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martes, 14 de febrero de 2012

Las otras víctimas del ladrillo

MÉRIDA

14.02.12 - 00:21 -JUAN SORIANO | MÉRIDA.

Las otras víctimas del ladrillo
Viviendas en venta con grandes ofertas de financiación en la zona de La Chimenea. :: BRÍGIDO
Albañiles, pintores, montadores de pladur, empresas de hormigón, transportistas, proveedores de maquinaria. La crisis de la construcción se ha llevado por delante cientos de empleos en la ciudad. Pero hay otros sectores, vinculados con los servicios, que también se han visto afectados de forma directa. Es el caso de las inmobiliarias y las marcas de venta de material, que han sufrido una auténtica sangría en poco más de dos años.

La semana pasada se anunció el cierre de Arance, una empresa de distribución de productos de baño y cerámica que cuenta con un punto de venta en Mérida. La medida afectaría a un total de nueve trabajadores. Ya se han reunido con responsables de la compañía, pero su futuro aún no está claro.

La firma alega una fuerte caída de las ventas para justificar el cese de actividad. Una vez iniciada la crisis del ladrillo decidió orientar su estrategia hacia particulares y pequeños profesionales en lugar de dar servicio a grandes constructoras, pero no ha sido suficiente para mantenerse a flote.

Arance se suma a una larga lista de víctimas del descenso de actividad en el sector de la construcción. En los últimos años han cerrado tres empresas que llegaron a contar con 150 empleados, todas dedicadas a la venta de materiales de fontanería y saneamientos. Primero cerró Sumifont, que llegó a contar con 40 trabajadores. De ahí surgió otra compañía, Cecoex, que tuvo hasta 60 empleados y que echó el cierre en septiembre de 2009. Otra firma del mismo sector, Grupocinco, se encuentra en concurso de acreedores. Tuvo hasta 50 personas a su cargo. Las instalaciones, situadas en la barriada de San Andrés, pasaron a Saneamientos Guadiana, que también se encuentra sin actividad. En todos los casos contaban con comerciales que vendían por distintos puntos de España y Portugal. Hoy son historia.

Otra empresa del sector, Grucomsa, se ha salvado de la quema. A pesar de lo que muchos piensan, esta firma, situada en la avenida Vía de la Plata, aún tiene actividad. Como explica su administrador, Ángel Díaz, han debido orientar su negocio al pequeño instalador y los particulares, lo que obliga a redimensionar la estructura. Por ese motivo, en los últimos meses han reducido su plantilla de algo más de 20 empleados a siete. Sin embargo, apunta que, gracias a la reforma laboral, en marzo contratará a cuatro nuevas personas, entre las que se encuentran algunas de las que fueron despedidas en diciembre. Con la legislación anterior la rescisión de contratos era demasiada carga para una compañía que sufre una caída de ventas, pero destaca que con la nueva normativa y el plan de viabilidad puesto en marcha sí se puede asumir el riesgo de incorporar a nuevos trabajadores.

Ángel Díaz señala que en los buenos tiempos del sector su empresa llegó a contar con 50 trabajadores. Su plantilla de comerciales llegaba hasta Portugal. Pero ahora solo se han quedado con los clientes fijos del país vecino, a los que ni siquiera visitan. «No hay actividad en la construcción».

La mitad de inmobiliarias
 
Tan solo en el año 2004 surgieron en Mérida hasta una decena de inmobiliarias, un sector que creció de forma vertiginosa al inicio de la década. En la actualidad no queda ni rastro de muchas de ellas.

Juan Manuel Valero, de Técnicos Inmobiliarios, afirma que en los buenos tiempos de la construcción había cerca de 30 inmobiliarias en la ciudad. Hoy no llegarán a la quincena. Sobreviven las que ya existían antes del 'boom' del ladrillo y las que están en manos de profesionales (agentes titulados). Como explica, en el año 2000 se produjo la liberalización del sector, lo que animó a muchos a iniciar una actividad que requería poca inversión (el alquiler de una oficina y poco más) y que podía dar grandes beneficios. Pocas de estas aventuras han sobrevivido. Tampoco quedan muchas de las firmas nacionales que se implantaron en la ciudad.

La realidad ha tirado por tierra estos proyectos. Juan Manuel Valero señala que apenas se registran ventas de viviendas, ni nuevas ni de segunda mano. Si en los buenos tiempos se firmaban hasta ocho operaciones al mes, en la actualidad es difícil llegar ni siquiera a una. En muchos casos se debe a que «la financiación está muy estricta». De hecho, afirma que ha habido operaciones que se han ido al traste porque el cliente no ha conseguido la hipoteca del banco.

A esto se suma que las entidades financieras se han convertido en muchos casos en competencia directa, dando salida a promociones con grandes descuentos y facilidades para la concesión de hipotecas.

Todo esto ha obligado a las inmobiliarias a reorientar su actividad, como apostar por el alquiler, la administración de comunidades o la gestión de proyectos ante organismos oficiales. Y, cómo no, han debido reducir las plantillas de trabajadores. Una muestra de que la crisis del sector de la construcción ha dejado muchas víctimas.
Fuente: HOY.es

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