Coincidiendo con la inauguración de su
primera exposición en España, en el CAAC, se estrena este viernes el
documental sobre el mediático artista chino
Coincidiendo
con la inauguración de la que será su primera exposición en España, que
se podrá ver desde el próximo día 1 de febrero hasta el 30 de junio en
el CAAC (Centro Andaluz de Arte Contemporáneo) de Sevilla, llega a las
carteleras el viernes el documental Ai Weiwei: Never Sorry, una
producción dirigida por Alison Klayman que, tras su presentación en el
Festival de Sundance, ha circulado para mostrar la faceta más política,
crítica y reivindicativa de este carismático artista chino, posiblemente
uno de los más importantes, cotizados y mediáticos de la actualidad.
Rodado en China y en varias de las ciudades del mundo que han acogido sus exposiciones (Londres, Nueva York, Múnich) en los últimos tres años, Ai Weiwei: Never Sorry sigue al orondo artista comprometido, al creador incordio de las autoridades chinas, al padre de un hijo de año y medio de una mujer que no es su esposa, al defensor de las libertades y al luchador incansable contra la censura en un país que, a pesar de su supuesta apertura democrática en los últimos años, aún no parece haberse desembarazado de las viejas y siniestras inercias del régimen comunista transmutadas ahora en un nuevo y feroz modelo ultracapitalista.
En su estudio-búnker en las afueras de Pekín, rodeado de su amplio equipo de colaboradores y asistentes (sus particulares "asesinos a sueldo", los peones de sus movimientos artísticos), acompañado de sus gatos y casi siempre pegado a un teléfono móvil o la pantalla de un ordenador, blogueando o lanzando tuits a la red como dardos a una diana, un Ai Weiwei sereno y reflexivo expone algunas de las claves de su proyecto artístico y vital, que pasa hoy, superadas ya las etapas del underground o el conceptualismo más elemental, por hacer de las nuevas comunicaciones y medios de la era digital las principales armas para una nueva forma de arte 2.0.
A lo largo de este retrato del artista en acción y de sus circunstancias diarias, vigiladas de cerca por las cámaras de seguridad y los chivatos apostados a la puerta de su casa, emergen algunos datos biográficos relevantes: la figura de un padre poeta, Ai Qing, un auténtico tesoro nacional que nunca fue bien visto por ningún régimen, una profunda inadaptación a la oficialidad ya desde los primeros días en la Escuela de Arte de Pekín, una larga temporada de exilio y aprendizaje en Nueva York en los años 80, un regreso concienciado y valiente a un país cerrado tras los acontecimientos de Tian'anmen en 1989, un crecimiento artístico en la resistencia, la clandestinidad y el activismo (con la publicación consecutiva en los noventa de los libros Blanco, Negro y Gris) a partir de la reflexión satírica sobre las relaciones entre tradición y modernidad o sobre el propio concepto del arte, y el posterior reconocimiento internacional para liderar a toda una nueva generación de creadores chinos que exponen hoy regularmente en los mejores centros de arte contemporáneo del mundo.
Rodado en China y en varias de las ciudades del mundo que han acogido sus exposiciones (Londres, Nueva York, Múnich) en los últimos tres años, Ai Weiwei: Never Sorry sigue al orondo artista comprometido, al creador incordio de las autoridades chinas, al padre de un hijo de año y medio de una mujer que no es su esposa, al defensor de las libertades y al luchador incansable contra la censura en un país que, a pesar de su supuesta apertura democrática en los últimos años, aún no parece haberse desembarazado de las viejas y siniestras inercias del régimen comunista transmutadas ahora en un nuevo y feroz modelo ultracapitalista.
En su estudio-búnker en las afueras de Pekín, rodeado de su amplio equipo de colaboradores y asistentes (sus particulares "asesinos a sueldo", los peones de sus movimientos artísticos), acompañado de sus gatos y casi siempre pegado a un teléfono móvil o la pantalla de un ordenador, blogueando o lanzando tuits a la red como dardos a una diana, un Ai Weiwei sereno y reflexivo expone algunas de las claves de su proyecto artístico y vital, que pasa hoy, superadas ya las etapas del underground o el conceptualismo más elemental, por hacer de las nuevas comunicaciones y medios de la era digital las principales armas para una nueva forma de arte 2.0.
A lo largo de este retrato del artista en acción y de sus circunstancias diarias, vigiladas de cerca por las cámaras de seguridad y los chivatos apostados a la puerta de su casa, emergen algunos datos biográficos relevantes: la figura de un padre poeta, Ai Qing, un auténtico tesoro nacional que nunca fue bien visto por ningún régimen, una profunda inadaptación a la oficialidad ya desde los primeros días en la Escuela de Arte de Pekín, una larga temporada de exilio y aprendizaje en Nueva York en los años 80, un regreso concienciado y valiente a un país cerrado tras los acontecimientos de Tian'anmen en 1989, un crecimiento artístico en la resistencia, la clandestinidad y el activismo (con la publicación consecutiva en los noventa de los libros Blanco, Negro y Gris) a partir de la reflexión satírica sobre las relaciones entre tradición y modernidad o sobre el propio concepto del arte, y el posterior reconocimiento internacional para liderar a toda una nueva generación de creadores chinos que exponen hoy regularmente en los mejores centros de arte contemporáneo del mundo.
Ai Weiwei: Never sorry se centra especialmente en las últimas acciones del artista: sus trabajos de investigación documental, denuncia y dignificación de las víctimas tras el devastador terremoto en la Provincia de Sichuan, su propio pulso personal contra los policías que lo golpearon brutalmente para impedir que testificara a favor de un amigo detenido, la celebración festiva de la demolición del gran estudio de arte planeado por él mismo en Shanghai, o su propio arresto de casi tres meses en abril de 2011, gestos que, difundidos en internet, en su blog o a través de Twitter, o filmados por él mismo y por su equipo de colaboradores con pequeñas cámaras o dispositivos digitales, esa nueva arma de contrapoder de muchos de los cineastas chinos de la Sexta Generación (de Jia Zhang-ke a Wang Bing), se han convertido en su producción artística, viral y colectiva, libertaria y crítica, irónica y autoconsciente, más importante en los últimos años.
Fuente: diariodesevilla.es
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