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miércoles, 4 de enero de 2012

El alcalde de Hiroshima y la Inmobiliaria española

www.inmodiario.com
04-01-2012 (15:50:40) por Miguel Villarroya Martín


Miguel Villarroya Martín
Escritor y Formador inmobiliario. Arquitecto Técnico. Agente de la Propiedad Inmobiliaria. Correo electrónico: info@inmobiliari.net

Madrid. En el artículo titulado 'Creso, el último rey de Lidia, y las predicciones inmobiliarias' le he señalado la inutilidad práctica de los augures de todo tipo –incluidos los expertos del sector inmobiliario cuando hablan del futuro próximo- y el peligro para sus creyentes de seguir sus instrucciones, en muchos casos deliberadamente ambiguas.

Pero… ¿qué podría pasar si conociésemos realmente el futuro?  Y mucho mejor, si de todos los futuros posibles pudiésemos reconocer cuál de todos ellos  sería finalmente con el que nos encontrásemos…  ¿no jugaría esto a nuestro favor? Pues… ¿no es cierto que los hechos se investigan no tanto para conocerlos sino para que conocidos, utilizar ese conocimiento con la finalidad de aprovecharnos de ellos?  

No se apresure a decir que sí, pues puede que eso no sea cierto siempre.

La dificultad empieza cuando preguntamos: ¿pero de qué futuro estamos hablando? Porque no hay un sólo futuro sino muchos. Los expertos suelen distinguir entre algunos tipos de futuros distintos, por ejemplo:  el tendencial, esto es, el futuro que resulta de extrapolar lo que está ocurriendo desde hace tiempo, es el futuro más probable desde la normalidad estadística; el futuro optimista, que sería el tendencial cuando todas las hipótesis sobre la proyección en el futuro se cumplen en su magnitud más favorable; el pesimista, que sería el tendencial cuando todas las hipótesis contempladas para prefijarlo se cumplen en su magnitud menos favorable; el apocalíptico, cuando el futuro desemboca en turbulencias extremas no previstas  y en el caos; y el dorado, cuando la irrupción de variables no esperadas llevan a situaciones extraordinariamente beneficiosas para todos. Y frente a todos estos futuros teóricos, alumbrados por el cálculo… el futuro que realmente llegará a ser.

El futuro que realmente llegará a ser no lo sabe nadie ni nadie puede saberlo pues dado que el número de variables que influyen en el futuro es innumerable, ninguna proyección, ningún cálculo de escenarios puede abarcar un número significativo de variables ni absorber lo inesperado, así que el  simple cálculo no puede llevarnos muy lejos.

El alcalde de Hiroshima y Casandra, princesa de Toya.

Pero hoy no podemos extendernos en estas cosas sino en contemplar la idea contraria: ¿Qué pasaría si conociésemos con precisión el futuro que vendrá a ser?  ¿Y si por arte de magia (o de ciencia –recuerde la tercera ley de Clarke-) pudiésemos saber lo que va a pasar? ¿No produciría eso en nosotros  una revolución?  ¿No sería eso lo mejor que podría sucedernos, conocer el futuro?  ¿No sacaríamos ventajas innumerables si conociésemos lo que va a pasar? ¿No evitaríamos grandes males en ese caso?

De nuevo le comento que no se apresure a decir que sí. Y para ello voy a dejar que el autor Denes Martos le cuente la historia de El Alcalde de Hiroshima que usted puede leer completa en el capítulo VII de su libro titulado: El desafío del siglo XXI. Estudio sobre las tendencias, políticas y posibilidades del próximo siglo. Primera edición, Buenos Aires 2001.  (Le sugiero además la lectura completa del capítulo pues es de gran interés). Y respecto de la historia en sí yo voy a contárselo también en otra forma ligeramente distinta:

Imagínese que 25 años antes del holocausto atómico de 1945, el alcalde de Hiroshima hubiese conocido con precisión el futuro de su ciudad y sabido algunas cosas sorprendentes en ese momento tales como que su ciudad sería arrasada por una bomba  de naturaleza casi incomprensible a principios de siglo, producida por una técnica “imposible” para aquella época y a causa de una guerra que entonces no parecía probable. Y que eso llevaría a la derrota de un Japón que en el momento de la revelación, en 1920, era ya una potencia militar y económica temible. ¿Cuál cree que hubiese sido su reacción?  ¿Y qué hubiese hecho con ese conocimiento cierto y preciso? ¿Le hubieran creído? ¿Hubiese tenido fuerza para evitar lo que luego, veinticinco años después, realmente ocurriría? Y si se le hubiese ocurrido avisar al emperador de Japón de ese hecho futuro y terriblemente cierto… ¿Cree usted que el alcalde hubiese durado mucho en su puesto? ¿Quién le hubiese creído?  El conocimiento exacto del futuro… ¿Hubiese bastado para que Japón no mordiese el anzuelo de Pearl Harbor? 

Contrariamente, si no hubiese conocido el futuro –como realmente ocurrió- si el alcalde hubiese acudido a sus técnicos y les hubiese encargado, para la ciudad de Hiroshima, un análisis de escenarios para 25 años después… ¿qué futuros de los teóricos indicados le hubiesen descrito en su informe, como el más probable?  ¿Cree usted que entre esos futuros se hubiese encontrado el apocalíptico, el que realmente fue?

Esta historia moderna sobre previsión y escenarios recuerda fuertemente otra mucho más antigua (unos tres mil años antes): el caso de Casandra, princesa de Troya, hija de de Príamo y Hécuba,  que ya le hemos relatado en otras ocasiones. Casandra conocía el futuro con precisión y podía contarlo… pero nadie la creía. Por eso nada pudo hacerse para evitar que Troya (Ílión) cayese bajo la barbarie de los aqueos (griegos) y la astucia del taimado Ulises (Odiseo).  No basta pues con conocer o imaginar el futuro –incluso cuando se acierta en las previsiones- para poder utilizar en nuestro favor el conocimiento del futuro que llegará a ser.

Sin embargo…  ¿Debe deducirse de esto que el estudio de los futuros posibles es pues inútil? 

¡No, sería un error verlo así!

El estudio de los futuros posibles exige, entre muchas otras ventajas, una reflexión profunda  sobre la situación de un sector, empresa o persona y eso siempre es positivo, pues gran parte del entorno en el que nos encontramos nos resulta habitualmente opaco y por eso sólo una observación amplia, lejana, central y periférica, nos permite conocer mejor la situación. De hecho, gran parte de las oportunidades de negocio no se activan porque no son percibidas o lo son defectuosamente. La observación del entorno –lo que en Prospectiva se logra,  entre otras herramientas de prospección, a través de los llamados  sistemas de alerta temprana-  nos permite una reacción  rápida a las solicitaciones del  entorno (mercado)  y da, a los que las ponen en marcha, ventaja sobre los demás competidores.

Y en nuestro sector inmobiliario ¿qué podría ocurrir si se diese esa situación de conocimiento anticipado de nuestro futuro?

Antes de responder anote estos datos:

a)  Que yo sepa, no hay un estudio de escenarios sobre cómo estará el sector dentro de 25 años.

b)  No existe en nuestro caso ningún "alcalde de Hiroshima” que lidere el proyecto ni Casandra alguna cuyas predicciones sean acertadas.

c)   No hay conciencia en el sector de que tal trabajo tienen que ser hecho deprisa, deprisa.

d)  Las características de futuro deseable (el  tendencial, optimista o pesimista) podría convertirse en un avispero de difícil manejo. (Existen al menos una veintena de variables, de “drivers” en lenguaje prospectivo, de muy difícil resolución, de las que daremos cuenta en un artículo posterior).

Y además:

f) El estado de Caos en el que estamos dificulta aún más la comprensión de lo que está pasando pues las turbulencias son extremas.

Así que como es difícil una respuesta colectiva que contase con  un análisis amplio del Sector Inmobiliario y un plan de acción caótico (Diagnóstico, escenarios, observación fugaz mediante sistemas de alarma temprana, respuestas instantáneas y vuelta a empezar)  liderado por un “lobby” inmobiliario fuerte  que pudiera acometerlo, ni es fácil que se resuelvan positivamente los "drivers" que hemos apuntado, la opción del caudillo Eneas  tras la caída de los muros de  Ílión: huir de la Troya ardiendo y fundar -su estirpe de lobos- posteriormente, Roma, no parece un futuro descabellado… y, en cualquier caso, mucho mejor que el que finalmente tendría Casandra. (Violada por Ajax en el templo troyano dedicado a Apolo y, tiempo después, asesinada por Climenestra, mujer de Agamenón, al que fue entregada Casandra como parte del botín de guerra).

Miguel Villarroya Martín

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