REPORTAJE: ESCÁNDALO
Javier Guerrero, ex responsable de Trabajo en Andalucía, dispuso a su voluntad de un fondo de 647 millones mientras llevaba una vida frenética acompañado de su chófer
La juez Alaya, encargada del caso de los ERE, a su llegada a los juzgados.- P. PUENTES/ NPHOTO |
Francisco Javier Guerrero, ex director general de Trabajo de la Junta de Andalucía.- G.CORDERO |
JAVIER MARTÍN-ARROYO 15/01/2012
Un despacho oficial empapado en alcohol: la escena consistía en una pequeña cola de empresarios que aguardaba su turno en la barra, ávidos de discutir negociaciones y subvenciones con Javier Guerrero, ex director general de Trabajo de la Junta de Andalucía. Él hacía señales desde su mesa del local, al que acudía cada tarde para que fueran acercándose por turnos. "Tomaba los gin-tonics como el que bebe agua. Y nunca le vi tumbado. Tenía mucho, pero que mucho aguante", rememora un amigo.
Era excesivo, impuntual y caótico. De su firma dependían las reconversiones industriales en Andalucía
Podía consumir al día hasta una docena de 'gin-tonics'. A su puerta llamaron Ayuntamientos, empresarios, fundaciones
El exchófer asegura que se gastó 900.000 euros de dos subvenciones en "cocaína, fiestas y copas" para él y su jefe
El ex director general abonó 220.000 euros a su propia suegra y autorizó la inclusión de 72 intrusos en empresas
La fama de Guerrero, principal imputado en el caso de los ERE (expedientes de regulación de empleo), se ha disparado esta semana. Ha sucedido tras la traición de su exchófer, quien contó a la policía cómo se gastó en "cocaína, fiestas y copas", para él y su jefe, la mayor parte de los 900.000 euros de dos subvenciones públicas otorgadas por el alto cargo.
Estuvieron juntos seis años. De jornadas interminables, copas, duras negociaciones, risas y dispendios nocturnos, kilómetros para recorrer Andalucía de punta a punta, falta de sueño y un ritmo desenfrenado, cuyos excesos pagaron ambos. Su historia no sería tan excepcional si no fuera porque Guerrero manejó a su antojo un fondo público de 647 millones para empresas en crisis durante casi una década. Una ingente cantidad que él mismo tildó en su primera declaración policial de "fondo de reptiles", expresión que implica el uso de comisiones ilegales para comprar voluntades. Y la imaginación se dispara porque indicios delictivos no faltan.
El alto cargo fue muy generoso con su conductor Juan Francisco Trujillo. Le otorgó dos subvenciones de 450.000 euros a sus empresas y una tercera de igual cuantía al exsocio de este, Isidoro Ruz, exalcalde pedáneo socialista de Llanos del Sotillo (Jaén). Pero además, Guerrero adjudicó a su suegra y a la madre de Trujillo sendas pólizas de 220.000 y 122.000 euros como falsas prejubiladas (intrusas) en dos empresas donde nunca trabajaron.
Ahora Guerrero es el mayor quebradero de la Junta y ha acaparado la agenda política de la prolongada precampaña andaluza para las elecciones del 25 de marzo. El PP ha aprovechado su desordenada vida y aficiones al límite para cargar contra el PSOE por mantenerle en el cargo durante nueve años con tan alta responsabilidad. ¿Por qué hasta tres consejeros aprobaron su gestión? "El objetivo era la solución pacífica y demostró estar muy pegado a los conflictos y ser más eficaz que nadie", justifica uno de ellos. El problema fue el descontrol y la nula supervisión que ejercieron sobre su trabajo. O la connivencia.
Al chófer los vecinos de su pueblo le llamaban "el ministro" porque vestía chaqueta y corbata en un entorno rural. Le consideraban un tipo altivo. Trabajó en el cercano Ayuntamiento de Andújar. Mientras era empleado municipal montó una gestoría y fue denunciado por estafa por varios clientes, ya que no pagaba los seguros sociales. Tras su precipitada salida del Consistorio a principios de los años noventa, fue contratado como chófer por el delegado de Economía, Ángel Menéndez, con quien tuvo un grave accidente. El vehículo quedó siniestro total, aunque los dos ocupantes solo sufrieron heridas leves.
Años después, tras un traslado, recalaría en Sevilla a las órdenes de un director general al que sucedió Guerrero, que optó por mantener al chófer. Así comenzó su estrecha relación. "Le recogía a las siete de la mañana y la noche antes podíamos haber acabado a la una de la madrugada", rememora Trujillo, refugiado estos días en su casa ante la guardia de los fotógrafos para cazar su imagen. El conductor dio detalles a los agentes de su supuesto camello y de cómo compró para el alto cargo un piano antiguo, ropa y relojes. Ante tanta marcha, en ocasiones el chófer insinuaba una retirada para poder descansar, puesto que cada noche conducía una hora para regresar a El Pedroso, el pueblo de Guerrero.
Antaño, la jornada laboral del alto cargo era muy peculiar. Tras finalizar en la sede de la Consejería de Empleo y acudir al restaurante Cabo Roche, la costumbre marcaba cruzar la calle hasta el pub Caramelo. Allí acudía una parte de la clase empresarial sevillana para relajarse. Tras un par de copas en la comida, Guerrero podía consumir hasta una decena de gin-tonics por la tarde-noche, siempre pagados con un fajo de billetes cogidos con una pinza y fuera de la cartera. Todo el mundo le saludaba. Se sentía importante. Le rendían pleitesía porque sabían que manejaba un jugoso fondo de subvenciones, un río de dinero que corría con meandros caprichosos provocados por amistades vinculadas al PSOE, según ha subrayado la juez del caso, Mercedes Alaya.
De carácter afable, buen contador de chistes, era también excesivo. Impuntual y caótico, pero a la vez trabajador. Guerrero bajaba a la arena y se trasladaba a cualquier lugar donde hubiera empresas en crisis para hablar con directivos y trabajadores. De su firma dependían las reconversiones industriales en Andalucía, cuyas duras huelgas habían minado la paz social durante la década anterior. El Gobierno había decidido que los disturbios y protestas callejeras no debían repetirse, y Guerrero fue el brazo ejecutor para lograr los tortuosos acuerdos entre empresas y sindicatos. El problema fue que con tantos millones en juego, el sistema ideado se pervirtió y aseguradoras, consultoras, sindicalistas, compañeros socialistas, bufetes e intermediarios aprovecharon para sacar tajada. Y solo se toparon con un castillo de arena: la moral laxa de Guerrero.
"Transmitía credibilidad. Esa bonhomía mezclada con las banderas oficiales detrás de él... Sabía estar. Transmitía mucho confort. Era un sedante, un mediador extrovertido con gran capacidad de generar empatía. Y al profesional siempre lo trataba con absoluta exquisitez", recuerda un letrado. Contaba asimismo con una extraordinaria retentiva para las caras. Pero el alto cargo tenía graves fisuras de carácter: "Si le tocabas el tema humano o social, tenías lo que querías. Todo el mundo lo manejó porque la consigna desde arriba era 'problemas, los mínimos", explica un sindicalista. Todos los entrevistados hablan de él, pero exigen evitar su nombre. Para no dar pistas a la Guardia Civil sobre aquellos turbios años o porque ya están imputados y cualquier declaración perjudicaría a su defensa.
"A nadie le decía que no. Fue muy generoso con lo que no era suyo", resume uno de los empresarios beneficiados. Y Guerrero lleva a gala ese carácter tan singular. El año pasado su tarjeta de visita solo incluía su nombre y profesión: "Pensador". Y el filósofo acusado de malversación, tráfico de influencias y prevaricación también explotó su faceta poética: "Árboles de la ribera / que disteis sombra al amor, / a la juerga, a las quimeras, / a las suaves torrenteras; / a una que otra borrachera". Son ripios incluidos en su libro Cuando una noche llueve.
Tras dirigir una oficina de desempleo y ser alcalde de su pueblo durante cuatro años, dio el gran salto a director general. De repente dispuso de chófer, dietas y una vivienda en alquiler de 1.800 euros que cubría la Junta. Y también se puso en la senda de una peligrosa espiral gracias a su alma de bon vivant. Ese ritmo desacompasado conllevó un deterioro de salud que terminó por apartarle de la Consejería. Antes de su cese en 2008, mostró a todos sus compañeros un certificado médico que demostraba que "estaba limpio de su adicción", según proclamó a los cuatro vientos. Pero la realidad es que acudía a los consejos de dirección de la Consejería en mal estado y oliendo a alcohol, coinciden varios altos cargos.
Entonces pidió una excedencia y trabajó como consultor en proyectos inmobiliarios que no llegaron a buen puerto con los Gobiernos de Guinea y Senegal. Hasta que abandonó la compañía por impago. Esta semana debía reincorporarse a su plaza como funcionario, pero la Junta ha suspendido su reingreso para evitar dar más munición aún al escándalo y ante la gravedad de los delitos que se le imputan.
"En la Junta dicen que soy un golfo", declaró Guerrero frustrado tras su cese. De forma paralela, Trujillo tampoco despertaba simpatías en el PSOE de Andújar, donde fue militante antes de ser expulsado hace ya casi una década -"o se va él o nos vamos todos", dijo un compañero al recordar el paso por el partido de Trujillo, al que define como un "mangante"-. A pesar de tener su trabajo en Sevilla, su familia permaneció en Llanos del Sotillo y esto le obligó a llevar una vida aún más caótica, hacer más kilómetros de la cuenta, y cometer ciertos excesos al volante. Fuentes de la Consejería afirman que Trujillo fue despedido por faltar a su trabajo en diversas ocasiones. El chófer siguió ligado a la Junta, pero desde Jaén, adonde fue trasladado. Finalmente, en 2009, la Administración le expulsó tras descubrir que había falseado bajas laborales por enfermedad.
Al margen de las regulaciones de empleo, el alto cargo era el banco caritativo al que acudieron conocidos en busca de una paga, y a los que denominaba "criaturas". Pero también llamaron a su puerta hombres de negocio, asociaciones, universidades y Ayuntamientos para llorarle y lograr fondos públicos. Y Guerrero se ablandaba. En ocasiones para sentirse confortado por su propia benevolencia. Y en otras por codicia o para acatar órdenes de sus superiores. "La situación no era irregular, pero sí escasita de procedimiento", reconoce un ex alto cargo sobre la falta de estudios de viabilidad y controles. "La empresa era la responsable de seguir los dictados de las ayudas directas. ¡No podíamos tener un ejército de inspectores revisándolo todo!", se excusa.
Guerrero concedió al menos 65 millones del fondo en ayudas directas a empresas. Solo el entramado de empresas Matadero de Sierra Morena, vinculado a la Sierra Norte sevillana, recibió nueve millones. Y las empresas del corcho vinculadas a un hermano del expresidente de la Junta José Rodríguez de la Borbolla, más de ocho millones. Ante tal concentración de dinero en pocas manos, ahora la Junta exige a la juez que impute cuanto antes a los empresarios, que ya han realizado cambios societarios en el registro mercantil para difuminar rastros.
A Guerrero le acompañó una corte de amigos e interesados, entre los que llama la atención el parlamentario socialista Ramón Díaz, su mano derecha durante un tiempo en Empleo. Porque al margen de las juergas, Guerrero atesoró una mediación que todos elogian. Eso sí, lograda gracias a una generosidad de vacas gordas cuyos ceros escandalizan ahora incluso más que antaño. El alto cargo destaca ufano la negociación de la multinacional sueca Boliden, responsable del vertido de Aznalcóllar, y a cuyo dueño arrancó 12 millones tras desplazarse a Estocolmo.
En Jaén, Trujillo había conocido a Juan Lanzas, exsindicalista de UGT. Posteriormente, Guerrero y Lanzas sellaron una gran amistad y viajaron con sus esposas al extranjero. El intermediario trabajó en la gestión de los ERE y fue comercial de la consultora Vitalia, firma que gestionó las prejubilaciones de 60 de los 72 intrusos identificados por la Junta en su investigación interna. Vitalia perteneció -actualmente está en proceso de disolución- al entramado de aseguradoras del grupo Eurobank. En paralelo, la Audiencia Nacional tramita desde 2003 un sumario por estafa de la directiva, con 18 imputados.
Vitalia generó ingentes plusvalías que su director comercial, Antonio Albarracín, que compartía mantel con Guerrero una vez al mes, deberá justificar ante la juez. En su defensa el ex director general alega que cumplía órdenes de sus consejeros de Empleo, pero lo cierto es que tendrá que explicar ayudas a amigos de la infancia, al gasolinero donde repostaba, al churrero de su pueblo, a su propia suegra... "Se vino del País Vasco bastante presionada por el entorno de ETA y no estaba bien. Me habló del problema y le dije que sí", adujo como toda explicación por haberle regalado 220.000 euros de fondos públicos.
Fuente: EL PAÍS.com
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