La institución rememoró al escritor, quien fue uno de los autores más representativos del romanticismo mexicano
MÉXICO | Sábado 27 de agosto de 2011 NOTIMEX | El Universal17:33
El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) rememoró al poeta Manuel Acuña, quien a pesar de su corta trayectoria artística, fue uno de los escritores más representativos del romanticismo mexicano.
Acuña nació el 27 de agosto de 1849 en Saltillo, Coahuila, y murió a la corta edad de 24 años, en 1873; sin embargo, en su carrera literaria logró un desempeño fructífero que se refleja en su obra integrada por poemas amorosos y satíricos, describió el Conaculta en comunicado.
Sus estudios los realizó en el Colegio Josefino de la ciudad de Saltillo, y en 1865 se trasladó a la capital del país para ingresar el Colegio de San Ildefonso, donde aprendió matemáticas, latín, francés y filosofía.
Tres años más tarde inició sus estudios en la Escuela de Medicina, paralelamente realizó actividades de índole cultural, participando en tertulias literarias, gracias a esto conoció al escritor, periodista y político Ignacio Manuel Altamirano y a los poetas Agustín F. Cuenca y Juan de Dios Peza.
Es así como a los 20 años comenzó su labor como poeta, y al lado de varios intelectuales fundó la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl.
En 1871 se le reconoció por la crítica a su obra "El Pasado" , publicado en un folleto del periódico "La Iberia" , junto con 11 de sus poemas, entre los que se encontraba una de sus creaciones más célebres, "Nocturno a Rosario" .
Es uno de sus poemas más famosos para el que se inspiró en el amor de Manuel hacia la joven Rosario de la Peña, cuyo presunto desprecio fue la causa de suicidio de Acuña.
Rosario fue hija de Juan de la Peña, hombre culto de la época, reconocido por organizar constantes reuniones con intelectuales como Francisco Zarco, Justo Sierra y Vicente Riva Palacio.
El trabajo de Acuña se realizó en un contexto en el que existía una gran influencia del romanticismo. Algunos de los títulos de sus obras son "Ante un cadáver" , "Amor, nada sobre nada" , "El reo a muerte" , "Un arroyo" , "A Asunción" , "A la Patria" y "Resignación"
Fue sepultado el 10 de diciembre de 1873 en el Cementerio del Campo Florido, con la asistencia al sepelio de representantes de la comunidad literaria y científica. Más tarde sus restos fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres del cementerio de Dolores, lugar en el que se le erigió un monumento.
En 1917 el estado de Coahuila reclamó las cenizas y fueron trasladadas a Saltillo, su ciudad natal, a la Rotonda de los Coahuilenses Ilustres.
Fuente: EL UNIVERSAL.mx
***
Resignación
¡Sin lágrimas, sin quejas,
sin decirnos adiós, sin un sollozo!
cumplamos hasta lo último... la suerte
nos trajo aquí con el objeto mismo,
los dos venimos a enterrar el alma
bajo la losa del escepticismo.
Sin lágrimas... las lágrimas no pueden
devolver a un cadáver la existencia;
que caigan nuestras flores y que rueden,
pero al rodar, siquiera que nos queden
seca la vista y firme la conciencia.
¡Ya lo ves! para tu alma y para mi alma
los espacios y el mundo están desiertos...
los dos hemos concluido,
y de tristeza y aflicción cubiertos,
ya no somos al fin sino dos muertos
que buscan la mortaja del olvido.
Niños y soñadores cuando apenas
de dejar acabábamos la cuna,
y nuestras vidas al dolor ajenas
se deslizaban dulces y serenas
como el ala de un cisne en la laguna
cuando la aurora del primer cariño
aún no asomaba a recoger el velo
que la ignorancia virginal del niño
extiende entre sus párpados y el cielo,
tu alma como la mía,
en su reloj adelantando la hora
y en sus tinieblas encendiendo el día,
vieron un panorama que se abría
bajo el beso y la luz de aquella aurora;
y sintiendo al mirar ese paisaje
las alas de un esfuerzo soberano,
temprano las abrimos, y temprano
nos trajeron al término del viaje.
Le dimos a la tierra
los tintes del amor y de la rosa;
a nuestro huerto nidos y cantares,
a nuestro cielo pájaros y estrellas;
agotamos las flores del camino
para formar con ellas
una corona al ángel del destino...
y hoy en medio del triste desacuerdo
de tanta flor agonizante o muerta,
ya sólo se alza pálida y desierta
la flor envenenada del recuerdo.
Del libro de la vida
la que escribimos hoy es la última hoja...
Cerrémoslo en seguida,
y en el sepulcro de la fe perdida
enterremos también nuestra congoja.
Y ya que el cielo nos concede que este
de nuestros males el postrero sea,
para que el alma a descansar se apreste,
aunque la última lágrima nos cueste,
cumplamos hasta el fin con la tarea.
Y después cuando al ángel del olvido
hayamos entregado estas cenizas
que guardan el recuerdo adolorido
de tantas ilusiones hechas trizas
y de tanto placer desvanecido,
dejemos los espacios y volvamos
a la tranquila vida de la tierra,
ya que la noche del dolor temprana
se avanza hasta nosotros y nos cierra
los dulces horizontes del mañana.
Dejemos los espacios, o si quieres
que hagamos, ensayando nuestro aliento,
un nuevo viaje a esa región bendita
cuyo sólo recuerdo resucita
al cadáver del alma al sentimiento,
lancémonos entonces a ese mundo
en donde todo es sombras y vacío,
hagamos una luna del recuerdo
si el sol de nuestro amor está ya frío;
volemos, si tu quieres,
al fondo de esas mágicas regiones,
y fingiendo esperanzas e ilusiones,
rompamos el sepulcro, y levantando
nuestro atrevido y poderoso vuelo,
formaremos un cielo entre las sombras,
y seremos los duendes de ese cielo.
¡Sin lágrimas, sin quejas,
sin decirnos adiós, sin un sollozo!
cumplamos hasta lo último... la suerte
nos trajo aquí con el objeto mismo,
los dos venimos a enterrar el alma
bajo la losa del escepticismo.
Sin lágrimas... las lágrimas no pueden
devolver a un cadáver la existencia;
que caigan nuestras flores y que rueden,
pero al rodar, siquiera que nos queden
seca la vista y firme la conciencia.
¡Ya lo ves! para tu alma y para mi alma
los espacios y el mundo están desiertos...
los dos hemos concluido,
y de tristeza y aflicción cubiertos,
ya no somos al fin sino dos muertos
que buscan la mortaja del olvido.
Niños y soñadores cuando apenas
de dejar acabábamos la cuna,
y nuestras vidas al dolor ajenas
se deslizaban dulces y serenas
como el ala de un cisne en la laguna
cuando la aurora del primer cariño
aún no asomaba a recoger el velo
que la ignorancia virginal del niño
extiende entre sus párpados y el cielo,
tu alma como la mía,
en su reloj adelantando la hora
y en sus tinieblas encendiendo el día,
vieron un panorama que se abría
bajo el beso y la luz de aquella aurora;
y sintiendo al mirar ese paisaje
las alas de un esfuerzo soberano,
temprano las abrimos, y temprano
nos trajeron al término del viaje.
Le dimos a la tierra
los tintes del amor y de la rosa;
a nuestro huerto nidos y cantares,
a nuestro cielo pájaros y estrellas;
agotamos las flores del camino
para formar con ellas
una corona al ángel del destino...
y hoy en medio del triste desacuerdo
de tanta flor agonizante o muerta,
ya sólo se alza pálida y desierta
la flor envenenada del recuerdo.
Del libro de la vida
la que escribimos hoy es la última hoja...
Cerrémoslo en seguida,
y en el sepulcro de la fe perdida
enterremos también nuestra congoja.
Y ya que el cielo nos concede que este
de nuestros males el postrero sea,
para que el alma a descansar se apreste,
aunque la última lágrima nos cueste,
cumplamos hasta el fin con la tarea.
Y después cuando al ángel del olvido
hayamos entregado estas cenizas
que guardan el recuerdo adolorido
de tantas ilusiones hechas trizas
y de tanto placer desvanecido,
dejemos los espacios y volvamos
a la tranquila vida de la tierra,
ya que la noche del dolor temprana
se avanza hasta nosotros y nos cierra
los dulces horizontes del mañana.
Dejemos los espacios, o si quieres
que hagamos, ensayando nuestro aliento,
un nuevo viaje a esa región bendita
cuyo sólo recuerdo resucita
al cadáver del alma al sentimiento,
lancémonos entonces a ese mundo
en donde todo es sombras y vacío,
hagamos una luna del recuerdo
si el sol de nuestro amor está ya frío;
volemos, si tu quieres,
al fondo de esas mágicas regiones,
y fingiendo esperanzas e ilusiones,
rompamos el sepulcro, y levantando
nuestro atrevido y poderoso vuelo,
formaremos un cielo entre las sombras,
y seremos los duendes de ese cielo.
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