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viernes, 2 de diciembre de 2011

Comerse Madrid desde el cielo

RESTAURACIÓN | En la sexta planta del edificio de Correos

Interior del restaurante en el torreón de Cibeles. | Alberto Cuéllar
Interior del restaurante en el torreón de Cibeles. | Alberto Cuéllar
Rozar el cielo frente a una de las mejores vistas de la capital, con la diosa Cibeles observando en la distancia, mientras se disfruta de una apetecible comida o con un gin tonic en la mano. El plan no suena mal y ya está abierto al público.

El nuevo restaurante Adolfo Muñoz se ha puesto de largo en uno de los edificios más emblemáticos de Madrid, el nuevo Ayuntamiento de Madrid. Con vecinos como el Banco de España o Casa América, el nuevo espacio aspira a conquistar a los clientes con el gusto, pero también con la vista.

En el restaurante, situado en la sexta planta, se puede comer a la carta o elegir entre dos menús, de 45 y 65 euros. Crema de patata y caviar de Riofrío, presa ibérica, gazpacho de melocotón, pastel de almendras de Toledo, las opciones son correctas, pero no excesivas. Para culminar la velada, imprescindible probar el pastel de mazapán.

Una alternativa más económica está en la segunda planta, donde el protagonismo se degusta en versión tapa y menú de 15 euros. Cecina de ciervo, huevos rotos con setas o un risotto acompañado de un buen vino pueden ser una alternativa para comer. El desayuno español (tosta de jamón, fruta o yogur y té o café) sale por 5,5 euros. La cafetería abre de 10.00 a 24.00 horas; el restaurante de 13.00 a 16.00 y de 20.00 a 24.00 horas.

"En un mes estaremos al 100%", comentaba a ELMUNDO.ES el propio Adolfo Muñoz en la sala. Con capacidad para 92 cubiertos, sus primeros pasos prefiere darlos sobre seguro. "Es mejor dar 20 buenos servicios, que 40 regulares".

Sin embargo, más de uno irá al edificio buscando las dos terrazas, situadas a cada lado del torreón. Quizá lo más atractivo del restaurante. Una funcionará como lugar de cenas y comidas y la otra va a convertirse en un espacio 'chill out' donde disfrutar del cruce de caminos más imponente de Madrid, con un buen cóctel en la mano.

"Además, como están al aire libre se podrá fumar sin problemas", explica el maître en el día del estreno algo ajetreado.

Reglas de protección muy estrictas


Los concesionarios de este espacio único han tenido que aceptar las reglas más estrictas de protección del edificio. El antiguo Palacio de Comunicaciones, una joya del arquitecto Antonio Palacios, tiene el nivel más alto de protección, lo que impide desde colocar estufas en las terrazas hasta elevar la luna de cristal que separa estos espacios del abismo de Cibeles.

Curiosos, turistas, vecinos de la capital... Son muchos los que quisieron ser testigos del estreno, que en principio estaba previsto para septiembre. Unos leían la carta en la puerta del restaurante y la comentaba en corrillos; los mejor informados iban directos a las alturas. El edificio de Correos era un trajín de gente constante ascensor arriba, ascensor abajo.

"En los últimos 20 años, Madrid ha tenido una media de más de 200 días de buen tiempo al año. Eso nos ha hecho animarnos a colocar estos dos espacios", explicaba un optimista Adolfo, haciéndose todavía con la que será su nueva casa en la capital.

La solución que han encontrado son pérgolas con calefacción incluida y cojines térmicos que pretenden hacer de la terraza del Palacio un sitio privilegiado para tomar una copa para turistas y residentes, en cualquier época del año.

Aunque ambos espacios no estarán en funcionamiento hasta dentro de un mes, los responsables del restaurante son conscientes de que las terrazas serán, precisamente, la joya de esta corona (se puede ir a tomar una copa sin pasar por el restaurante). "Incluso barajamos la posibilidad de crear dos reservados en el interior pero que tienen buenas vistas igualmente", añade el maitre.

Vistas, vistas, vistas... la conversación o el texto pueden resultar un poco reiterativo pero hasta que no se sube al torreón del Palacio de Telecomunicaciones, no se es consciente de que, desde ahí, se podría pensar que es posible dominar el mundo, al menos con una copa (y un puro) en la mano.
Fuente: EL MUNDO.es

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