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sábado, 25 de junio de 2011

Una gestión sin montañas rusas

Caja Madrid, CAM y Bancaja financiaron Terra Mítica y Warner, parques de atracciones que no han sido rentables
Aeropuerto privado de Ciudad Real.
Aeropuerto privado de Ciudad Real.
25/06/2011 00:00 /
Mientras la mayoría de las cajas españolas se contagiaban de la fiebre del ladrillo, Cajastur pasó el primer decenio del siglo reforzando sus posiciones en sectores estratégicos y alejados de las fluctuaciones especulativas del sector inmobiliario. Los activos de la entidad asturiana pueden resentirse de la crisis, pero están a salvo en empresas que trabajan en la energía, el transporte o las telecomunicaciones. El Banco de España y decenas de observadores independientes ensalzan una gestión profesional, independizada de la política y solvente que la ha mantenido a salvo de los grandes proyectos propagandísticos que lastran los balances de otras cajas mayores pero peor preparadas para sobrevivir a la recesión. En conjunto, el sector acumula 217.000 millones de euros invertidos en la construcción y corre el riesgo de perder casi la mitad, según las cifras oficiales del Banco de España.
Un salto atrás hasta el cambio de siglo explica cómo fue posible la hazaña de que el pez chico se comiera al grande y de que la digestión de Caja Castilla-La Mancha no hay impedido a Cajastur tener en mente otras operaciones ambiciosas. Podría haber sido la tercera caja del país si su asociación con CAM no hubiera zozobrado entre las sospechas de que los balances de la entidad alicantina escondían sorpresas aún más desagradables que su mala situación reconocida. Y, como en las historias más trilladas de superación personal, todo comenzó con una crisis. A la altura del año 2000, las maniobras por el control del rebasaron los ámbitos internos donde se podían dirimir con discreción. Casi desembocaron en una guerra civil del PSOE y enconaron los ánimos entre todos los partidos y los sindicatos. Cuando el pulso se resolvió con la derrota de Vicente Álvarez Areces, las partes intentaron que no se repitiera nunca. El economista Manuel Menéndez volvió a la presidencia y la Junta General aprobó una Ley de Cajas que intentaba apartar a los representantes políticos de la gestión cotidiana.
A juicio de los expertos, la nueva norma consiguió sus objetivos de un modo razonable. Cajastur se embarcó en una senda de inversiones juiciosas, modernización y reducción de costes mientras otras cajas se involucraban en extravagantes caprichos políticos o cedían a la tentación del lucro inmediato. A Caja Castilla-La Mancha (CCM), intervenida por el Banco de España en 2009 y adjudicada a la caja asturiana, la enterraron sus apuestas inmobiliarias. Como símbolo de toda una época de excesos queda el proyecto concebido como aeropuerto internacional de Ciudad Real, el único de promoción privada de España. Costó 1.100 millones de euros y, aún hoy, tres años después de su apertura, desprende un aire de provisionalidad. Su promotora quebró en 2010.
No cuesta trabajo encontrar otros ejemplos de proyectos acometidos por voluntad política en contra de los criterios de racionalidad económica. En la Comunidad Valenciana, la CAM y Bancaja contribuyeron con 150 millones de euros al desarrollo de Terra Mítica, el gigantesco parque de atracciones que primero Eduardo Zaplana y, más adelante, Francisco Camps se empeñaron en construir junto a Benidorm. El proyecto nunca ha dejado de ser un fiasco y ha pasado por manos de sucesivos propietarios e inversores sin remontar el vuelo desde 2000.
Caja Madrid se vio envuelta en una iniciativa similar. Alberto Ruiz Gallardón, aún presidente de la comunidad madrileña a finales de los años 90, logró que financiara la cuarta parte de los 380 millones de euros que costó el Parque Warner de San Martín de Valdeiglesias. Abrió en 2002 y, desde 2008, da beneficios, pero tan débiles que apenas permiten amortizar la deuda de 240 millones acumulada en sus primeros años.
En Córdoba, Cajasur, controlada por la Iglesia hasta el año pasado, multiplicaba sin control su participación en sociedades inmobiliarias. Los gestores de la vasca BBK, a quienes la adjudicó el Banco de España, han comprobado con estupor que la herencia incluye 75 empresas en apuros del sector del ladrillo. No son las únicas. Las cajas han declarado más de 500. Más del 30% de los créditos de Caja España y Caja Duero fueron a financiar promociones inmobiliarias en los últimos años.
Fuente: La Voz de Asturias

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