DEFECTOS QUE SON MUY FEMENINOS
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Hombres y mujeres suelen toparse con problemas muy similares. (Corbis)
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Esteban Hernández
22/07/2012
(06:00h)
Las actitudes que nos mantienen en una prisión emocional, que
no nos dejan evolucionar, y que impiden que alcancemos todo nuestro
potencial, suelen pasar desapercibidas. La clave de su perpetuación,
señala María Tolmo, entrenadora emocional, life coach y autora de Una princesa en el espejo
(Ed. Edaf) es que permanecen en un plano inconsciente. Son ideas,
percepciones de sí y visiones del mundo que se implantaron en la primera
infancia, e incluso antes (hay muchos científicos, como Bruce Lipton,
que han puesto de manifiesto la gran influencia que ha tenido para
nuestras emociones la permanencia en el vientre materno), lo que hace
muy difícil desprogramarlas. Para conseguir este objetivo, lo primero es
darse cuenta de que esas actitudes existen, lo que es más probable que
ocurra “cuando no eres feliz, cuando estás enojado, cuando las cosas no
fluyen como tú quieres o no tienes la relación que te gustaría o el
dinero que necesitas. Son momentos en los que la insatisfacción nos hace estar más receptivos, ejerciendo de palanca para el cambio”.
Si te repiten durante mucho tiempo la misma idea, acabas interiorizando aquello que dicen de ti
Sin
embargo, las dificultades que se han de afrontar en ese trayecto son
grandes, en la medida en que se trata de actitudes y convicciones muy
arraigadas. Como explica Tolmo, se trata de creencias que han sido
absorbidas de dos modos: “Si te repiten durante mucho tiempo la misma
idea, acabas interiorizando aquello que dicen de ti. La otra forma de
que las ideas se queden grabadas por intensidad emocional, a través de
sucesos traumáticos que quedan dentro de uno. En este segundo caso, es
más frecuente que hayan de tratarse en consulta, porque son miedos más
complejos que suelen resultar incapacitantes. Pero si hablamos de la
interiorización por repetición, la solución es más sencilla, porque la tarea de desprogramación puede funcionar si se logra conectar con las emociones precisas”.
Sin
embargo, las dificultades que se han de afrontar en ese trayecto son
grandes, en la medida en que se trata de actitudes y convicciones muy
arraigadas. Como explica Tolmo, se trata de creencias que han sido
absorbidas de dos modos: “Si te repiten durante mucho tiempo la misma
idea, acabas interiorizando aquello que dicen de ti. La otra forma de
que las ideas se queden grabadas por intensidad emocional, a través de
sucesos traumáticos que quedan dentro de uno. En este segundo caso, es
más frecuente que hayan de tratarse en consulta, porque son miedos más
complejos que suelen resultar incapacitantes. Pero si hablamos de la
interiorización por repetición, la solución es más sencilla, porque la tarea de desprogramación puede funcionar si se logra conectar con las emociones precisas”.
En
esta lucha por liberarse de lo negativo, hombres y mujeres suelen
toparse con problemas muy similares. Sin embargo, hay actitudes que
aparecen con más frecuencia entre las mujeres. Según María Tolmo, las cinco trampas más peligrosas para ellas son:
Criticar y juzgar
“La
mujer suele hablar mucho más que el hombre porque nos relajamos al
hacerlo. También damos mucha más importancia al asunto de las emociones.
Por eso la mujer suele quejarse de que los hombres no cuentan nada. Nosotras generamos muchas más palabras diariamente y eso hace que también critiquemos y juzguemos más”.
Pero tales críticas, señala Tolmo, tienen mucho menos que ver con un
afán de atacar al otro que con insatisfacciones personales. “El afuera
no existe. Puede que veas algo en los demás que te moleste, pero suele
ser o porque quieres eso y no lo tienes (como cuando criticas el coche o
la casa de otro, que en realidad te gustaría tener) o porque ves en los
demás cualidades que te son propias y que no te gustan nada”. Este tipo
de actitudes, añade Tolmo, generan una enorme energía negativa que
cuerpo y mente terminan pagando.
El engaño y la mentira
En
muchas ocasiones, asegura Tolmo, el miedo a exponernos a la censura
ajena provoca que faltemos a la verdad. Otras veces, es el miedo a la
soledad y a no formar parte del clan, lo que juega un papel importante a
la hora de dar una imagen falsa de uno mismo. Son actitudes en las que
suelen caer las mujeres simplemente porque no entienden que lo esencial
no es gustar al otro. “La autenticidad es un valor prioritario. Tienes que ser tú misma aunque los demás no estén de acuerdo”.
Las quejas y los lamentos
“Vivir apegadas a la negatividad mantiene cautivas a muchas mujeres”, afirma Tolmo. Pensar
que el mundo es injusto y que siempre se sale perjudicada puede hacer
que una persona caiga fácilmente en el papel de víctima, lo cual es
un error. “No se trata de vivir en un mundo donde toda pasa debido a un
misterioso azar, sino de convertirse en la única responsable de la
felicidad que se disfruta”.
El apego y la obsesión
“Sé
que es una leyenda urbana que hay siete hombres por cada mujer, pero
actuamos como si fuera cierta”. Según Tolmo, la mujer, probablemente por
circunstancias culturales, “vive pensando que tiene que entrar en
competencia con otras mujeres para que no le quiten a su pareja, y por
ese miedo a perder se apega en exceso”. Esta clase de emociones,
propias de no haber madurado, se refuerzan por razones biológicas, ya
que el hecho de que el hombre pueda tener hijos cuando quiera y la mujer
no, hace que ésta coja prisa y que el miedo a perder a su pareja
aumente”.
El perfeccionismo
“Parece que la
mujer siempre tiene que demostrar algo, mientras que el hombre hace las
cosas con más naturalidad y menos presión”. No en vano, asegura Tolmo,
hace poco tiempo que la mujer ha adquirido derechos esenciales (como el
voto) en nuestra sociedad y “eso es algo que permanece en nuestra
memoria celular”. Pero más allá del deseo de hacer bien su trabajo, lo
cual es positivo, está su vertiente patológica, que no es infrecuente, y
que tiende a paralizar a la persona más que a empujarla a conseguir
nuevas metas. “El perfeccionismo te impide hacer cosas. Muchas mujeres no aprenden a practicar un deporte o no emprenden un negocio porque se exigen hacerlo perfecto.
Esa expectativa provoca que se avergüencen si las cosas no salen bien y
que acaben retrayéndose. La energía masculina es más de lanzarse, la
femenina es más de procesos”.
La mejor manera de acabar con estas actitudes, asegura Tolmo, es empezar aceptando lo que te ocurre. “No te resistas, no lo reprimas, no lo niegues.
Y una vez que hayas conseguido aceptarlo, suéltalo. Hay que tener en
cuenta que estas emociones conforman una especie de traje superajustado
que no te deja moverte con libertad. Y lo único que tenemos que hacer es
desaprender y soltar. Y entonces sale solo”.

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