Opinión
MARCOS R. CARRILLO P. | EL UNIVERSAL
viernes 12 de agosto de 2011 11:48 AM
La solución de la ministra Iris Varela al problema carcelario es un digno ejemplo de las divagaciones propias de los extremistas. Ha decidido soltar el 40% de los presos, destituir al juez que se le atraviese y prohibir la privación de libertad a cualquiera que sea capturado cometiendo un delito de ahora en adelante.
Dada la increíble estulticia de esta trinidad, no provocaría ni comentarla. No obstante, es importante glosar estas curiosas medidas porque son el vivo ejemplo del pensamiento radical -irracional- que se alberga en la extrema derecha o izquierda indistintamente. En un petulante solipsismo, propio de quien cree poseer el cáliz de la verdad, asume que las ideas que tiene -disculpen, por favor, el término exagerado-, de por sí son una realidad efectiva, eficiente e invulnerable.
Es esta una conducta reiterada en el Gobierno. Ante la inflación producen una ley de control de precios, como si su sola existencia abaratará el costo de la vida e hiciera aparecer los productos; para la carencia de vivienda, decretan una misión que no construye casas, pero las promociona en TV; ante el problema carcelario la inefable Iris se suelta con su solución de tres raíces.
La fórmula Varela demuestra una superlativa ignorancia no sólo del tema carcelario sino de la sociedad en general. Es un voluntarismo inservible e infantil. La señora cree que los unicornios existen porque los puede imaginar. A eso se reducen sus impertinentes remedios. Es una especie palurda del "cogito ergo suum" en el que el "pienso, luego existo" es sustituido por un ridículo "lo pienso, ya se hizo" en el que el análisis de las complejidades, de las causas, efectos y contexto de las situaciones no tiene cabida, pues la ocurrencia de sus desvelos puede más que los razonamientos de especialistas.
Ahora, en lugar de presos asesinados -cosa reprochable- serán ciudadanos de bien quienes seguirán muriendo víctimas del hampa. No importa que aumenten la delincuencia y la impunidad. La ecuación, cree ella, la dejará con cifras históricas para mostrar en su gestión, no importa que el resto del país se caiga a pedazos por culpa de su arrebatada inspiración.
La ministra, como sus colegas, está signada por un utopismo pueril y un voluntarismo ignorante, ingredientes que al unirse sólo dan un resultado: el fracaso.
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