Marcello Girone Daloli no cree en las ONG, no cree en la política,
ni cree en las empresas. Un día tomó su mochila y emprendió su camino
al Himalaya en busca del sentido de la vida. Lo ha encontrado en Zimbabue, donde lleva su propio proyecto de cooperación, alejado de un mundo consumista en el que no confía.
Niñas de St. Albert, el pueblo de Zimbabue donde vive Marcello Girone Daloli, quien ha cedido la imagen a lainformacion.com. |
"Cometer un error puede negar la distribución de agua a miles personas.
No tengo tiempo absolutamente para nada más que dedicarme al proyecto",
explica Marcello Girone Daloli tras tardar unos días más de los
previstos en contestar a las preguntas de lainformacion.com por correo
electrónico al no tener conexión a internet en un lugar aislado del
resto del mundo.
Quien un día entregara su vida al marketing y a la comunicación, hoy vive prácticamente retirado en un pueblo de Zimbabue, donde coordina un proyecto de cooperación con 87 voluntarios.
Presume de no tener una ONG como tal para llevar a cabo la ayuda en la zona, sino un programa de cooperación: el Proyecto Diga, “para garantizar agua potable y para regar los campos de la comunidad: un hospital, el pueblo y dos escuelas, en las que están escolarizados 1.700 niños”.
Del consumismo de Nueva York a la “terrible dureza” de Zimbabue
Cuenta que comenzó a ver la luz, su luz, mientras trabajaba para Pepsi
en Nueva York. Le exasperaron “las mentiras” del Gobierno de George W.
Bush sobre la supuesta presencia de armas de destrucción masiva “para ir
a la guerra contra Irak”, algo que se demostró inexistente.
Su indignación prosiguió con un proyecto de trabajo en Italia con empresas, televisiones y políticos que también le decepcionó profundamente. “Afortunadamente era bastante joven para poder desligarme de aquella basura putrefacta y el amor por la montaña me empujó al Himalaya, donde comencé un nuevo camino”, rememora.
Viajó por medio mundo. Experimentó la miseria en una fábrica de vaqueros de la ciudad india de Bangalore,
afrontó el Camino de Santiago, recorrió la Patagonia y los Andes, pasó
por un monasterio ortodoxo en Grecia… y acabó conquistándole Zimbabue.
"Allí se ve lo que nadie querría ver en su vida:
niños que sobreviven en una condición de sufrimiento tal como uno que no
comía desde hacía tres días, solo agua y semillas de baobab”, relata
impactado desde la aldea zimbabuense de Saint Albert a la vuelta de un
viaje para visitar a los niños que su proyecto tiene en “adopciones a
distancia”.
A pesar de llevar desde 2007 entregado a la cooperación en Zimbabue, confiesa conmovido: “¡He vuelto con sensaciones terribles en el alma! ¡Es duro aquí, es muy duro!".
“No sé si orar por los políticos o eliminarlos”
Desengañado del mundo del marketing en el que se movió durante años trabajando en Milán, Barcelona
o Nueva York, no confía ni en los políticos ni en las organizaciones no
gubernamentales. Sin señalar a nadie concreto, pero señalando a todos a
la vez, las críticas no dejan títere con cabeza:
“La comunicación de los gobiernos, de las empresas y de las ONG
también están basados en mentiras y exageraciones para conseguir votos,
ventas, dinero para programas caritativos”, asegura.
Para Girone Daloli, “la única regla de oro es ir contra corriente y decir la verdad:
es algo que la gente no espera y tendrá éxito”, aconseja. Sin
embargo, concede que “el problema es que muchas veces se cuenta la
verdad, pero no se consigue el objetivo”.
Aunque de vez en cuando vuelve a Europa
o viaja para ofrecer conferencias sobre su experiencia (este sábado 2
de junio estará en el encuentro internacional de ideas para mejorar el
mundo de TEDxPlazaCibeles en Madrid), lo cierto es que este italiano vive completamente desconectado del mundo que conoció bien una vez. Y lo admite orgulloso, porque no le interesa en absoluto:
“No opino sobre política, porque creo que, como dicen los orientales, ‘el karma del político tiene que ser más pesado que el mío’. No sé si orar por ellos o bien eliminarlos”, sentencia.
Ni qué decir tiene que a una pregunta de la periodista sobre sus
consejos de comunicación para el Gobierno de Mariano Rajoy, Girone
tampoco tiene respuesta. No es ignorancia verdadera, sino indiferencia
total.
“No conozco la estrategia de comunicación del Gobierno de Rajoy, pero
casi nunca la comunicación/propaganda de los políticos ha contado la
verdad. Por lo tanto, es mejor no escuchar”, opina.
Afirma casi orgulloso que tampoco conoce la “campaña de comunicación del 15M u Occupy Wall Street, pero está claro cuál es el mensaje: los financieros son los responsables de esta crisis”.
A pesar del aparente desinterés hacia un mundo que ya no es el suyo,
este viejo indignado concede un atisbo de esperanza: “Si la crisis ha
despertado a tanta gente, que vuelve a las plazas en muchos países
occidentales quizá es que algo va a cambiar. Empezaron los
antiglobalización y ahora son muchos, demasiados, y los poderes fuertes
empiezan a desfallecer”.
“Las ONG están supeditadas a las empresas”
Hablando de la hambruna en el Sahel y la campaña para recoger dinero
de varias ONG, ya de por sí preocupadas por las pérdidas en donaciones
debido a la crisis en Occidente, este emprendedor de la cooperación
plantea otra reflexión:
“El problema es que las ONG están siempre supeditadas a las empresas concentradas sobre las campañas publicitarias y a menudo los proyectos varían dependiendo de lo que su target [público objetivo o donantes potenciales] requiere”.
Este peculiar cooperante ya casi más zimbabuense que italiano piensa
que una organización humanitaria no debería gastar en publicidad.
“Deberían contar lo que pasa en los países donde quieren intervenir, sin
exagerar ni mentir para obtener más dinero. Esta actitud es muy consumista y muchas veces resulta poco eficaz”, asegura.
Bajo la luminosa noche zimbabuense
“Mis modestos, muy modestos conocimientos de marketing, se frenaron cuando entendí que en su base hay siempre engaño”, resume.
“El 80% de los pozos freáticos en África están infrautilizados porque,
llega un ‘proyecto nuevo’ para construir más y después quedan relegados
por otro ‘proyecto nuevo’”, critica la falta de continuidad que según
él ofrecen las ONG con el fin de ofrecer siempre alguna novedad a sus
potenciales donantes.
A pesar de todas estas críticas, cree que la principal lección que le ha dado la vida después de conocer medio mundo es “aceptar y tolerar la ignorancia -la nuestra y la de los demás- sin dejar de luchar por lo que creemos, modelándolo en función a lo que encontramos durante el camino”.
La “extraordinariamente luminosa” noche zimbabuense que le gusta
observar a Girone resulta “como una manta luminosa de vida” para este
peregrino del mundo que en Saint Albert ha encontrado el sentido de la
vida.
Volviendo por un momento a la política europea en plena crisis, deja
escrito un deseo en el correo electrónico: “Espero que estemos llegando a
la época en la que sin claridad y honestidad, aún con la mejor
promoción posible, no se pueda gobernar”.
Fuente: lainformacion.com
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