EN EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN
El preso 44.904 de Buchenwald
por ESTHER MUCIENTES
Tenía 20 años y allí estuvo hasta los 22, marcado en su uniforme de preso por el número 44.904. 10.000 españoles murieron en el campo de concentración nazi de Buchenwald (Este de Alemania), pero quedó un testigo, quedó el recuerdo de Jorge Semprún, sus imágenes, sus horrores, su memoria..., que trasladó con pulso firme como testigo directo de la crueldad del siglo XX. «Fui un hombre con suerte», repetía. Cuando le detuvo la Gestapo en París por colaborar con la 'Resistance' y le deportaron a Buchenwald, no imaginaba que la palabra 'estucador' le iba a salvar de lo que era una sentencia de muerte segura.
Ser 'estucador' y no ser 'estudiante' significaba ser útil en el campo de concentración y, por tanto, alargar la vida. Y allí la extendió hasta el infinito acompañado por su pasión y por el que se convertiría en su salvador: el libro '¡Absalón, Absalón!'
Como explicó en su biografía, 'Lealtad y traición' (Tusquets Editores, 2010), la literatura se convirtió en su vía de escape, en su salvavidas para escapar de la barbarie. «Cada línea era un triunfo», contaba mientras se mezclaban los recuerdos de la biblioteca de prisioneros.
«La mayoría de las personas del campo no sabía ni siquiera que allí, entre el barracón cinco y el secretariado, había una biblioteca (...) Pero mi trabajo me permitía leer cada noche». Pero la memoria de este apátrida no termina en Absalón ni en el 44.904. No acabará nunca. En el ensayo 'La Europa de ayer y de hoy. Una tumba en las nubes', Semprún recupera de nuevo ese testimonio. Fue el 11 de abril de 1945, junto con otros deportados, cuando el escritor se levantaba en armas y cerraba las puertas del infierno.
Ironías de la vida, dos soldados estadounidenses judíos de origen alemán les liberaron. Un infierno que después recuperarían los soviéticos en lo que se convirtió en el Campo Especial nº 2, abierto hasta enero de 1950.
«No sabemos lo que pensaron los dos americanos al bajarse del jeep y contemplar la inscripción en letras de hierro forjado que se encuentra en la verja del portal de Buchenwald: Jedem das Seine. No sabemos si tuvieron tiempo de tomar nota mentalmente de tamaño cinismo, criminal y arrogante. ¡Una sentencia que alude a la igualdad entre seres humanos, a la entrada de un campo de concentración, lugar mortífero, lugar consagrado a la injusticia más arbitraria y brutal, donde sólo existía para los deportados la igualdad ante la muerte!», contaría 65 años después de dejar el averno.
Semprún se recordaría años después en 'La escritura o la vida' como «un vivo sin rostro», un joven «enflaquecido, pero vivo». Sobre todo vivo. Seis décadas después de aquel 11 de abril, Semprún volvió a Buchenwald, y se encontró con Virgilio y con Vicente y con muchos otros que le acompañaron en «la frontera última de una vida de certidumbres destruidas».
Foto: Reuters
Fuente: El Mundo
Fuente: El Mundo
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