entre la persona que conduce a la sociedad y uno de sus
personajes míticos”, recoge Clarín, el diario en pie de guerra con la
presidenta. Algunos han convertido en arma un irónico apodo para
Cristina: "Evita bótox".
Naturalidad versus sensualidad
Para la historiadora de Harvard hay una razón de peso fundamental que las separa: “Algo fundamental que parece que a la gente se le olvida es que Cristina es la presidenta, Evita nunca tuvo un cargo electo, su papel fue un imperativo categórico. Aunque es verdad que lo cumplió con un mérito sólo comparable a Eleanor Roosevelt: Evita fue una mujer política en un mundo en el que las mujeres no podían serlo”.
“Algo que en Eva era natural y austero, en Cristina es premeditado y sensual. Evita encontró su lugar en la Historia a través de su amor a Perón. Cristina apuntó primero al lugar donde quería llegar, y en ese camino encontró a Néstor”, apunta Cecilia Absatz en La Nación.
Discurso social, ¿real?
Imagen y discurso son los principales argumentos entre quienes buscan establecer cierto paralelismo. Además de haber compartido un rol de primera dama, ambas, mujeres coquetas y poderosas admiradas por su belleza y una coordenada pública común: la cuestión social.
El discurso de Evita tradujo el lenguaje de las radionovelas de amor al ámbito político y le añadió fuerza para dirigirse a sus masas de “descamisados”, recuerda Navarro. En los años de harapientos niños identificados por números en la institución de Beneficencia, llegó a ser conocida como “abanderada de los humildes”
con sus políticas clientelistas para los más necesitados y su defensa
de la redistribución de la riqueza. “Logró conmover a masas de gente.
Tenía un carisma impresionante, aunque es verdad que era otra época
donde la oposición había desaparecido y los medios de comunicación
pertenecían al Gobierno”, destaca la historiadora.
Siguiendo su estela, aunque con menos auditorio, Cristina Fernández,
ensalza las virtudes de las clases humildes, reclama la redistribución
de la riqueza y parece que busca capitanearlas en cada discurso:
“Siempre voy a estar del lado del combate a la desigualdad”. Así, su
mandato se llena de programas como la “Asignación Universal por Hijo”,
“el matrimonio homosexual”, la Seguridad Alimentaria, el plan Nacer,
“Carne y Pescado para Todos”, etc.
Pero la razón de su enérgica defensa oratoria de los más necesitados
nace de contextos muy distintos, según los historiadores. María Eva
Duarte nació y creció en la pobreza y sólo asistió la escuela primaria.
Cristina, en cambio, es una mujer de clase media y formación académica
cuya inquietud social nace, según su biógrafía oficial, en los años de
militancia política de izquierdas durante la universidad. Su oposición
añade que esta vocación no es sino populismo disfrazado.
Otros, que incluso la presidenta imita el “efecto viuda”: la
idolatría de Evita hacia Perón (“Un solo grito: ¡La vida por Perón!”)
es la misma que muestra en público Cristina hacia Néstor, hablando de
“él” constantemente (“Lo único que lamento es que “él” no pueda estar... creo que desde algún lado lo está viendo, pero me gustaría que me estuviera mirando como hacía siempre").
Para sus opositores, ambas comparten además cierta tendencia para la desconfianza y el secretismo,
una visión conspirativa de la política, la ostentación, el nacionalismo
populista y la intolerancia hacia la libertad de prensa.
Al fin y al cabo Cristina, hoy electa, debe mucho a la mujer que entre fallos o aciertos consiguió un hito histórico: implantar el voto femenino
en un mundo imbuido de machismo. Y por ello, pese a desatar algunos
odios, la silueta de Evita corona la principal arteria bonaerense, la
avenida 9 de julio. Siempre presente mientras hoy, 60 años después,
alguien entona un “No llores por mi Argentina…”. ¿Le harán también un musical a La Presidenta?
Fuente: lainformacion.com
Fuente: lainformacion.com
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