Alfonso Fernández
Washington, 26 jun (EFE).- Los escasos apoyos recabados por el mexicano Agustín Carstens, autodenominado candidato de los países emergentes para dirigir el Fondo Monetario Internacional (FMI), han revelado que el "mundo emergente" es más una figura retórica que una realidad.
Por contra, la favorita y candidata de la "tradición", la francesa Christine Lagarde, no sólo ha mostrado el apoyo sin fisuras de Europa, si no que consiguió rápidamente el respaldo del Banco Africano de Desarrollo (BAD), que agrupa a una treintena de países africanos pertenecientes al FMI, y el de países como Egipto o Indonesia, entre otros.
La disputa entre Lagarde, ministra de Finanzas de Francia, y Carstens, gobernador del Banco Central de México, ejemplifica una batalla desigual que ilustra la dificultad o la dejadez de las economías emergentes de presentar un frente común, aún lastradas por intereses contrapuestos, y consolidar su creciente rol económico.
El FMI ha anunciado que el próximo martes 28 los integrantes del Consejo Ejectivo se reunirán para hablar sobre las fortalezas de los dos aspirantes al puesto con el objetivo de completar el proceso de selección para el 30 de junio.
"La falta de unión entre los mercados emergentes es probablemente el factor más sorprendente y significativo de esta campaña" para elegir a un nuevo líder del FMI, dijo a comienzos de junio Fred Bergsten, director del Instituto Peterson de Washington.
Sin embargo, el proceso de selección para suceder a Dominique Strauss-Kahn, acusado de presunta violación a una empleada de un hotel de Nueva York, arrancó con un inusual y rotundo comunicado conjunto por parte de los cinco miembros de los grandes países emergentes, el grupo llamado BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Los BRICS tildaron de "obsoleta" la tradición de que el director gerente del FMI sea europeo e indicaron que "la convención de que la selección del Director Gerente sea hecha en base a la nacionalidad debilita la legitimidad del FMI".
Parecía, entonces, que el mundo emergente estaba decidido a desafiar el pacto de caballeros vigente desde la creación del FMI y su institución hermana, el Banco Mundial, en 1946 en Bretton Woods, que repartía la dirección de ambos organismos multilaterales para un europeo y un estadounidense, respectivamente.
Junto con el nombre de Carstens, comenzaron a barajarse otros candidatos como el ministro de Planificación de Sudáfrica, Trevor Manuel; el gobernador del banco central de Kazajistán, Grigori Marchenko; o el exdirector del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas, el turco Kermal Dervis.
Poco a poco, sin embargo, todos ellos fueron descartando presentarse, al quedar patente que no existía un compromiso creíble de respaldar una apuesta conjunta de los emergentes.
"Los mercados emergentes sólo tienen en común por ahora unos altos niveles de crecimiento, son países con estructuras económicas e intereses nacionales muy diferentes", afirmó a Efe el venezolano Moisés Naim, investigador del Carnegie Endowment for International Peace en Washington.
Naim, quien fuera director ejecutivo del Banco Mundial, reconoció que "muchos de estos países han aumentado su peso político individualmente, especialmente China, India y Brasil".
Sin embargo, agregó, "este aumento de poder individual no se ha traducido en un poder colectivo".
Ni siquiera en el ámbito latinoamericano Carstens ha conseguido el apoyo unánime, ya que los grandes economías como Brasil o Argentina han eludido comprometerse.
"En Latinoamérica, una vez más, hemos visto que el discurso unidad continental no se cumple con hechos, solo más promesas incumplidas y palabras", apuntó Naím.
Por su parte, Mark Weisbrot, codirector del centro de estudios Center for Economic and Policy Research, restó importancia a la candidatura de Carstens ya que "realmente no representa un gran cambio".
"El verdadero cambio radica en que el FMI cada vez es menos relevante, los países emergentes cada vez prestan menos atención a sus dictámenes y ya no necesitan su apoyo", aseguró a Efe Weisbrot.
En este sentido, agregó, la cuestión de la representación de los países emergentes en el FMI es un "problema estructural", ya que la modificación en el sistema de cuotas realizada durante la dirección de Strauss-Kahn para aumentar su peso fue "diminuta".
A juicio de Weisbrot, los países emergentes son conscientes de que el simple cambio de director gerente "no significa nada", lo que explicaría la falta de entusiasmo por Carstens de parte de un "bloque emergente", que quizá nunca fue tal. EFE
Fuente: Expansión.com
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