Los monumentos y parques de la ciudad
sufren continuos ataques que deterioran la imagen exterior y cuya
reparación cuesta miles de euros al Ayuntamiento.
Juan Parejo
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Un paseo por la ciudad pone de manifiesto que uno de los principales problemas que padecen los monumentos (y prácticamente todos los edificios) son los grafitis. Los parques tampoco son ajenos a las pintadas, como sucede en muchas de las glorietas del parque de María Luisa. Este recinto -que celebrará el próximo año el 120 aniversario de su regalo por parte de la infanta a Sevilla- es especialmente delicado por el material cerámico con el que están construidos sus principales enclaves. La Plaza de España, obra magistral de Aníbal González, fue restaurada por completo entre 2009 y 2010 tras invertirse más de nueve millones de euros. Periódicamente sufre oleadas vandálicas que destrozan balaustradas, azulejos, pináculos, bancos o farolas, la última en el mes de junio. En la última intervención se realizaron piezas de sustitución para futuros destrozos como estos. Otras zonas del parque también cuentan con antecedentes. Como la glorieta de Rodríguez Marín, en la Plaza de América, atacada en la primavera del pasado año. Tampoco se han librado las niñas de cerámica que se encuentran en la zona en la que se da de comer a las palomas.
Los vándalos también han dejado su huella en los Jardines de Murillo recientemente. En 2010 destrozaron la conocida Fuente de las Copas, un surtidor diseñado por Juan Talavera que tras su restauración -que no llegó hasta el verano de 2012, aunque luego fue atacada de nuevo- perdió su estética clásica. Los desperfectos en los bancos y glorietas de este recinto son habituales.
En julio de 2012, durante la celebración del triunfo en la Eurocopa de la Selección Española, los hinchas alborotados le arrancaron la cabeza a la Fuente de Sevilla o Híspalis de la Puerta de Jerez, monumento estrenado con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929. Su reparación costó al Ayuntamiento 9.000 euros. El mural Verbo América, obra del chileno Roberto Matta y construido en la Cartuja por la Expo, estuvo a punto de perderse tras años de abandono a merced de los vándalos. La restauración costó 50.000 euros en 2011.
El monumento a la Inmaculada, la Pila del Pato, las estatuas de Curro Romero y la duquesa de Alba; o la de Mozart, a la que sustrajeron el violín, y la de Vélazquez (Plaza del Duque), a la que robaron los pinceles, son algunos ejemplos de una larga lista del patrimonio sevillano que ha sufrido actos incívicos. El Ayuntamiento anunció en junio que destinaría 225.000 euros para actuar de urgencia en siete monumentos que presentaban desperfectos.
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