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Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Adolf Eichmann huyó a Argentina donde trabajó como vendedor de zumos y operario de Mercedes Benz hasta que fue descubierto por el Mossad. ¿Qué fue del resto de aquellos 15 hombres que un día institucionalizaron, sistematizaron y pusieron en marcha el mayor genocidio de la historia?
Adolf Eichman, el ex nazi acusado por la exterminación de seis millones de judíos, fotografiado en una prisión de Israel por un fotógrafo del Gobierno. EFE/Archivo |
Adolf Eichmann murió en la horca tras diez años de sosegada vida al otro lado del charco. Junto con otros cabecillas del nazismo fue uno de los partícipes de la Conferencia de Wannsee, el mecanismo institucional que puso en marcha “la Solución Final” de los judíos en la Alemania de Hitler. ¿Qué paso después con aquellos 15 monstruos de Wannsee?
Casi un tercio de de los participantes falleció durante la guerra o poco tiempo después, tal y como relata el director de la Casa de la Conferencia de Wannsee (Berlín), el alemán Norbert Kampe, en la web. Su muerte se debió a diversos motivos, pero tan sólo unos pocos fueron castigados por sus crímenes.
Una maleta llena de muertos
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial Adolf Eichmann consiguió un salvoconducto del Comité Internacional de la Cruz Roja, un visado argentino y huyó en barco.
Pero antes de escaparse, Eichmann tuvo la oportunidad de ver el fatal destino de algunos de sus compañeros.
El convocante de la reunión de Wannsee fue uno de los primeros en caer. Pocos meses después de la Conferencia, “el carnicero de Praga” como era conocido Reinhard Heydrich, fue asesinado a manos de una unidad de paracaidistas de la resistencia checa.
Pese a su puesto de segundo orden, la experiencia práctica en ejecuciones masivas de Rudolf Lange, hizo imprescindible su presencia en Wannsee. Después de convertirse en Jefe de la Policía del Reich, terminó su existencia suicidándose en Poznan en febrero de 1945.
Tras él Alfred Meyer, aclamado en la reunión por haber comenzado ya con el genocidio judío con sus Einsatzgruppen (grupos de intervención móviles) en las poblaciones soviéticas ocupadas, siguió su mortal ejemplo en mayo del mismo año.
Eberhard Schöngarth fue sentenciado a muerte por un tribunal militar inglés que ni siquiera observó su participación en el Holocausto, si no que lo condenó por haber fusilado a un preso de guerra. Josef Bühler, cómplice de la matanza de la población polaca durante la invasión y el genocidio de judíos en Polonia, fue condenado a muerte en Cracovia en julio de 1948. Ambos fueron ejecutados.
En julio de 1950 Adolf Eichmann desembarcó en Argentina con una nueva identidad, Ricardo Klement “técnico”, y una maleta llena de muertos.
Por aquel entonces, muchos nazis empezaron a huir a Latinoamérica, sobre todo a países como Brasil, Chile o Argentina.
“Los nazis eligieron nuestro país [Argentina] porque no había participado en la guerra, estaba lo suficientemente lejos de Europa como para pasar una vida desapercibido y el régimen de Gobierno se identificaba ideológicamente con el fascismo”, comenta a lainformacion.com Abraham Zylberman, historiador asociado al Museo del Holocausto de Argentina.
Genocidas sin castigo
Otros ni siquiera tuvieron que huir. El destino de algunos de los participantes en Wannsee fue morir de forma accidentada. Martin Luther y Roland Freisler perdieron la vida de forma accidentada.
Freisler, que representaba al ministerio encargado de perseguir jurídicamente a los judíos alemanes, murió en el sótano de unos de sus “tribunales populares” durante un ataque aéreo aliado en Berlín el 3 de febrero de 1945.
Luther, subsecretario de Estado (Unterstaatssekretär), fue despedido y encarcelado en el campo de concentración de Sachsenhausen por su intento de complot contra el ministro de Asuntos Exteriores, y liberado posteriormente por los soviéticos. Murió un mes después en un hospital berlinés.
Wilhem Kritzinger, número dos de la Cancillería del Reich y uno de los autores de los decretos “contra los parásitos del pueblo”, murió en libertad el año 1948, poco tiempo después de suspenderse su condena por motivos de salud.
Erich Neumann, fue el representante en Wannsee de los ministerios de Economía, Trabajo, Hacienda, Alimentación, Transportes, y de Armamento y Munición. Además fue uno de los responsables de la expropiación total de los bienes judíos y su “marcación”, fue igualmente liberado de su fugaz internamiento en prisión por motivos de salud. Falleció enfermo a principios de 1948.
El cazador cazado
Eichmann, ya con su nueva identidad como Klement, disfrutó durante diez años de una apacible existencia como operario en un ranchito de Tucumán, vendedor de zumos ambulante y técnico en la filial argentina de Mercedes Benz hasta el día de su secuestro el 11 de mayo de 1960.
Aunque hay varias teorías, el servicio secreto israelí, que organiza ahora una exhibición en el museo Beit Hatfutsot de Tel Aviv sobre la captura, dice que la pista sobre el paradero del arquitecto del Holocausto la dio Lothar Hermann, superviviente del genocidio, cuando escuchó a uno de los hijos de Eichman un comentario sospechosamente antisemita.
Durante años, el Mossad espió al tal Ricardo Klement hasta recopilar la suficiente información. Al comparar las fotos con el archivo del nazi comprobaron que era la misma persona. Y esperaron el día más adecuado para "cazarlo".
"Estoy listo"
El Mossad retuvo durante nueve días a Eichmann hasta que confesó su verdadera identidad, según relatan los biógrafos del personaje. Sedado y disfrazado con el uniforme de la aerolínea en la que viajaron, fue conducido hasta Israel.
Su captura fue anunciada con un gran despliegue de medios y se atribuyó todo el mérito al cazador de nazis austriaco Simon Wiesenthal para evitar aludir a la ilegal actuación del Mossad durante el secuestro, según reconoció años después el propio servicio secreto israelí.
Fue sometido a juicio por un tribunal y condenado a muerte.
Otros participantes de Wannsee consiguieron sin embargo llevar una vida acomodada hasta el final. Absueltos, puestos en libertad o indultados Gerhard Kopfer, Georg Leibbrandt, Otto Hofmann, Wilhelm Stuckart y Heinrich Müller, de quien se sospecha que también huyó a Latinoamérica, quedaron para la posteridad como ejemplos históricos de la injusticia.
El amanecer del 31 de mayo de 1962 la horca despidió sin honores el último discurso del arquitecto del Holocausto:
“¡Larga vida a Alemania! ¡Larga vida a Austria! ¡Larga vida a Argentina! Nunca las voy a olvidar.Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera. Estoy listo."
Fuente: lainformacion.com
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