Literatura
Cerrad los ojos e imaginad a José
Saramago en un estudio (su estudio) escuchando la Primera Sinfonía de Beethoven
y moviendo sus manos como si la dirigiese. ¿Podéis? La salita en la que
se encuentra la preside una máscara con las facciones del compositor,
es media tarde y sólo se ha tomado un momento entre capítulo y capítulo
de la novela que está escribiendo para deleitarse con la música.
Parece una invención, un cuento chino, pero una tarde o muchas tardes,
ocurrió algo muy parecido. La prueba está en 'Claraboya', la obra
rescatada del autor que acaba de publicar Alfaguara.
Alfaguara ha presntado este jueves 'Claraboya' la obra perdida de José Saramago (Azinhaga, 1922-Tías, Lanzarote, 2010). El Nobel escribió esta obra hace más de sesenta años y entregó el manuscrito a una editorial portuguesa en 1953. |
Si hiciésemos un análisis de la obra y la personalidad de cada uno de ellos probablemente resultarían ser casi antagónicos: uno envuelto por la saudade lisboeta, por la dictadura, por un país triste en un época gris y el otro lleno de fuerza, de cambio, de sombras y pasión en un país centroeuropeo alejado del mar y de las olas. Sin embargo, ambos son de origen humilde y compartieron un amor inmenso por los matices pequeños.
Pilar Del Río, la traductora y viuda de José Saramago, ha sido la última en rescatar esta ferviente predilección del escritor por Beethoven. En la presentación de Claraboya, 'la obra perdida y encontrada en el tiempo' como ha pasado a denominarse, Del Río confesaba que la novela está "atravesada" por completo por Beethoven.
"Es una novela donde aparece la música. Beethoven atraviesa todas las páginas del libro, en ella aparece una máscara de Beethoven que Saramago debió de haber visto y que no pudo comprar porque no tenía dinero y lo pone en boca de un personaje. Eso lo vio cuando tenía 22 o 23 años y al final cuando tenía setenta y tantos pudo finalmente comprar la máscara en la casa natal del compositor", narró emocionada del Río.
El Saramago melómano
Pero, ¿hasta qué punto la música influyó en Saramago?
Semanas más tarde de la presentación del libro, Pilar Del Río desvela para lainformacion.com que el autor escuchaba música por lo que ésta tenía de obra acabada y le ofrecía, y también por lo que en él removía o calmaba. "Sé que no podía vivir sin música y buscaba versiones, tal interpretación, tal dirección, tal grabación... No era un maniático, era un "disfrutón" simplemente", matiza la traductora.
"La música estaba presente en su vida y, lógicamente, tenía que estar en su obra. Desde Memorial del Convento a las Intermitencias de la muerte, siempre ha sonado música en sus libros", añade.
"Ahora vemos que el Saramago de treinta años recién cumplidos [momento en el que escribió Claraboya] ya tenía muy definidos sus gustos y Beethoven era para él un genio que lo elevaba o lo inundaba. Era magnífico verlo oír música y, a veces, hacer como que dirigía la orquesta. Me da la sensación que los escritores siempre quieren dirigir orquesta y tal vez escribir una novela sea bastante parecido a un concierto, a la interpretación de una sinfonía porque cada elemento tiene que estar en su sitio, con su propia personalidad y todos juntos deben ofrecer un resultado que se asemeje a lo que entendemos por armonía", relata la traductora.
Saramago escuchaba a Beethoven permanentemente. "Dependía del estado de ánimo o del momento de trabajo, no puedo decir qué escuchaba más, pero también escuchaba a otros autores. A veces se pasaba días oyendo a Bach, La pasión según San Mateo, pero luego podría no volver sobre ella en semanas. Tenía criterios y momentos", afirma.
El símbolo de la admiración
Del Río no sabía que la máscara que aparece en Claraboya era tan importante para él. "Vi la alegría con que la sacó de la maleta una de las veces que regresaba de Alemania, me dijo que la había comprado en la casa natal y la colocó en su estudio. A mí no me gustaba y, sin recordar lo que había escrito en Claraboya, cuando pude la retiré a un lugar discreto, casi invisible. Ahora me arrepiento, pero para arrepentirme tuve que volver a leer el libro y ahí me encontré con con la evidencia de mi injusticia... A veces interferimos sin darnos cuenta", dice con retazos de melancolía y cierta culpabilidad.
El momento clave llegó cuando ya estaba acabando la traducción del libro y vuelve a salir la máscara. Pilar se sintió entonces avergonzada por haberla quitado de un lugar principal de su estudio, así que se fue a buscarla y acabó la traducción con la máscara de Beethoven en los brazos como si fuera un niño recién nacido. "Así la acunaré mientras pueda acunar", matiza ahora con emoción, con delicadeza.
Blanca, enorme, con las facciones duras del compositor... La cara de Beethoven en escayola es fría, sin embargo dentro de Claraboya Saramago le da una calidez especial utilizando precisamente su música.
Fuente: lainformacion.com
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