Lunes 24 de octubre de 2011 | 23:34
Me visitó el señor González, con una mirada alucinada y excelente humor.
- ¿Ah sí? - respondí, ya muy poco ilusionado con las utopías de González.
- ¡Sí señor, y no ponga esa cara que le va a gustar! Es un proyecto de ley a ser sancionado por ambas cámaras del Congreso de la Nación, no sé si me entiende. Una cosa grossa. Ahora, cuando se integren las dos cámaras después de las elecciones.
- A ver. lo escucho.
- La guerra revolucionaria comenzó en nuestro país en tiempos del Uturunco, durante la presidencia del doctor Arturo Humberto Illia, de la Unión Cívica Radical. Y luego siguió desarrollándose durante los gobiernos de Onganía, Lanusse y el mismo general Perón, elegido por el pueblo.
- Sí, ya lo sé, González, trate de sintetizar.
- Para fijar una fecha arbitraria, digamos que los Montoneros hacen su aparición en la escena política con el asesinato del ex presidente Pedro Eugenio Aramburu, el 1 de junio de 1970. Otros prefieren fijar como fecha inaugural el asesinato (en la llamada Operación Traviata) de José Ignacio Rucci, el 25 de septiembre de 1973. ¡Atención, no fue un error de los Montoneros! Para nada. Habían elegido al caballo fuerte, como diría Bin Laden. Rucci era un enemigo "caballo fuerte". Fue bien elegido y correctamente eliminado. Lo que no se pudo evitar fueron las consecuencias: el presidente Perón, al ver asesinado a su hijo dilecto y jefe de los sindicatos obreros, decreta legalmente, como presidente de la República, la expulsión y el exterminio de todos los marxistas infiltrados en el peronismo. Los echa del partido y de la plaza. Después viene la muerte del propio Perón, la presidencia no muy lucida de la pobre Isabel, y el golpe de Videla-Massera-Agosti. Estos militares hacen realidad aquello que Perón había asegurado a los diputados-militantes-montoneros o miembros de la Jotapé (organización de superficie con sujeción a la jefatura político-militar de Firmenich y, en ese sentido, tan subordinada como lo fueron otras personas del nivel de Joan Manuel Serrat)... "Ustedes, muchachos -les dijo Perón a los diputados de la Tendencia- están subestimando lo que es un ejército, el argentino o cualquier otro. ¿Tienen idea de lo que es un regimiento de infantería mecanizada, un grupo de tanques, una batería de bazukas y morteros, un regimiento de artilleros? ¿Qué piensan oponer a esto? ¿Una pandilla de adolescentes con armas cortas? No se ofendan, pero será una revolución de pantalón corto."
- ¿Usted tiene documentos que certifiquen estos hechos? - quise saber, furioso, frente a González- ¿Cómo puede probar estas barbaridades que me está diciendo?
- Busque, Rolando, busque. Están los libros de Juan Bautista Yofre, de Celestino Reato, de Eduardo Anguita, de Martín Caparrós, de Pablo Giusanni, de Abel Posse, de Carlos Manuel Acuña. Todo está en la historia, no se asuste. El saldo de la guerra sucia es el siguiente. Según la CONADEP de Alfonsín, hubo 7380 desaparecidos. La Secretaría de Derechos Humanos elevó el número, luego, a 8961. Las Madres de Plaza de Mayo estiman el total de muertos y desparecidos en 30.000 personas. Hasta el año 2003, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación consideraba verídica la cantidad de 13.000 personas. Por el bando opuesto, el CELTYV (Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas) denuncia que los afectados por el terrorismo subversivo fueron 60.000 personas. Directa y físicamente: 18.331. Muertos con nombre y apellido: 1355. Heridos: 2735. Secuestrados: 842. Pero en fin, hay quien discute estas cifras en más o en menos. También hay quienes aseguran que el Holocausto nunca existió, otros juran que los desaparecidos fueron más de 50.000, otros sostienen que en realidad se encuentran, todos, vivos y saludables en París o Méjico. Imposible saberlo: lo concreto es que, en los años 70, la guerrilla declaró la guerra al estado burgués, tanto en su variante democrática como en sus estructuras militares. Las autoridades castrenses y policiales, centralizadas por el trío Videla-Massera-Agosti, reprimieron con furia incontenible. En este caso no tiene sentido hablar de "excesos", porque toda guerra sucia es por sí misma una escalada de excesos y horrores, sin límite legal o moral por ninguna de las dos partes, que se esmeran en mantener a la población totalmente desinformada acerca de lo que sucede, y cómo sucede. Esto es parte del asunto: los militares no permitían que sus colaboradores civiles supieran nada del accionar metódico y mortal de los Grupos de Tareas, entre otras cosas porque esos civiles en cualquier momento podían darse vuelta y convertirse en "tibios", "objetores de conciencia" ,o sea, enemigos a batir, como en el caso de la pobre Elena Holmberg. En los ambientes civiles vinculados con la subversión por razones de parentesco, proximidad, empleo, incluso generacionales o sentimentales o sexuales, también se vivía en una burbuja de ignorancia. "Se lo llevaron a Fulano. Che, pero Fulano...¿Estaba o no estaba en la cosa? No sé, nunca me dijo nada. Pero hace dos meses que no se lo ve más por la oficina. En cambio, a Mengano se lo llevaron, pero lo soltaron a los pocos días. ¿Será que no tenía nada que ver, o lo soltaron porque delató a todos al primer toque de picana...? Mengano no cuenta nada, dice que mejor no le preguntemos". A mí me pasó, Rolando. ¿A usted no? ¡Qué raro! Nadie sabía nada y, si sabía un poquito, mejor se callaba la boca. ¿Para qué comentarlo con alguien que a lo mejor era agente de inteligencia, y nos agregaba a una lista de futuros secuestrados? Por lo menos un millón de personas fue afectada por la guerra sucia, desde 1970 hasta 1983. Un juego de niños al lado de la Guerra Civil Española, que registró un millón de muertos. Ni qué hablar, cuando lo comparamos con la Segunda Guerra Mundial, con 20 millones de muertos, la mayoría de nacionalidad rusa. No le busque la vuelta, averigüe. En fin: los dos bandos, el terrorista y el represivo, estaban vinculados con el Estado y lo siguen estando, de manera que todos cometieron delitos de lesa humanidad. Incluyendo el robo de bebés, el hurto de joyas, divisa extranjera, propiedades y acciones de sociedades financieras, el asesinato por conveniencia, el fusilamiento in situ, y otras barbaridades. Yo propongo, entonces, que el Congreso de la Nación apruebe una gran ley de amnistía para el período 1970-1983, exclusiva para los delitos cometidos en clave política. Si la Comisión Sábato fue presidida por Ernesto, esta nueva comisión pacificadora, encargada de diferenciar los crímenes vulgares de aquellos cometidos en el fragor de una guerra sucia, sin uniformes ni leyes, debería ser encabezada por una personalidad de la estatura de Sábato. Respetado por todos los sectores, humanista, de mérito artístico, emblema de la paz por su propia personalidad. Yo propongo a Daniel Baremboim, acompañado por un equipo de juristas, investigadores, filósofos y médicos.
Yo propongo, entonces, que el Congreso de la Nación apruebe una gran ley de amnistía para el período 1970-1983, exclusiva para los delitos cometidos en clave política
- ¡Pero usted está loco! - exclamé - Este es un país de rencores largos, de venganzas interminables. Todavía no se ha resuelto la enemistad unitarios-federales, o Dorrego-Lavalle, o Rosas-Sarmiento. Hay alguna gente que quiere voltear el monumento a Roca, el general que enfrentó a los malones indios e hizo posible un país civilizado. Claro que empleando métodos brutales e injustos, eso desde ya.¡Pero eso sucede siempre, mi querido González! Al final de esta historia, se van a agarrar a tiros, todos, de nuevo. ¡Además, usted vuelve a la carga con la teoría de los dos demonios, que ya ha sido desechada!
Este es un país de rencores largos, de venganzas interminables. Todavía no se ha resuelto la enemistad unitarios-federales, o Dorrego-Lavalle, o Rosas-Sarmiento
- Mire, González. Déjeme en paz. Si empezamos otra vez con estas cosas, vamos a terminar todos presos. Pongamos paños tibios. Hay injusticias, sí, pero también las hubo antes... ¡No siga con esto, González, por favor, no! ¡Basta de historias, déjeme tranquilo..! Ya está todo tan empiojado que no se puede investigar nada. Esto quedará como las Invasiones Inglesas, la Guerra al Malón o la Vida de San Martín. Nunca se sabrá cómo fue.
- Bueno, González, diga. A ver si le sale algo más sensato.
- Se reúne el Parlamento argentino en pleno (senadores y diputados) para aceptar la soberanía del Reino Unido de la Gran Bretaña sobre las Islas Falkland.
Ya está todo tan empiojado que no se puede investigar nada. Esto quedará como las Invasiones Inglesas, la Guerra al Malón o la Vida de San Martín. Nunca se sabrá cómo fue
- ¿Usted está loco?
- ¿Por qué insiste en llamarlas Falkland, González?
- ¡Porque así figuran en todos los mapas del mundo! Son inglesas. Están habitadas por británicos que hablan en inglés y obedecen a la Reina desde hace más de un siglo. Esto, debemos reconocerlo. Al mismo tiempo, el Congreso argentino debería ofrecer a su similar inglés una amplia negociación sobre los intereses marítimos, pesqueros, petroleros y territoriales en torno a las islas Falkland, Georgias, Sándwich del Sur y otras del Atlántico Sur. Las Malvinas son dos islas. Una se llamaba "de los Patos" (por los Pingüinos, que así eran conocidos en la Antigüedad por los marineros) y la otra " de San Son", como si fuera un santo católico, que no lo es. Se consideraba que los gigantescos Patagones o Tehuelches, vecinos costeros de las islas, eran unos "sansones", como el de la Biblia. ¿Comprende? Pero lo importante es que las islas son dos. Dos. ¿Entiende lo que es dos? Si hay dos (2) pretendientes para una sola novia, estamos en problemas. Pero si las novias son dos, siempre se puede llegar a alguna negociación. .¿Nos vamos entendiendo?
- Lo que usted dice es un mamarracho, González. Con este tipo de ideas, también vamos a terminar a cañonazos en el Atlántico Sur. Por más que haya un gran capital a dividir en petróleo, pesca y otros intereses.
- Perdón, Rolando. ¿Usted escribió que, en los años 60, había sido un típico zurdito del Nacional Buenos Aires?
- Si.
- Lo sigue siendo, Rolando. Con sus 65 años, lo sigue siendo.
- ¡Y usted está cada vez más facho, señor González!
Fin del diálogo..
Fuente: lanacion.com
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