Un
año después podemos decir que la cosecha 2013 ha sido extensa y
variada. Una añada para no olvidar. Aquí ofrecemos una selección de
libros que definirán la calidad, saboreados y elegidos por los
especialistas Marta Sanz, Ricardo Menéndez Salmón y Miqui Otero, y la sección de Cultura de El Confidencial. No hay un vencedor, sólo son muchos de los libros que deberían figurar entre las lecturas del año que termina.
Instrucciones para fracasar mejor, de Miguel Albero (Abada Editores). Un repaso por la historia del fracaso desde la novela, la filosofía, el cine, las artes, la autoayuda... El fracaso como referente cultural del hombre capitalista. Miguel Albero ha levantado una obra magna contra el éxito como bien supremo y todos los pagarés devengados a los que se somete uno, pero también como revelación de un tabú que esconde un hecho inherente e inevitable.
Instrucciones para fracasar mejor, de Miguel Albero (Abada Editores). Un repaso por la historia del fracaso desde la novela, la filosofía, el cine, las artes, la autoayuda... El fracaso como referente cultural del hombre capitalista. Miguel Albero ha levantado una obra magna contra el éxito como bien supremo y todos los pagarés devengados a los que se somete uno, pero también como revelación de un tabú que esconde un hecho inherente e inevitable.
Cuentos completos, de J. G. Ballard (RBA). Cuatro años después de su muerte, llega por fin a España el libro que quizás refleja mejor la ruptura histórica propuesta por Ballard: sus Cuentos completos. Una biblia de la ciencia ficción que pesa 1,5 kilos, tiene 1.400 páginas e incluye 98 cuentos, cuatro de ellos inéditos en español. Relatos escritos entre 1956 y 1992, pero cuya lectura sigue provocando una extrañeza blindada a la erosión del tiempo.
El chico de la trompeta, de Dorothy Baker (Contraseña). Bix Beiderbecke, cornetista y protagonista de una vida de jazz propia de las mejores novelas de autodestrucción. Escrita en 1938 y adaptada al cine en 1950, el fanatismo contra una vida normal y tibia es recogido sin complacencia.
Coral Glynn, de Peter Cameron (Libros del Asteroide). Un ejercicio vintage que rescata el tono, la trama y los ambientes de las novelas de autoras como Elizabeth Taylor o, incluso, Muriel Spark; historias que arrancan en la candidez y viran hacia lo perverso y casi gótico. Si la idea era escribir una novela que captase el pulso de toda una sociedad, si no lo ha logrado se ha quedado muy cerca.
Intemperie, de Jesús Carrasco (Seix Barral). Con un cargamento infinito de términos caídos en desgracia y cocidos al calor de los encinares, Carrasco presenta una simple narración en fuga: un niño emprende la huida de un alguacil y sus ayudantes, y un cabrero anciano le da cobijo. No hay más trama, Intemperie es una novela urdida con las hebras del paisaje natural y humano, los dos protagonistas.
Limónov, de Emmanuel Carrère (Anagrama). La novela arranca en Moscú el 7 de octubre de 2006, el día en que fue asesinada Politkóvskaya a tiros. El escritor y periodista francés monta una novelesca y muy exagerada vida de Limónov, un personaje turbio en la era de Putin.
Librerías, de Jorge Carrión (Anagrama). Crónica de viajes y libros, en la que el autor investiga y reflexiona sobre las librerías que ha ido encontrando por los cinco continentes. Aborda en su peculiar repaso cuestiones tan dispares como la figura del librero, los editores, los consumidores, las bibliotecas, el futuro digital, la censura o su propia experiencia en la visita y el recorrido. Un retrato vivo.
La mala luz, de Carlos Castán (Destino). Para pasar uno de esos “buenos malos ratos” que proporcionan el cine o la literatura. Una literatura que no se avergüenza de serlo y rescata referentes como El dolor de Marguerite Duras. Aridez, oscuridad, muerte del hijo, precariedad, la mala luz… Es evidente que algo huele a podrido en Dinamarca y que los novelistas no son ajenos a lo que ocurre en la calle.
En la orilla, de Rafael Chirbes (Anagrama). Desolación en la plaza pública y la lucidez del aguafiestas. Dos de las inconfundibles marcas de la casa de uno de los escritores de referencia, incómodo para el poder, para los de la burbuja, para los del sobre, para todos los mangantes. Y los magnates. No es amable, es necesario para saber de dónde viene este cementerio de esqueletos de hormigón llamado España.
Colegiala, de Osamu Dazai (Impedimenta). Colección de relatos que habla de mujeres, crecimiento, literatura y de un concepto muy especial de la sensibilidad: “La belleza pura siempre carece de sentido y de moral […] Por eso me gusta tanto el rococó”. A pesar del menosprecio de sus personajes femeninos, la perspectiva de Dazai no es misógina, refleja una capacidad de observación que avala su apelativo del Dostoievski japonés.
Cómo todo acabó y volvió a empezar, de E. L. Doctorow (Miscelánea). Una novela trágica sobre proxenetas, prostitutas, pioneros, asesinos, inmigrantes, mineros… La crónica que el personaje narra con frialdad sobre el empeño por levantar un pueblo en mitad de Dakota y así sobreponerse a un instante de cobardía y vergüenza, para lograr un instante de civilización y esperanza.
La piedra de moler, de Margaret Drubble (Alba). Con un agridulce sentido del humor la escritora relata una experiencia de maternidad al margen de tópicos, tanto tópicos progresistas como tópicos conservadores en torno a la decisión, no tan premeditada ni tan grandilocuente, de ser madre.
14, de Jean Echenoz (Anagrama). La nueva novela del autor francés es el resultado de otro encontronazo de quien está condenado a la realidad. Amante de los hechos, los documentos, los archivos, las fotografías, las cartas manuscritas, grabaciones, llegaron a su poder la vida y papeles de uno de aquellos cientos de miles de personas convertidas en soldados convertidos en muertos, que se encargó de transformar en personaje.
Necesario pero imposible, de Javier Gomá (Taurus). Con este ensayo remata Javier Gomá la tetralogía en la que ha tocado todos los temas universales del ser humano, desde el amor a la angustia. Su última visión es lanzar una vieja pregunta ignorada: en qué condiciones la individualidad del ser humano continúa más allá de la muerte.
Contarlo todo, de Jeremías Gamboa (Mondadori). Diez años en la vida de un joven periodista peruano que ha renunciado a todo con el propósito de convertirse en escritor. Para ello tendrá que contarlo todo y el resultado es una profunda y generosa novela, en la que Lima se presenta como el personaje más cautivante de todos ellos.
El tiempo menos solo, de Abraham Gragera (Pre-Textos). Casi ocho años después del primer poemario (Adiós a la época de los grandes caracteres) del autor más importante de su generación, su nueva obra confirma la renovación formal que emprende a partir de la profunda lectura de la tradición del aprecio por la palabra. “Porque en nuestro futuro no hay memoria/ y somos el futuro de todo lo que está a nuestras espaldas”.
La transmigración de los cuerpos, de Yuri Herrera (Periférica). La epidemia del virus AH1N1 arrasa con todos. En México, la población asustada se encierra en sus casas por miedo al contagio y la ciudad queda abandonada. Herrera monta un ambiente sórdido ante la amenaza del fin del mundo. Y ahí aparece su protagonista, el Alfaqueque, caminando entre la miseria y el desconsuelo, con una prosa exacta, renovadora y llamada a ser estrella latinoamericana.
Diario de campo, de Rosario Izquierdo (Caballo de Troya). La intensidad puede hasta con la sociología, los números, las clasificaciones y las estadísticas. La documentación y el análisis se convierten en historias de vida que discurren sin límites por el barrio de las tres mil viviendas de Sevilla, en busca de la exclusión social, de los límites humanos que separan el pudor del sensacionalismo.
Chavs: la demonización de la clase obrera, de Owen Jones (Capitán Swing). "El odio a los chavs es una manera de justificar una sociedad desigual". Un chav inglés es un choni español. Owen Jones recupera en este portentoso estudio el conflicto de las clases. Ese odio contra el choni es para el autor propio de una sociedad clasista: este odio es mucho más que enobismo, “es lucha de clases”.
Kafka enamorado: Cartas a Felice. Correspondencia de la época del noviazgo (1912-1917), de Franz Kafka (Nórdica). El gran volumen recoge todas las palabras de amor desesperado del autor de La metamorfosis (1915) por aquella joven que conoció por casualidad. Kafka se echa novia, pero el intenso romance epistolar no acaba bien.
Lección de anatomía, de Danilo Kiš (Acantilado). Soberbio, sagaz, delirante. Kiš se inclina sobre el cadáver. Bisturí y raja sobre el kitsch artístico e ideológico, como una metáfora de las relaciones entre el arte y el poder. Una lección modélica y contundente sobre la impostura y la falsificación; una resistencia al sinsentido de las sociedades totalitaristas europeos que desbarataron el siglo XX.
Hallazgo de un cadáver, de Eva-Marie Liffner (Nórdica). Un ejercicio de estilo brillante donde se superponen imágenes y estratos del tiempo. Los resortes de la mejor novela criminal se solapan con los de la mejor novela histórica. Una apasionante novela sobre la recuperación de la memoria y el hallazgo de la dignidad.
1914. De la paz a la guerra, de Margaret MacMillan (Turner). Para calentar los motores del recuerdo a los cien años de la Primera Guerra Mundial, nadie como la historiadora canadiense –la mayor experta en la Gran Guerra- para advertir sobre las similitudes entre la situación actual y el contexto previo a la contienda y que no suene a tesis coyuntural. Asegura que hoy también prima el recurso a la violencia que al diálogo.
En los dominios de Amazon, de Jean-Baptiste Malet (Trama). La fórmula del éxito de la multinacional: sólo esfuerzo y rentabilidad, descubierta por el periodista francés que se coló en una de sus naves para trabajar como el resto de empleados. Los de Amazon se definen como “exploradores”, Malet les define como “explotadores”, para dibujarles como una amenaza para la sociedad democrática.
Operación dulce, de Ian McEwan (Anagrama). Pasó por las fajas y las estanterías como la primera novela de espías del sardónico autor británico, cuando, en realidad, es el envoltorio que esconde el ejercicio más breve y experimental de todos los suyos. Cose el mundo de los escritores al mundo de los servicios secretos, rociados con una historia de amor y una mirada irónica sobre novelistas apasionados por el poder.
Cuatro por cuatro, de Sara Mesa (Anagrama). Un texto, ambientado en un internado, absolutamente exótico en el panorama de la literatura española: la indagación sobre el mal se encorseta en una estructura cerrada y claustrofóbica, en la reiteración del compás del cuatro por cuatro y en esos espejos de sexualidad y muerte que se reflejan unos dentro de otros hasta el infinito.
La hora violeta, de Sergio del Molino (Mondadori). La narración constituye la búsqueda de una palabra para expresar el dolor por la pérdida de un hijo pequeño. Una palabra que no existe en los diccionarios y que Del Molino cerca con una prosa que nunca cae en el melodrama ni en el sentimentalismo. Una de las novelas más bellas y más duras del año, que aventura un autor con futuro.
Por si se va la luz, de Lara Moreno (Lumen). Sin rodeos: una de las apariciones más satisfactorias de la temporada. Una primera persona deslumbrante, enemiga del sentimentalismo y obligada a las esperanzas. Una pareja de urbanitas se da a la fuga del asfalto esperando que el campo y el pueblo calmen sus dolores y sequen sus desdichas. Un viaje íntimo e intimista camino a la renuncia.
Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina (Seix Barral). Ensayo urgente sobre la destrucción de un país fraguado en los débiles pilares de una transición democrática, que se ha mostrado carente de proyecto por el bien común. Un mea culpa en el que Muñoz Molina hace un repaso de las facilidades con las que los políticos han dilapidado las esperanzas de un Estado libre y autocrítico.
Cielos, de Wajdi Mouawad (KRK). En un mundo apocalíptico, donde todo rastro de vida, excepto la humana, ha desaparecido, un grupo de técnicos intenta desentrañar las claves que permitan evitar un inminente ataque terrorista. Pieza teatral que funciona como una máquina dialéctica que arrasa y aplasta toda pretensión de verosimilitud, para mostrar las miserias de la época posindustrial.
Mi vida querida, de Alice Munro (Lumen). “La verdad es que en el amor nada cambia demasiado”. La Premio Nobel de Literatura mantiene el cuchillo afilado hasta la última línea. En su último libro de relatos, la escritora canadiense deja pasar a las habitaciones de su propia vida. Ella misma lanza una falsa advertencia para emborronar aún más los límites entre ficción y realidad: “Esto no es un cuento, tan solo es vida”.
Donde mueren los payasos, de Luis Noriega (Blackie Books). Vale, nos e puede confiar en los payasos, pero ¿y en los políticos? Si la respuesta está en este libro ya se pueden imaginar cuál es. Noriega ha montado una disparatada fábula sobre la idea de la democracia como farsa electoral, que esconde una carrera de ratas por conquistar la presencia de un país. Irreverente, oportuno y divertido.
El comunista manifiesto, de Iván de la Nuez (Galaxia Gutenberg). El comunismo se ha convertido en una nueva experiencia con la que vivir la ilusión de la rebeldía. Ha devenido en marca, en un ingrediente más del mercado. Una vez muerto y enterrado, su fantasma recorre toda Europa gracias a la fuerza de la publicidad. De la Nuez firma uno de los ensayos más perspicaces del año.
¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individualista, de Carolina del Olmo (Clave intelectual). Madres culpables e inseguras por la montaña de propaganda y mercadotecnia para triunfar en la crianza del hijo. Padres con los mismos problemas. Y una sociedad que ignora una pieza básica en las políticas sociales: dejar de someter la vida de los niños a la de los adultos.
The Wanderers, de Richard Price (Roja y Negra). Realista en sus emociones, la mítica novela de Price repasa la vida de un grupo de amigos que juegan a los bolos y se pelean con bandas rivales, que siguen emborrachándose y que hacen de la adolescencia una leyenda. Una de las mejores épicas de estos días, sin caducidad.
Todo lo que una tarde murió con las bicicletas, de Llucia Ramis (Libros del Asteroide). La autora conjuga la crisis y la precariedad con el recurso a la memoria como evasión, intentando extraer lo que de mítico existe en cada historia familiar. En este libro de algún modo se manifiesta lo mucho que puede llegar a doler los intentos de escapada.
Sociofobia, de César Rendueles (Capitán Swing). No hay duda de que con este libro Rendueles ha logrado devolver al debate político la necesidad de resolver las desigualdades. El gran triunfo del capitalismo es volver incapaces a sus ciudadanos para gestionar su propia vida y demostrarles que no hay necesidad de alcanzar consensos. Frente a las preferencias individuales, el autor llama a atender los problemas comunes entre todos.
La habitación oscura, de Isaac Rosa (Seix Barral). ¿Puede un espacio oprimir y liberar? ¿Podemos volver a confiar en los demás y apoyarnos en los otros para lograr un avance común? Una novela contra el empeño individualista, con el máximo rigor retórico como única fórmula para afrontar una visión crítica del mundo en un texto literario. Isaac acaba con el discurso complaciente anticapitalista, porque el capitalismo somos nosotros. Aunque no lo vemos.
Beowulf, de David Rubín (Astiberri). A partir de la leyenda del héroe escandinavo, el dibujante David Rubín y el guionista Santiago García han montado una de las adaptaciones al cómic más espectaculares del año. Tras la publicación de El héroe, este álbum supone la confirmación de uno de los autores más prometedores de la disciplina.
Crisis (de ansiedad), de Juanjo Sáez (Reservoir Books). El final del escapismo y la complacencia hace cima en este trabajo con el que Sáez expurga el peor año de su vida para convertirlo en asunto común. Una línea muy dura y cruda, que el autor de cómics ha adoptado por exigencias del guion, sorprendiendo con una notable capacidad contra la indiferencia.
Daniela Astor y la caja negra, de Marta Sanz (Anagrama). Sin rodeos, esta novela es importante porque supone un ajuste de cuentas con aquella España hipócrita capaz de crear y defender leyes que mandaron a la cárcel a las mujeres que decidieron sobre su cuerpo y su vida. Daniela se rebela contra un mundo de misses, escotes, destapes, “sueños de mierda”, asediados por una palabra tabú: aborto.
Atlas de islas remotas. Cincuenta islas en las que nunca estuve y a las que nunca iré, de Judith Schalansky (Nórdica y Capitán Swing). De entre la multitud de autores aparecidos esta temporada en nuestras librerías, sin duda Schalansky destaca por su apuesta por la originalidad y la imaginación. Además, por partida doble, porque junto al libro referido apareció otra maravilla suya titulada El cuello de la jirafa (Mondadori). Dos cantos contra la opresión.
Al envejecer, los hombres lloran, de Jean-Luc Seigle (Seix Barral). Verano de 1961. El primer aparato de televisión llega a un pequeño pueblo francés. Motivo suficiente para que Seigle destripe en veinticuatro horas los afectos y mentiras de una familia, pero también los de un país y, por extensión, los de una época. La potencia de esta novela radica en su capital emotivo, una de las más conmovedoras que hayamos podido leer en 2013.
Karoo, de Steve Tesich (Seix Barral). En una sociedad sin grandes ideales y sin alternativas a un sistema derrotado que sigue matando, aparece este personaje ultrajado y trágico, un payaso superviviente al que compadecemos y repelemos. Tesich hurgó en una herida sangrante, del humor al drama, en una novela humanista escrita contra la imagen del artista animador de fieras.
La vida simple, de Sylvain Tesson (Alfaguara). Huir a los bosques, escapar del rumor de los trabajos y los días, hacer de la libertad el empeño más arduo y la conquista más honda, es el motivo de esta narración en primera persona sobre la ruptura radical con el gregarismo. Los osos a la puerta de tu casa tras el deshielo no importan si has conquistado la independencia desde la profunda soledad.
Divorcio en el aire, de Gonzalo Torné (Mondadori). Nostalgia, familia, amor, frustración, la tercera novela de Torné es la más irónica de todas. Era el tono para construir una tragicomedia sobre un individuo que no descansa de la contradicción. Efecto inmediato de nuestro mundo, sin intenciones críticas contra él, pero de consecuencias devastadoras sobre la comunidad en la que vivimos.
Europa en ruinas, de Hans Magnus Ezensberger (Capitán Swing). Antología de relatos de testigos oculares de la posguerra europea, recopilados entre los años bisagra 1944 y 1948 por el ensayista alemán Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades y uno de los mejores ensayistas europeos del último medio siglo. La clave vigorosa del reportaje literario sobre una época en ruinas y extrañamente poco estudiada.
Vomit. Antología de poesía joven norteamericana, de Varios autores (El Gaviero). Drogas, sexo, aburrimiento y mucha poesía, la literatura que vomita es obra de una generación de adolescentes llamada a protagonizar una revolución contra las falsas esperanzas. Esta compilación de 15 autores norteamericanos demuestra que más allá de la belleza y del verso, la poesía es posible.
Las armas y el oro, de Ángel Viñas (Pasado & Presente). La síntesis de la tetralogía sobre la Guerra Civil, publicada por el autor en la editorial Crítica, se presenta con nuevos datos de la aportación en armas y financiación que ambos ejércitos recibieron durante la contienda, con nuevos datos sobre la movilización del oro del Banco de España y la estrategia de Franco para recuperarlo.
La canción de amor de Jonny Valentine, de Teddy Wayne (Blackie Books). Justin Bieber es la mayor estrella fabricada nunca por ese agujero negro pop llamado YouTube y Teddy Wayne aprovecha las peripecias del cantante canadiense para hablar de los que asistimos al espectáculo. La sátira evita el blanco fácil y apunta a la tristeza y el dolor de un niño de once años atrapado en la maquinaria.
Fuente: El Confidencial
No hay comentarios:
Publicar un comentario