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lunes, 16 de enero de 2012

La Isla del Lector: Caballero Bonald. "Confío en que algunos de mis libros me sobrevivan"

José Manuel Caballero Bonald. Escritor

El autor jerezano habla de la que asegura que será su última obra, 'Entreguerras', un "poema fluvial" hecho de memorias.
 
Arantxa Cala / Jerez de la Frontera | Actualizado 16.01.2012 - 08:10
 
José Manuel Caballero Bonald,
en su casa de Madrid, con una
de sus obras.
Observa fijamente José Manuel Caballero Bonald (Jerez, 1926) al pasado, del que hay mucho que contar. Y prefiere mirar de refilón al futuro. El autor asegura que Entreguerras o De la naturaleza de las cosas (Seix Barral) es su última obra. Ya advirtió de que en narrativa no iba a publicar más, sin embargo en poesía las musas son más caprichosas y cabezotas, aunque la consigna sea la contraria. Aquí, las confesiones de un viajero en el tiempo.

-¿Qué es Entreguerras?

-Pues es un extenso poema unitario de casi tres mil versos, lo que se entiende como un poema fluvial, un largo soliloquio en el que he ido acumulando muchas memorias dispersas, muchas experiencias vividas, muchos libros escritos. Aparte lógicamente de los injertos imaginativos, de pura ficción. La poesía también es un género de ficción. Creo que Entreguerras desborda sus cauces naturales y se aproxima a lo que podría ser una síntesis de la totalidad, es decir, un resumen de lo más memorable que he ido viviendo por el mundo adelante.

-He leído que es su retirada, su última obra. ¿Cómo se jubila un escritor? ¿Es que las musas también tienen su tiempo? ¿Siente acaso en este momento más liberación que pesadumbre?

-No sé, quizá me sienta más liberado que otra cosa. En cualquier caso, creo que después de este libro no voy a escribir más, no me va a hacer falta. Hace tiempo que desistí de escribir una nueva novela o de continuar mis memorias, pero, claro, no podría decir lo mismo de la poesía. A lo mejor, un día, de pronto, se me ocurren las primeras palabras posibles de un poema. Y, claro, no voy a evitar esa tentación. También es verdad que, con los años, me he vuelto más escéptico, más descreído, cada vez creo menos en más cosas, y también me siento un poco inclinado a no volver a escribir nada más, por pura desgana.

-Usted ha dicho en más de una ocasión que "queda mucho pasado". ¿Qué es entonces el porvenir ahora?

-El porvenir es ya un espacio muy angosto, cada vez más angosto, mientras el pasado es cada vez más extenso... Miro para atrás y es como si me asomara a un pozo sin fondo. A veces me asombra comprobar la cantidad de cosas que he ido dejando atrás, tantas peripecias, tantos viajes, tantos libros... tantas entreguerras.

-¿Cómo ha sido la elaboración de esta obra?

-Como ocurre más o menos con todo proyecto poético, se me ocurrió por acumulación de ideas. Un día se me fue agudizando el deseo de escribir una nueva versión, digamos que en clave más interiorizada, de ciertos episodios autobiográficos que considero significativos. Quien quiera saber quién soy, tendrá que leer este libro, aun entendiendo que entre ese balance de experiencias también hay mucha invención, muchos injertos de ficción. Ya se sabe que la poesía no tiene por qué contar verdades o certezas, sino que se puede inventar de acuerdo con lo que vaya exigiendo el propio poema. La única verdad del poema es la calidad de la lengua en que está escrito.

-Es testamentaria y autobiográfica, adelantó meses atrás. ¿Qué quiere decir? ¿A qué parte de su vida o de los demás hace referencia? ¿Cómo ha sido la selección de esos momentos?

-La selección de experiencias, de hechos vividos, ha sido bastante complicada. Pero tampoco me llevó mucho tiempo comprender que el poema tenía que funcionar como el flujo y reflujo de la memoria, como la marea de los recuerdos, sin atenerse a ningún orden ni cronológico ni temático. Para describir las cosas tal como habían ocurrido ya estaban los dos tomos de mis memorias. En Entreguerras tenía que contar lo que se me había quedado detrás de la realidad, esos materiales medio secretos que acaban constituyendo una parte esencial de tu vida.

-¿Qué tipo de viaje hace en este libro?

-Digamos que podría ser un viaje a la semilla, un viaje a las fuentes de mi personalidad, ese regreso a lugares y personas que han ido dando forma a mi manera de ser, a mi modo de vivir. Me imagino que también hay rastros de otros buenos y malos viajes, de lo que alguna vez he llamado las zonas prohibidas de la experiencia...

-Quizás ya no escriba más poesía, y dejó la narrativa hace tiempo. ¿En qué invertirá ahora sus ganas y su tiempo? Imagino que no recurrirá a ser uno de esos Bonald acostados de los que habló una vez en una entrevista, esos familiares que decidieron ver pasar la vida desde la cama.

-No crea que me faltan ganas. Te levantas por la mañana, te asomas al mundo, y después de leer las últimas noticias lo primero que piensas es que lo mejor sería volver a acostarte. La cama no es mal sitio para capear el temporal, sobre todo cuando ya no te interesa para nada todo ese tropel de informaciones que terminan por complicarte la vida. Cada vez soporto peor los conflictos y desmanes de un mundo como el que estamos viviendo, dominado por las sumisiones, las corrupciones, las lacras del conservadurismo y del nacionalcatolicismo, acosado por las tiranías de las mafias financieras... La ideología ha sido desplazada por la economía y eso no conduce a ningún buen fin.

-Eche un vistazo atrás: no fue marino, ni filósofo, pero sí escritor. ¿Ha cumplido con sus metas, sus sueños?

-Sí, he cumplido razonablemente con mis metas de escritor. Lo de marino o filósofo, como usted dice, no fueron más que fases de incertidumbre. La incertidumbre es el primer acicate de la aventura, y eso sí que me ha seducido desde siempre. La aventura es un magnífico proyecto de vida. He navegado por cuatro mares, he viajado por cuatro continentes, y todo eso forma parte de unos incentivos aventureros que ya son sólo recuerdos fantasmales. El tiempo cada vez se me hace más irreal, más poblado de sorpresas. Lo único cierto es que he escrito unos sesenta libros y que confío en que algunos de ellos me sobrevivan.

-¿Va en contra del fomento de la poesía hacer un largo poema-ensayo, como a usted le gustan, en esta obra?

-Estoy en contra de la división de la literatura en géneros, los géneros deben en realidad ensamblarse unos en otros. Los géneros literarios sin más son simples subgéneros. Todo escritor que se precie trabaja con la herramienta del lenguaje y da igual que lo haga en forma de narración, de poesía o de ensayo. Un gran poema incluye la novela y el ensayo, del mismo modo que en una gran novela o un gran ensayo absorbe la poesía como nutriente primordial. Lo que a la larga importa es la belleza del hecho literario consumado. Lo demás son juegos florales.

-Uno se va forjando amigos y enemigos (si los tiene) en el camino. ¿Qué le diría a estos últimos?

-No creo que yo tenga enemigos, al menos no son enemigos que me merezcan alguna atención. Bueno, hay por ahí un par de individuos a quienes el rencor los hace alardear de que son mis enemigos. Uno de ellos, por cierto, es jerezano, un plumífero local resentido que empezó como poeta lírico y terminó en articulista de temas marianos. No sé qué fue de él... El otro que se ufana de ser mi enemigo vive en Madrid y de cuando en cuando me dedica algún insulto. Yo no los leo, pero me lo cuentan. No entiendo que haya gente así, qué pobreza de espíritu.

-¿Qué deseo por cumplir le queda en el tintero como persona, no como autor, además de ser saxofonista de jazz?

-Aparte de no tocar el saxo o de no haber aprendido la lengua árabe, no sé qué otro deseo se me ha quedado por el camino. Lo cierto es que he ido cumpliendo etapas con absoluta libertad, he escrito los libros que he querido, he sorteado tiempos oscuros, he salido a flote de mis particulares entreguerras... Ahora sólo aspiro a ver pasar la vida sentado a la sombra de un árbol, a tener cerca a las personas y los libros que yo quiero.

-Y una pregunta inevitable: ¿está satisfecho con la marcha de la Fundación Bonald?

-Sí, muy satisfecho. En la Fundación trabaja un equipo magnífico, muy bien cohesionado y muy eficaz. Han organizado con mucho provecho mi archivo personal: correspondencia, fotografías, bibliografías, originales, documentos diversos... Aparte de la revista Campo de Agramante, claro, y del incremento paulatino de la biblioteca. La Fundación ocupa ya sin duda un puesto eminente en el panorama cultural de España.

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