Domingo, 15 de julio de 2012
Tan pronto Rui Chenggang salió
de la cómoda terminal al caluroso estacionamiento del aeropuerto, una
joven lo abordó. Cargaba un ejemplar de su más reciente libro y un
bolígrafo. Chenggang firmó la primera página antes de entrar a un
Mercedes negro que esperaba por él.
Por ello, cuando este periodista habla de economía, la gente presta atención. Sus puntos de vista ilustran mucho sobre el debate oficial en China. “No somos inmunes a la desaceleración global”, afirma. “Hay una sensación de que estos 30 años de crecimiento explosivo están por llegar a su fin”.
Gastar, no ahorrar
La economía china está mostrando señales de desaceleración.
En marzo, las autoridades redujeron la meta de
crecimiento a 7,5%, por debajo del promedio de 9,8%. En mayo, el
gobierno reaccionó impulsando nuevas inversiones en proyectos de
infraestructura, plantas de acero propiedad del Estado y planes públicos
de vivienda. Y en junio, por primera vez desde 2008, el Banco Popular
de China disminuyó las tasas de interés con el fin de estimular el
crédito y el consumo.
“La población china está respondiendo a su creciente prosperidad mediante el ahorro de sumas de dinero cada vez mayores”, explica. “No gastan como lo hace la gente en Occidente. Hoy, los chinos ahorran mucho más de lo que ahorraban en los años 80”.
Según estimaciones del Banco Mundial, los hogares chinos ahorran más del 50% de su ingreso anual. En Estados Unidos ahorran poco más del 10%. Para Chenggang, esto debe cambiar. “Lograr que los consumidores chinos gasten más ayudará no sólo a China sino al resto del mundo”.
Para él, las tasas de ahorro china son una medida del nivel de inseguridad de la población. En la medida en que la red de seguridad social y el imperio de la ley son débiles, la gente tiende a ahorrar más, para protegerse a sí misma y a sus familias.
“La creencia, al principio de la apertura y la reforma, fue que hacerse rico era una cosa buena, gloriosa, que la riqueza prometía felicidad”, dice.
“Pero a medida que la gente se ha vuelto rica, ha comenzado a entender que la riqueza acumulada no necesariamente conduce a una mayor felicidad. Muchas veces la gente es más rica pero probablemente menos feliz y se siente menos segura. Esto es un gran signo de interrogación en los corazones y mentes de muchos chinos”.
No sólo es cuestión de números
"La población china está respondiendo a su creciente prosperidad mediante el ahorro de sumas de dinero cada vez mayores"
Rui Chenggang
“La población china está respondiendo a su creciente prosperidad mediante el ahorro de sumas de dinero cada vez mayores”, explica. “No gastan como lo hace la gente en Occidente. Hoy, los chinos ahorran mucho más de lo que ahorraban en los años 80”.
Según estimaciones del Banco Mundial, los hogares chinos ahorran más del 50% de su ingreso anual. En Estados Unidos ahorran poco más del 10%. Para Chenggang, esto debe cambiar. “Lograr que los consumidores chinos gasten más ayudará no sólo a China sino al resto del mundo”.
Para él, las tasas de ahorro china son una medida del nivel de inseguridad de la población. En la medida en que la red de seguridad social y el imperio de la ley son débiles, la gente tiende a ahorrar más, para protegerse a sí misma y a sus familias.
“La creencia, al principio de la apertura y la reforma, fue que hacerse rico era una cosa buena, gloriosa, que la riqueza prometía felicidad”, dice.
“Pero a medida que la gente se ha vuelto rica, ha comenzado a entender que la riqueza acumulada no necesariamente conduce a una mayor felicidad. Muchas veces la gente es más rica pero probablemente menos feliz y se siente menos segura. Esto es un gran signo de interrogación en los corazones y mentes de muchos chinos”.
No sólo es cuestión de números
A sus 35 años, este periodista es un veterano del Foro Económico Mundial de Davos. Ha acudido año tras año desde que tenía 22. En el libro abundan fotos suyas con gente como Warren Buffett y Bill Gates. Sus conversaciones privadas contienen referencias permanentes a estos y otros personajes: “Rupert (Murdoch) me contó que… Henry (Kissinger) dijo”.
Sobre el escenario, su desempeño es tan bueno como cualquiera de los políticos que ha conocido. Se tomó muy en serio las preguntas de los estudiantes, echó chistes e incluso abandonó el escenario para desplazarse entre la audiencia con el micrófono en la mano.
Un estudiante le preguntó cómo convertirse en tan “internacional”. La respuesta fue simple: piensa por ti mismo. Haz preguntas. Lee extensamente.
En su microblog ha preguntado cuándo es que los líderes chinos comenzarán a ser conducidos en autos chinos de lujo, en lugar de las ubicuas marcas extranjeras de la actualidad.
Él conduce un Jaguar, producido por Tata Motors de India, “porque fue construido por una compañía de un país en desarrollo”.
Sus críticos –que los tiene– han apuntado hacia algo más: ciertos rasgos nacionalistas.
Sin embargo, él no es antiextranjero ni antiestadounidense. Estudió en la Universidad de Yale y viaja con frecuencia a Estados Unidos para reunirse con altos funcionarios. Uno de sus amigos más cercanos es Kevin Rudd, exprimer ministro de Australia.
Otra crítica, hecha sobre todo por aquellos que sólo lo han conocido a través de los medios: es pretencioso.
En una conferencia de prensa con el presidente de Estados Unidos Barack Obama, en 2009, dijo que él podría representar a “toda Asia” con su pregunta. Un comentario que sigue haciendo torcer los ojos a muchos periodistas en Pekín.
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