Otra caverna
Laporta pasará a la historia del barcelonismo como el presidente más laureado. Hasta ahora, digo. Por eso y por ser un jeta tridimensional. No creo preciso argumentar esto último más allá de los conocidos gastos de su etapa presidencial.
Ahora bien, a cada uno lo suyo, incluido Laporta el ahorrador. Aquello de la caverna cuajó. Lo hicieron propio los incondicionales del laportismo -que ya hay que estar jodido para ser un incondicional del laportismo- y así creció. No reconocer el éxito del término sería mentir.
Lo malo de estas expresiones populistas nacidas de la espontaneidad es que soportan mal el paso del tiempo. En ocasiones incluso se te revuelven. Se tornan lanzas y te acuchillan.
Anoche el Barça apeó al Milan de la Liga de Campeones. Apuntar este asiento en el debe arbitral sería perverso. Tanto como rechazar la influencia de algunos errores disfrazandose de puritano bostoniano.
Pasado un enfrentamiento así, caben análisis a diferentes niveles. La priorización de los mensajes corre a cargo del individuo. Yo arrancaría por felicitar al Barcelona y seguiría destacando que es mejor y que fue mejor en los dos partidos.
Con menor rango, sin embargo, no me saldría urticaria al afirmar que entiendo el debate generado en torno al segundo penalti. Reducir el cinismo es aconsejable. La jugada está llena de trampas y esconderlo sería volver a mentir.
En estas, Italia ha elegido priorizar a la inversa y ha despertado clamando contra el favor arbitral que reciben los culés. En resumen, otra caverna. Más inquilinos para un infierno que comienza a hacerse pequeño.
Es lícito nombrarse paladín de la justicia y prescindir de la discusión terrenal en torno a los colegiados. Incluso es legal autoproclamarse como el único refugio de la deportividad a nivel planetario.
Todo es asumible siempre que no descarrile el argumento cuando el beneficiado sea el rival. Con eso valdría. No parece muy complicado.
Decía Robin Williams en su breve pero magistral papel de psiquiatra en “Dead Again” de Kenneth Branagh que dejar de fumar era sencillo. Partía de la premisa de que sólo existen dos grupos sociales, fumadores y no fumadores. Su receta era demoledora: decidir a cuál se pertenece y actuar en consecuencia.
Me vale. Que decida el barcelonismo. O llena el universo de cavernas o se muerde la lengua en el futuro. A esperar toca. Se aconseja fe en exceso.
Fuente: lainformacion.com
Ahora bien, a cada uno lo suyo, incluido Laporta el ahorrador. Aquello de la caverna cuajó. Lo hicieron propio los incondicionales del laportismo -que ya hay que estar jodido para ser un incondicional del laportismo- y así creció. No reconocer el éxito del término sería mentir.
Lo malo de estas expresiones populistas nacidas de la espontaneidad es que soportan mal el paso del tiempo. En ocasiones incluso se te revuelven. Se tornan lanzas y te acuchillan.
Anoche el Barça apeó al Milan de la Liga de Campeones. Apuntar este asiento en el debe arbitral sería perverso. Tanto como rechazar la influencia de algunos errores disfrazandose de puritano bostoniano.
Pasado un enfrentamiento así, caben análisis a diferentes niveles. La priorización de los mensajes corre a cargo del individuo. Yo arrancaría por felicitar al Barcelona y seguiría destacando que es mejor y que fue mejor en los dos partidos.
Con menor rango, sin embargo, no me saldría urticaria al afirmar que entiendo el debate generado en torno al segundo penalti. Reducir el cinismo es aconsejable. La jugada está llena de trampas y esconderlo sería volver a mentir.
En estas, Italia ha elegido priorizar a la inversa y ha despertado clamando contra el favor arbitral que reciben los culés. En resumen, otra caverna. Más inquilinos para un infierno que comienza a hacerse pequeño.
Es lícito nombrarse paladín de la justicia y prescindir de la discusión terrenal en torno a los colegiados. Incluso es legal autoproclamarse como el único refugio de la deportividad a nivel planetario.
Todo es asumible siempre que no descarrile el argumento cuando el beneficiado sea el rival. Con eso valdría. No parece muy complicado.
Decía Robin Williams en su breve pero magistral papel de psiquiatra en “Dead Again” de Kenneth Branagh que dejar de fumar era sencillo. Partía de la premisa de que sólo existen dos grupos sociales, fumadores y no fumadores. Su receta era demoledora: decidir a cuál se pertenece y actuar en consecuencia.
Me vale. Que decida el barcelonismo. O llena el universo de cavernas o se muerde la lengua en el futuro. A esperar toca. Se aconseja fe en exceso.
Fuente: lainformacion.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario