Sábado, 2 de junio de 2012
El Vaticano se ha enfurecido ante el libro que reveló la correspondencia privada del papa Benedicto XVI y que forma parte de una serie de filtraciones que están revelando conflictos internos y acusaciones de corrupción.
Durante su audiencia general ante los medios de comunicación internacionales, el pontífice se quejó amargamente de lo sucedido. Aseguró que se han aferrado injustamente a la -muy inusual como admitió- detención de su mayordomo para distorsionar la verdad sobre los recientes acontecimientos en el centro del poder de la iglesia Católica en Roma.
Sin embargo, parecía triste y comprensiblemente enojado por esta invasión a su privacidad en su propia casa en el último piso del Palacio Apostólico.
Cada día, los medios italianos dan nuevas versiones de lo que llaman la crisis de los "Vatileaks" que llena los titulares de los noticieros.
El desafortunado mayordomo al que la policía le encontró en su propia casa (dentro de los muros del Vaticano) un alijo de documentos confidenciales de la oficina privada del Papa se encuentra incomunicado desde su arresto.
La pregunta sin respuesta es: ¿para beneficio de quién tomó esa correspondencia?
Blanco de espías
Ahora sabemos que durante el pontificado del papa Juan Pablo II, algunos prelados polacos que trabajan en el Vaticano pasaron documentos internos confidenciales a Moscú a través de Varsovia.
Sin embargo, el último brote de filtraciones y de espionaje en el interior del Vaticano no tiene precedentes en la memoria viva.
Los "topos" que han estado hurgando en los archivos contemporáneos del Vaticano y los documentos personales del Papa -a quienes los italianos llaman "cuervos"- parecen tener la intención no tanto de desacreditar al Papa como a su número dos y mano derecha, el cardenal Tarcisio Bertone.
Leyendo entre líneas, tenemos una imagen de una organización con poca cohesión interna y algunos egos personales muy frustrados.
Tres fuentes
Los Vatileaks son muy diferentes a los Wikileaks debido a que aquí se trata de copias en papel, cartas reales, no correos ni registros electrónicos.
Aunque el Vaticano está totalmente informatizado y cuenta con una excelente red propia de telefonía móvil, el mismo papa no trabaja frente a la pantalla de una computadora.
Lo que surge de las fotocopias de la correspondencia papal publicada en el libro de Gianluigi Nuzzi es que cuando el Papa recibe cartas, a menudo éstas le son entregadas directamente a su secretaria por intermediarios. No necesariamente llegan a la oficina a través del correo del Vaticano.
Nuzzi dice en su libro que sus Vatileaks provienen al menos de tres fuentes independientes dentro del Vaticano.
Así que reducir la búsqueda de los "cuervos" no debería resultar una tarea imposible para los investigadores.
El pequeño número de empleados que ocupan puestos de confianza dentro de la sede de la Iglesia Católica hace que cualquier comparación con un gobierno de cualquier estado normal, como el del estado italiano, no tengan sentido.
El Estado de la Ciudad del Vaticano tiene una pequeña población residente de menos de 1.000 cardenales, obispos y monseñores y su personal, que pernocta dentro de los muros del Vaticano cuando las rejas se cierran cada noche poco después de las 11 de la noche.
Durante el día, otros varios miles de empleados del Vaticano entran y salen del territorio y los más importantes pueden estacionar sus autos en el imponente patio del Belvedere.
Unos contra otros
Una pista interesante para entender las enormes placas de poder que se desplazan en el interior del Vaticano llega de una bloguera italiana que cita de forma anónima a un alto cardenal.
Mientras los cardenales y obispos de Estados Unidos le declaran la guerra al presidente Obama sobre cuestiones de libertad religiosa y derecho a la vida, este cardenal dice que los cardenales dentro del Vaticano están en guerra unos contra otros.
En un almuerzo privado por el cumpleaños del papa Benedicto XVI se escuchó: "¿Por qué estos italianos están siempre molestando al papa con sus disputas italianas?".
El Colegio de Cardenales -que es quién elegirá al sucesor de Benedicto XVI- resultó sesgado injustamente hacia los italianos en el último anuncio del grupo de promociones de estos hombres de cufia roja.
Los italianos siguen teniendo una proporción indebida de votos e influencia en una Iglesia que cada vez más parece moverse hacia el sur, lejos de su anterior modelo eurocéntrista.
Benedicto XVI tiene la intención de corregir este desequilibrio acercando más extranjeros a la cúpula de gobierno de la Iglesia e incrementando las posibilidades de que cuando el humo blanco vuelva a salir anunciando a su sucesor, una vez más otro Papa no italiano aparezca en el balcón de San Pedro para ser aclamado por los fieles.
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