Buscador Google

Búsqueda personalizada

martes, 29 de noviembre de 2011

«Es una monstruosidad tener 75 universidades en España, no sucede en ningún país europeo»

«López-Cuesta me orientó en el Rectorado de Salamanca; se movía muy bien en el Ministerio e hizo una labor formidable en la Universidad de Oviedo»


Julio Rodríguez Villanueva, en las dependencias de la Fundación Ramón Areces, en Madrid.
Julio Rodríguez Villanueva, en las 
dependencias de la Fundación Ramón 
Areces, en Madrid. modem press
Estudió la carrera de Farmacia en Madrid con la idea de heredar la botica de su padre en Villamayor (Piloña), su lugar de nacimiento en 1928. Sin embargo, Julio Rodríguez Villanueva se orientó muy pronto a la investigación en bioquímica, que coronó con un doctorado en Madrid y otro en Cambridge, Universidad a la que acude siguiendo las recomendaciones de su paisano Severo Ochoa. Al volver a España se incorpora al CSIC, donde alcanza el grado de profesor de investigación. Después, obtiene la cátedra en Salamanca. 

Gijón, J. MORÁN
El bioquímico Julio Rodríguez Villanueva (Villamayor, Piloña, 1928) relata en esta última entrega de «Memorias» su etapa como rector de la Universidad de Salamanca (1972-1979), así como su labor actual en la Fundación Ramón Areces.

l Tres llamadas. «Nunca perseguí el Rectorado de la Universidad de Salamanca, en absoluto. Pero se dio la circunstancia de que estaba el profesor Felipe Lucena, que fue un gran rector y muy amigo; hubo un lío que no recuerdo exactamente y le destituyeron desde el Ministerio. Al día siguiente me llama el director general de Universidades y tuve una entrevista en Madrid. Trataron que aceptara el Rectorado y no quise. Ni siquiera había sido decano, ni nada, sino que me ocupaba sólo del departamento y de la formación de mi grupo. Rechacé la oferta, pero me llamaron hasta tres veces y a la tercera visité y consulté a muchos compañeros catedráticos para que me dieran su parecer. La mayoría me apoyó y alguno fue reacio, pero en cualquier caso para entonces estaba convencido de que tenía que dar el paso porque Salamanca llegó a estar once meses sin rector, aunque en manos de vicerrectores y de personas competentes. Yo había ido a Salamanca por Lucena, de eso no cabe duda, y él dirigía allí un instituto del CSIC».

l Administración universitaria. «En 1978 me eligieron presidente de la Confederación de Rectores de Universidades del Estado, la CRUE, que nació entonces, en Oviedo, precisamente. Anteriormente había reuniones periódicas de rectores, en Madrid, mayormente, pero en aquella ocasión se convocó la reunión en Oviedo, promovida por Teodoro López-Cuesta, que para entonces ya era rector de la Universidad. He tenido y sigo teniendo muy buena relación con Teodoro López-Cuesta, que me ayudó mucho y me orientó durante mi Rectorado, porque venía a Madrid con frecuencia y nos veíamos. Él era todo un experto en la administración universitaria y se movía muy bien en el Ministerio. Yo sé que en Oviedo se le valora, pero personalmente creo que hizo una labor formidable en la Universidad y la potenció muchísimo. Fue el gran rector de Oviedo y quizá después de él lo fue Santiago Gascón».

l Desvalorización. «Mis años en el Rectorado de Salamanca, como en toda España, fueron los del crecimiento universitario, tal vez demasiado. Recuerdo que en los años previos a aquello en las reuniones del CRUE éramos pocas universidades, creo recordar que catorce o quince, pero a partir de ahí empezaron a crearse universidades casi debajo de las piedras. Exagerado. Y ahora están pensando en refundir algunas. Éstas son las últimas noticias que he oído, pero tampoco lo veo claro porque cada universidad tiene su carácter. Lo que pasa es que se han creado tantas universidades, hasta 75 creo que hay ahora, que eso es una monstruosidad y en ningún país europeo hay nada parecido. De este modo, la Universidad se desvaloriza y, sobre todo, pierde importancia si no se incorpora gente de prestigio y se crea un ambiente de trabajo e investigación, como mantienen en Cambridge, en Lovaina o en la Sorbona. No tuve mayores problemas en el Rectorado, ni muchas huelgas. La ciudad era más tranquila en eso que, por ejemplo, Madrid, donde la política entraba más en la Universidad. Sí hubo la muerte de un estudiante en algún suceso y recuerdo haber asistido a la comitiva del entierro».

l Procurador en Cortes. «Estaba en el Rectorado mañana y tarde, pero seguí dando bastantes clases en la Facultad de Biológicas, a las nueve de la mañana. Seguí incorporando a gente y la época de Salamanca supuso crear un ambiente científico muy sólido. Muchos de ellos fueron obteniendo cátedras o llegaron a profesores de investigación del Consejo o a profesores titulares. Seguimos enviando a estudiantes al extranjero. Mi relación con Inglaterra, por haber estado allí cuatro años, era muy sólida y tenía muchos amigos al frente de los centros de investigación. A Salamanca había venido conmigo Santiago Gascón, o Santiago Moreno, o Federico Uruburu, que conoció a su mujer en Salamanca. Muchos se casaron, se conocieron en Salamanca, como la mujer del profesor Gascón, Amparo García Ochoa, que vive en Avilés y es una mujer extraordinaria. Tuve muy buena relación con la Universidad Pontificia, sobre todo cuando fue rector Fernando Sebastián y Rouco vicerrector. Antes yo creo que siempre se había dado cierta enemistad entre la Pontificia y la Universidad civil, pero yo hice todo lo posible para que las dos universidades se llevaran bien. También fui en aquella época procurador en Cortes, porque era automático el nombramiento al ser rector de Salamanca. Participé bastante en las Cortes, sobre todo con la ley de Selectividad de 1974. Con mi experiencia universitaria publiqué en 1980 el libro "Universidad, investigación y sociedad", que reunía artículos míos de varios periódicos».

l Obtener recursos. «Tengo que decir que hice mi labor de investigación en el doctorado en España y en el doctorado en Cambridge, pero luego mi tarea fue más la de dirigir y formar a gente en el campo de especialidad de mi grupo. Muchos discípulos míos han trabajado con levaduras. Nuestro grupo fue muy potente y tenía reconocimiento, con publicación en las mejores revistas internacionales, sobre todo por parte de mis discípulos. La investigación española lo está pasando mal ahora mismo. Diría que el nivel es bueno, por ejemplo en microbiología y bioquímica, pero hay escasez de recursos o, mejor dicho, no hay tanta abundancia como hace un tiempo. Pero nosotros tuvimos mucho menos en nuestra época. En estos últimos años la gente se acostumbró demasiado a tener muchos recursos, porque ha sido una época muy buena para la investigación. Pero, por lo que oigo, los investigadores y los grupos buenos todos obtienen recursos y a ninguno le falta. Lo puedo decir desde otra faceta, porque llevo veinte años en la Fundación Areces».

l Fundaciones. «Me llamó Federico Mayor Zaragoza, que influyó mucho sobre don Ramón Areces para que creara la fundación. Federico Mayor es un fuera de serie en inteligencia y en trayectoria, y me llamó en presencia de don Ramón Areces cuando a él le nombraron director general de la UNESCO. Me dijo que le gustaría que me hiciera cargo de la coordinación científica de la fundación. Todas las semanas tenemos una o dos actividades, más la asignación de becas y de ayudas a la investigación. Esta fundación es la más potente que hay en España, sin duda ninguna, en ese campo. Seleccionamos muy bien a la gente y nos cuidamos mucho de dar la ayuda a quien la merece. Oviedo ha tenido varias ayudas nuestras y las sigue teniendo. También presido el patronato de la Fundación Jiménez Díaz, cuyo presidente fue antes José María Segovia de Arana, que está también en el consejo científico de la Fundación Areces, con Mariano Barbacid, que acaba de ingresar como académico de honor en la Real Academia de Farmacia. Con Barbacid trabajó un discípulo mío, Eugenio Santos, director del Centro del Cáncer de Salamanca. Santos estuvo en Nueva York y tuvo relación con Severo Ochoa. Después le fichó Mariano Barbacid y los dos aislaron el primer oncogén humano, una apertura de posibilidades enorme».

l Colegio de Villamayor. «Y en la Fundación Carmen y Severo Ochoa estoy con Santiago Grisolía, César Nombela y el profesor Carlos López Otín, de Oviedo, discípulo de Margarita Salas y magnífico investigador, de lo mejor que hay hoy en España. Otín está trabajando en la línea de los oncogenes. A medida que progrese el conocimiento de la bioquímica de las células se llegará al límite máximo; yo creo que lo ideal sería curar el cáncer, pero conocer los oncogenes supondrá pasos avanzadísimos. Lo ideal también sería conocer el equivalente de los antibióticos para curar el cáncer, pero es difícil porque los antibióticos actúan a nivel de bacterias o de levaduras. Tengo todavía una agenda cargada, y continuamente. Me encuentro bien y llevo una vida bastante activa, aunque me limito algo. Antes asistía a todos los simposios que organizaba la Fundación Areces fuera de Madrid y éste es el primer año en 30 que he faltado al jurado de los premios «Príncipe». Tengo que llevar bastón, a causa de una dolencia de columna. Hace años, al colegio nuevo de Villamayor le pusieron mi nombre. Fue idea del alcalde de entonces, compañero mío de escuela, Francisco Mayor Llerandi, ya fallecido. En la inauguración estuvieron Santiago Gascón y José Luis Montes, el director provincial de Educación. Es algo que me agradó mucho y, en lo que he podido, he ayudado a este colegio de mi pueblo natal».
Fuente: lne.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Forges