Jueves, 16 de agosto de 2012
La crisis de 2008 derrumbó
economías, destrozó empleos y vidas, arrasó ahorros y expectativas y,
peor aún, parece haber sucedido en vano.
La manipulación de la tasa interbancaria Libor, las multimillonarias estafas llevados a cabo por oscuros operadores, la venta fraudulenta de seguros y hasta errores que bordean la comedia, como el cobro repetido del mismo retiro de cajero automático, muestran un sector disfuncional.
En esa catedral histórica de las finanzas que es Reino Unido, la reputación de los banqueros está por el piso.
Según la última encuesta, sólo un 10% de los británicos confía en sus bancos. Un sondeo similar en Estados Unidos da un resultado parecido: sólo el 21% tiene confianza en su sistema financiero (en 2005 era un 53%).
Adam Leaver, miembro del centro interdisciplinario CRESC (Centre for Research on Socio-Cultural Change) y economista de la Escuela de Negocios de Manchester, le comentó a BBC Mundo que el problema reside en los pilares del actual sistema.
"El sistema financiero internacional que nació con la desregulación de los ochenta tiene problemas inextricables. El volumen de sus operaciones, superior al PIB de los países, la complejidad, interconexión y opacidad con que funciona lo vuelven una bomba de tiempo", afirmó Leaver.
La reforma pendiente
"El sistema financiero internacional que nació con la desregulación de los ochenta tiene problemas inextricables. El volumen de sus operaciones, superior al PIB de los países, la complejidad, interconexión y opacidad con que funciona lo vuelven una bomba de tiempo"
Adam Leaver, economista
En casos de economías más pequeñas, como Islandia y la República de Irlanda, este desequilibrio entre bancos y el PIB terminó con los países en bancarrota.
Un elemento fundamental de estos activos bancarios son los derivados, complejos contratos financieros sobre el valor futuro de divisas, bonos, precios de petróleo o soja. A fines de 2009, un año después del estallido de la crisis, el mercado de derivados tenía un valor superior al PIB mundial.
Un rasgo esencial de los derivados es su opacidad que, a través de una compleja dinámica financiera, nubla la trayectoria del dinero y la identidad de sus dueños.
Nada parece haber cambiado.
El gobierno de Barack Obama aprobó una tibia reforma financiera en 2010. El Banco de Pagos Internacionales, que nuclea a los bancos centrales del mundo, introdujo en 2010 regulaciones sobre el capital mínimo para los bancos que recién entrarán en vigor en 2020. En Reino Unido, sólo a fin de año se intentará aprobar una nueva legislación financiera.
"Los vasos comunicantes entre el mundo político y el de las finanzas complican mucho la regulación del sector. Los mandatarios y ministros terminan muchas veces en el mundo de las finanzas. Y hasta se da el caso opuesto, en Estados Unidos, por ejemplo, en el que los financistas terminan en el gobierno", dice Leaver.
Una cuestión de élite
Los casos abundan. El exprimer ministro Tony
Blair gana unos US$4 millones como asesor de JP Morgan y la aseguradora
Zurich International. En Estados Unidos, el rescate a los bancos en 2008
fue liderado por Henry Paulson, ministro de economía del entonces
presidente George W. Bush y exdirector de Goldman Sachs, mientras que el
equipo de Obama está hoy liderado por Timothy Geithner, de estrechas
relaciones con Wall Street.
En Europa un personaje clave de la actual
coyuntura financiera y económica es Mario Draghi, presidente del Banco
Central Europeo (BCE). Antes de ocupar su actual puesto Draghi fue
vicedirector de... Goldman Sachs. Nada más crucial en su actual mandato
que resolver la deuda contraída por los estados de la eurozona... con
los bancos.
Gunnar Beck, experto en temas legales de la Unión Europea de SOAS, Universidad de Londres, le dice a BBC Mundo que debería prohibirse este tipo de nombramientos.
"Es imposible lograr una regulación efectiva con el actual poder de cabildeo del sector financiero. Esto ya le da mucho poder sobre los gobiernos de turno. Si además se le agrega la puerta giratoria con el mundo político, el problema se vuelve grave. Tendría que estar prohibido que un político salga del gobierno y se desempeñe inmediatamente después en el sector financiero", añade Beck.
El brazo corto de la ley
Gunnar Beck, experto en temas legales de la Unión Europea de SOAS, Universidad de Londres, le dice a BBC Mundo que debería prohibirse este tipo de nombramientos.
"Es imposible lograr una regulación efectiva con el actual poder de cabildeo del sector financiero. Esto ya le da mucho poder sobre los gobiernos de turno. Si además se le agrega la puerta giratoria con el mundo político, el problema se vuelve grave. Tendría que estar prohibido que un político salga del gobierno y se desempeñe inmediatamente después en el sector financiero", añade Beck.
El brazo corto de la ley
Las polémicas relaciones del ejecutivo con el
sector financiero no quitan que, en un estado de derecho, debería haber
una separación de poderes que garantice una justicia igualitaria para el
que viola ley.
A casi cuatro años de la caída del Lehman Brothers, a cinco del primer estallido de la burbuja crediticia, asombra el escaso impacto penal que han tenido todos estos escándalos.
Es cierto que ha habido algunas casos muy
sonados como el de Bernard Madoff, condenado a 150 años de prisión por
una estafa equivalente a US$65.000 millones o el de Alen Stranford,
quien recibió este año una sentencia de 110 años.
Pero para las dimensiones de un descalabro financiero internacional que involucró caídas de grandes instituciones como Lehman Brothers y Bears Stern, rescate de bancos como el Royal Scotland Bank y el Lloyds, así como un apuntalamiento de un sistema que estuvo a un tris de colapsar, estos casos son la punta del iceberg.
"En parte se debe a cuestiones de procedimiento penal. Los casos judiciales tardan muchas veces años. De manera que habrá que esperar. Pero también, quizá, ha habido una voluntad de no apretar las clavijas por la debilidad misma del sistema financiero", señala Leaver.
Aún así, a cuentagotas, se empieza a sentir el peso de la justicia. El último escándalo, el de la manipulación de las tasas Libor, que sirve de referencia para hipotecas y derivados por valor de US$65.000 millones, tiene ya unas 20 demandas judiciales en marcha en Estados Unidos y una larga cola de potenciales litigios.
El drama de fondo no es tanto legal como económico. Mientras la justicia trata de ponerse al día con la última crisis, sigue girando la misma ruleta financiera que provocó la debacle de 2008.
A casi cuatro años de la caída del Lehman Brothers, a cinco del primer estallido de la burbuja crediticia, asombra el escaso impacto penal que han tenido todos estos escándalos.
"Tendría que estar prohibido que un político salga del gobierno y se desempeñe inmediatamente después en el sector financiero"
Gunnar Beck, experto en temas legales de la Unión Europea de SOAS
Pero para las dimensiones de un descalabro financiero internacional que involucró caídas de grandes instituciones como Lehman Brothers y Bears Stern, rescate de bancos como el Royal Scotland Bank y el Lloyds, así como un apuntalamiento de un sistema que estuvo a un tris de colapsar, estos casos son la punta del iceberg.
"En parte se debe a cuestiones de procedimiento penal. Los casos judiciales tardan muchas veces años. De manera que habrá que esperar. Pero también, quizá, ha habido una voluntad de no apretar las clavijas por la debilidad misma del sistema financiero", señala Leaver.
Aún así, a cuentagotas, se empieza a sentir el peso de la justicia. El último escándalo, el de la manipulación de las tasas Libor, que sirve de referencia para hipotecas y derivados por valor de US$65.000 millones, tiene ya unas 20 demandas judiciales en marcha en Estados Unidos y una larga cola de potenciales litigios.
El drama de fondo no es tanto legal como económico. Mientras la justicia trata de ponerse al día con la última crisis, sigue girando la misma ruleta financiera que provocó la debacle de 2008.
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