Un rodeo
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El Pernales de
Marinaleda
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Se quiere hacer un parangón entre el fulano Gordillo y los bandidos andaluces. Probablemente hay puntos de contacto y de diferencias, entre ellos la ausencia de integridad y honradez y la formación. La mayoría de aquellos bandoleros llegaron al delito empujados por la miseria que entonces señoreaba las tierras y pueblos de la Península. Las estúpidas guerras carlistas atascaron toda idea de progreso con sus tres patéticas sangrías, debatiendo un asunto que no interesaba ni concernía a nadie. No era del todo cierto que la leva militar, cuando se firmaban las jadeantes paces, lanzara al campo a gente joven sin otra instrucción ni patrimonio que el manejo de las armas y la necesidad de comer. Ha sido uno de los ingredientes, pero no el importante y clamoroso. En España el bandolerismo viene de la antigüedad y probablemente lo comenzaron a ejercer los excedentes de cupo del portugués Viriato. Salir al descampado y asaltar al viajero estaba al alcance de cualquiera que conociese los vericuetos serranos y las vías de escape. La verdad es que, al final, en la gran mayoría de los casos, el malhechor era capturado y su cuerpo suspendido de la horca.
La literatura, tan desnutrida de asuntos decorosos, idealizó a estos cuatreros, porque su actitud estaba más cerca del pueblo sencillo y necesitado que de los grandes, parapetados tras sus riquezas y prerrogativas, amén de la santificación de una Iglesia que se llamaba a la parte y disfrutaba de parejas sinecuras. Sujetos como Cabrera, «Pasos largos», «Tragabuches», los «Niños de Écija», Diego Corrientes, «El Tempranillo» y «El Pernales» eran analfabetos, crueles e inmisericordes. Si encontraron cierto eco entre los pueblerinos es porque ellos mismos procedían de la misma raíz y, en el fondo, les envidiaban por tener el coraje de tomar lo que a los otros le sobraba.
Nuestro Pernales del siglo XXI está lejos de rozar la leyenda. Parece un zángano, incrustado en la alcaldía de aquél pueblecito, pero el asunto no puede despacharse con unas frases despectivas. Gordillo, el alcalde, ha encontrado la piedra filosofal, aprovechando los materiales de derribo de las ideas de Lenin y compañía. Como buen bandolero, no le interesa el dinero más que en lo inmediato, sabe cómo conseguirlo y en lugar de meterlo en una cuenta corriente a su nombre o el de sus familiares, lo utiliza en beneficio de la banda y los cómplices. ¡La piedra filosofal, el caballo blanco, la estrella guiadora!
Gordillo es maestro de Primera Enseñanza, aunque parece que no da clases desde hace mucho tiempo. Está enterado de dónde se encuentra el dinero, conoce cómo pedirlo y, lo verdaderamente extraño, sabe cómo emplearlo y no restituirlo. Sería faltar a la verdad desconocer que ha levantado muchas viviendas en el lugar, asequibles para cualquier vecino, que disfrutan de las ventajas de la modernidad. Incluso tienen un canal de Radio Televisión cubriendo el área de la comarca, dirigido, según leemos, por una periodista argentina. Es el toque Ché Guevara concedido por definición por el alcalde comunista por definición, que ha convertido el municipio en un minúsculo soviet próspero y asentado. Claro que los dineros tiene un origen perverso y hediondo: proceden de la Diputación y de la Junta de Andalucía. Para llegar a recibir las imprescindibles subvenciones ha tenido que ampararse bajo ese paraguas sin apenas varillas que es Izquierda Unida y los dirigentes pensaron que más valía aquél lugarejo bien administrado que el puerto de Arrebatacapas en que está convertida la región andaluza y, por extensión, el resto de la nación. Mal momento fue el de la transición y el tosco trabajo de sus improvisados «padres», que no tuvieron el valor de cuestionar la licitud del Partido Comunista, importante en la tarea final luchando contra los tibios socialistas en las calles de Madrid. Es la expresión programática del holocausto, la anulación del libre albedrío, la explotación inícua de un pueblo, el exterminio de millones de seres humanos, eso que llamamos genocidio.
Sin embargo, resulta extraño que el ejemplo Marinaleda no tenga imitadores y hace pensar en que sea injusto motejarles como refugio de bandidos, sino como lugar en que unos presuntos malhechores han convencido a los vecinos de que, si se roba, algo hay para repartir, idea que no ha tenido eco en parte alguna. El dinero recibido no es preciso reintegrarlo, nadie lo exige y quizás sea el obstáculo para una generalización del experimento. Los programas de la minitelevisión resultan muy económicos, pues se piratean la películas y los documentales, con lo que la curiosidad pública queda satisfecha e informada a coste cero. ¿Es ilegal? ¡Y qué más da!
El alcalde lleva muchos años alargando la manga para saber hasta dónde llega la mano y, por ahora, hay que reconocer que le acompaña el éxito. Los demás Ayuntamientos pueden tomar ejemplo: endéudense, pero háganlo con tiento, sin contabilidades múltiples y opacas, sin demasiado nepotismo ni apoyos económicos a los partidos. A falta de mayor seguridad parece que Marinaleda reciben ayudas oficiosas y devuelve poco, disfrutando de una situación excepcional que, sin duda debe al desahogo de su alcalde perpetuo. A veces pienso que ahí está uno de los fallos de la democracia, al pensar que la rotación, las elecciones, los cambios son buenos para la administración pública, cuando lo deseable es que las personas sean idóneas, honestas, capaces y servidoras del bien público. No hemos mejorado el viejo sistema de los políticos que arrastraban un ejército de cesantes, a la espera del próximo turno. Con ello convertían el poder en un bien transitorio que era preciso exprimir en su momento. Para desagracia nuestra, podríamos recitar las raras ocasiones de acierto en el desempeño de la función pública, como el que dio el alcalde socialista de La Coruña, Vázquez, cuyo excelente comportamiento contaminaba la política real. Le exiliaron al Vaticano para que se suavizara y ahora están a punto de echarle del Partido. Y es que con los buenos ejemplos no se juega. Otro dato de riesgo: en Marinaleda parece que no hay parados y ¿qué es una comunidad moderna sin desempleados, sin ese pretexto para los subsidios? Ahora anuncia que va a ocupar oficinas bancarias. Nada grave: se entran, se sientan, sacan la baraja y allí estarán como la conciencia del proletariado. A ver qué guardia desenfunda la porra para desalojarles.
El alcalde Gordillo juega cada vez más fuerte y le ha cogido gusto a que le jaleen sus ocurrencias. Las patéticas escurriduras de Izquierda Unida, tan sorprendentemente elegida en el Principado de Asturias, le bastan por ahora y, para asombro general, algunos de sus correligionarios se inventan el derecho civil, el penal y, si fuera necesario, la tabla de multiplicar para justificar e incluso aplaudir el robo en los supermercados. Yo no le veo otra salida decorosa que declararlo sujeto de competición olímpica y darle la medalla que corresponda. Aquella atractiva afirmación bolchevique de que la propiedad es un robo puede rehabilitarse y sobre ello habrían de reflexionar nuestros economistas, salvo el orondo Solbes, que demostró saber tan poco de la materia como Zapatero. Sosegará a los representantes de la Justicia que se limitarán a expedientar y enviar a la cárcel a policías, guardias civiles y municipales. El presente Fiscal General del Estado, a quien conocí y traté en su época inicial de cinéfilo, solo tiene que seguir la senda de sus predecesores. No sé cómo quedará su conciencia, pero vivirá tranquilo y saludado en todos los cócteles.
Poca duda cabe acerca de la popularidad de Gordillo en su tierra y nuestras pesquisas han dado como resultado el rechazo a la especie de que estaba preparando una red de embajadas que representaran a Marinaleda en el mundo. Estará algo loco pero no es tan imbécil como otros colegas suyos, de mucho más alto fuste a quienes importa una higa la prosperidad de los administrados. Así, al correr de una larga crónica, resulta que el Pernales actual nos cae algo mejor y nos incita a robar la fruta y las conservas en los supermercados sin sentir vergüenza. Notarán un gran alivio en la economía personal. Ahí está el ejemplo.
Fuente: lne. es Avilés
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