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sábado, 30 de julio de 2011

La Isla del Lector: La cultura está en el llagar

Inaciu Hevia Llavona recoge en su último libro la importante riqueza etnográfica que se conserva en torno a la sidra en tierras de Maliayo

Hevia, con un ejemplar de su obra, junto a Miranda, que escancia un culete.
Hevia, con un ejemplar de su obra, 
junto a Miranda, que escancia un 
culete. mariola menéndez

Oles (Villaviciosa),    





Mariola MENÉNDEZ

Con la intención de promocionar y divulgar la riqueza patrimonial de la ancestral cultura de la sidra, el estudioso Inaciu Hevia Llavona, miembro de la Fundación Belenos de estudios etnográficos, ha escrito «Sidra y lagares tradicionales en tierras de Maliayo», animado por la convicción de que «lo que no se conoce no se aprecia». El libro, editado por la Fundación José Cardín Fernández, es fruto de diez años de trabajo de campo y «da fe de lo que queda, que es mucho, a pesar de que sobre los años 50 los lagareros vascos compraron mucha sidra y también muchos llagares».

Hevia agrega que su objetivo es inculcar que «se valore el patrimonio histórico y cultural» y se hace eco de unas palabras del hasta hace poco director del Museo del Pueblo de Asturias y actualmente director general de Turismo y Patrimonio Cultural, Juaco López Álvarez, de que «hay que empezar a ver el patrimonio como una riqueza, no como un estorbo». Pues muchos elementos han quedado reducidos a leña o se pudren en algún rincón.

No es el caso del llagar de Salustiano Miranda San Feliz, que, exceptuados los arreglos necesarios para su mantenimiento, se ha conservado casi intacto, desde su fundación en 1905, en el barrio de Tuero, en la localidad maliayesa de Oles. Todavía elabora sidra siguiendo los métodos tradicionales y es un ejemplo vivo del llagar tradicional, tan arraigado en la Asturias rural. Conserva elementos que hoy podrían exhibirse en cualquier museo: un antiquísimo sacacorchos y cajas de cientos (una especie de palé utilizado entonces), con capacidad para 20 botellas, realizadas en madera. Una de sus peculiaridades radica en que la masera es de piedra arenisca, abundante en la Marina de Villaviciosa, y aún conserva el suelo original de tierra.

Como prueba de que en el llagar de Salustiano Miranda se realizaban espichas abiertas al público y de pago, el recinto tenía (y todavía tiene) un urinario con salida al exterior en una de las paredes. La razón es que hasta los años 70 no se cobraba por asistir a las espichas, sino que el pago satisfacía cuando uno tenía que salir a miccionar (son de sobra conocidas las propiedades diuréticas de la sidra) y quería volver a entrar. Entonces tocaba apoquinar una perrina, una perrona o un duro, dependiendo de la época, según documenta Inaciu Hevia.

El autor del libro reconoce que el despoblamiento de las aldeas ha traído consigo una pérdida de peso de las espichas, tan frecuentes en otros tiempos en los que los llagares eran más abundantes. Añade que «un reto utópico» es realizar un censo de las edificaciones que aún se mantienen en pie porque asegura que son «imposibles» de cuantificar. A este respecto, considera que «la cultura sidrera sigue muy arraigada» y dice que el consumo se ha mantenido estable, aunque los hábitos han variado. Hevia ha realizado un exhaustivo trabajo de campo recorriendo los llagares tradicionales en tierras de Maliayo (Villaviciosa, Cabranes y parte de Colunga), pero dice que es una labor continua. De ese trabajo, destaca la «amabilidad de la gente». Las últimas «joyas» que ha descubierto son dos llagares en Arroes.

El libro incluye un glosario de téminos referidos a la sidra y un censo de 1875 de productores facilitado por Senén Rivero.
Fuente: La Nueva España

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