Comic
El Instituto Cervantes de Madrid acoge a partir de hoy 'Panóptica 1973-2011', una retrospectiva del dibujante de cómic e ilustrador Max. Más de doscientas obras, un centenar de ellas originales, que recorren década por década el trabajo del artista barcelonés explorando todas sus facetas.
Más de doscientas obras, un centenar de ellas originales, que recorren del trabajo del dibujante barcelonés que se llevó el Premio Nacional de Cómic en 2007 – nada más crearse ese premio – sin ceder a la tentación de “sentarse en una butaca y ver pasar los días”. Cuatro décadas intensas en las que Max ha acumulado tantas facetas como días. “Cada día hay un Max distinto, cada cambio de década ha coincidido con un cambio de intereses” ha afirmado durante la visita a la exposición.
Lo que hace Panóptica 1973-2001 es justo organizar y contar todas estas facetas: la de dibujante, como creador de personajes como Peter Pank y Bardín el Superrealista; la de ilustrador dado que Max ha publicado sus trabajos tanto en El País como en The New York Times y también ha ilustrado algunas portadas de The New Yorker; y finalmente la de editor del controvertido proyecto Nosotros somos los muertos.
Max a 360º
“Panóptica significa visión total. Era un modo de decir ‘desde aquí se pueden ver todas mis facetas a lo largo del tiempo’” afirma Max en una entrevista para Lainformacion.com. “El hilo conductor no se puede contar pero sí se puede ver, es lo que se queda en la retina del espectador cuando ya haya recorrido todo. La exposición está pensada queriendo que el espectador no simplemente vaya viendo cosas sino haga conexiones entre algo de los años 80, algo del 2000 y otra cosa que haya en los 90”.
“Hay muchos motivos gráficos que se repiten insistentemente: las calaveras, por ejemplo, los cuervos, los perros aparecen en décadas distintas. Todo eso va conformando mi mundo simbólico que es ese hilo, pero claro, no se puede explicar en palabras”.
Si tuviera que elegir una de las cuatro décadas que le han llevado hasta aquí, Max no tendría dudas. “La última es mi mejor década: creo que creativamente estoy en un muy buen momento. También es la mejor por el reconocimiento de mi trabajo: el premio nacional y la exposición antológica”.
La década que acaba de empezar no es para menos. Aparte de que no para de pensar en historias y personajes nuevos, confiesa, en septiembre Max publicará con Ediciones La Cúpula Vapor “la historia de un tipo que está harto de todo el mundo y se va al desierto" pero sin conseguir estar estar solo, pues el mundo le sigue hasta allí.
Los nuevos espacios del cómic
Un buen momento para Max pero también para el cómic en España: el Instituto Cervantes – un templo de la ortodoxia lingüística y narrativa – se abre con esta retrospectiva al mundo del cómic y la ilustración. Por otro lado, el largometraje de animación Arrugas se ha llevado no sólo el Goya como mejor película de animación, sino también como mejor guión adaptado, imponiéndose sobre películas como Katmandú, La piel que habito y La voz dormida.
“Es importantísimo que por fin se haya roto esa barrera que había en la mente de la gente de la calle de que los cómics o son para niños o como mucho para jóvenes o son para frikis. O de que a los cómics sólo se accede en librerías especializadas donde no te metes si no has leído nunca uno”.
“Ahora están en todas partes, son de fácil acceso, los medios les prestan mucha atención y en los últimos años ha habido una serie de obras tan potentes que han conseguido abrir esta puerta. Maus de Art Spiegelman, Persépolis de Marjane Satrapi y quizás también Palestina de Joe Sacco es verdad que son libros que pueden parecer muy densos, duros, pero son precisamente los que han abierto camino y los que han conseguido que la gente se diera cuenta de que temas muy serios se pueden tratar en cómic con el mismo nivel de profundidad que en una novela o una película”.
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