los grandes empresarios opinan
El presidente de Abertis cree que debemos saber aprovechar las exigencias de la crisis
Hay que avanzar también en nuestra modernización institucional y productiva, y recuperar valores
Salvador Alemany 9 NOV 2011 - 17:36 CET7
Vivimos en un mundo global, abierto, menos jerárquico, con más jugadores –los países y mercados emergentes− y más multilateral. Un mundo que en estos últimos cuatro años ha enfrentado la primera gran crisis de la globalización. Sin precedentes. Un escenario de extrema complejidad. Lo vivimos con la perplejidad del que no está preparado ni prevenido para aquello que le acontece. También con un cierto desánimo colectivo. Sin embargo debemos saber aprovechar las exigencias de la crisis para avanzar en nuestra modernización institucional y productiva recuperando en el camino algunos “viejos” valores como el esfuerzo, el rigor, la constancia o la siempre necesaria resiliencia.
De algún modo la crisis –la estructural del cambio de paradigma derivado de la globalización, y la coyuntural caracterizada por el colapso de los mercados financieros y, en España, por la implosión del sector inmobiliario y la falta de un modelo de crecimiento alternativo y sostenible−, impone la transición hacia un nuevo modelo.
La globalización es un hecho irreversible y viene acompañada de una transferencia de poder y redistribución de la riqueza y de los niveles de bienestar desde el mundo desarrollado hacia el mundo de los emergentes. Lejos de la frustración –o del miedo a la pérdida− debemos ser capaces de reconocer cuál es nuestra posición relativa en este mundo global. Saber donde estamos y tomar consciencia de que, quizás, no somos tan periféricos y que somos –podemos ser− puerta de entrada y de salida. Reconocer nuestras fortalezas. Reconocernos en lo hecho y conseguido en estos últimos 30 años de profunda transformación y aggiornamento de nuestro país. Identificar lo que queremos y nos queda por hacer. Y, sobre todo, la actitud con la que nos ponemos a ello.
Austeridad, ahorro para invertir y abrirse a nuevos mercados son sólo algunas de las exigencias del momento. De su adecuada interpretación depende en buena medida la recuperación de la actividad económica sobre bases sólidas. La dimensión y el alcance de esta crisis debería ser motivo suficiente para actuar a modo de catalizador que permitiera superar el exceso de tacticismo en las actitudes de los actores políticos y sociales. Es momento, pues, para el acuerdo y para la acción. En el G20, en Europa y en España.
La normalización de la actividad económica –y la urgente necesidad social de crear ocupación estable y con perspectivas−, no sólo pasa por el restablecimiento de los equilibrios macroeconómicos y financieros, sino porque seamos capaces de concretar de un modo efectivo las decisiones y reformas que deben emprenderse. En el ámbito laboral, de los servicios, de la fiscalidad, de la colaboración entre los sectores público y privado y, de manera muy significativa, en el ámbito de la proyección internacional de nuestras empresas y su dimensionamiento para crecer fuera y mantenerse aquí. Para ello debemos imprimir una visión más industrial, de largo plazo, y menos financiera, de mirada corta, a nuestros proyectos y legítimas ambiciones. “Dejemos de quejarnos”, leía recientemente en un artículo, y añado, pues depende de nosotros.
Fuente: EL PAÍS.com
De algún modo la crisis –la estructural del cambio de paradigma derivado de la globalización, y la coyuntural caracterizada por el colapso de los mercados financieros y, en España, por la implosión del sector inmobiliario y la falta de un modelo de crecimiento alternativo y sostenible−, impone la transición hacia un nuevo modelo.
La globalización es un hecho irreversible y viene acompañada de una transferencia de poder y redistribución de la riqueza y de los niveles de bienestar desde el mundo desarrollado hacia el mundo de los emergentes. Lejos de la frustración –o del miedo a la pérdida− debemos ser capaces de reconocer cuál es nuestra posición relativa en este mundo global. Saber donde estamos y tomar consciencia de que, quizás, no somos tan periféricos y que somos –podemos ser− puerta de entrada y de salida. Reconocer nuestras fortalezas. Reconocernos en lo hecho y conseguido en estos últimos 30 años de profunda transformación y aggiornamento de nuestro país. Identificar lo que queremos y nos queda por hacer. Y, sobre todo, la actitud con la que nos ponemos a ello.
Austeridad, ahorro para invertir y abrirse a nuevos mercados son sólo algunas de las exigencias del momento. De su adecuada interpretación depende en buena medida la recuperación de la actividad económica sobre bases sólidas. La dimensión y el alcance de esta crisis debería ser motivo suficiente para actuar a modo de catalizador que permitiera superar el exceso de tacticismo en las actitudes de los actores políticos y sociales. Es momento, pues, para el acuerdo y para la acción. En el G20, en Europa y en España.
La normalización de la actividad económica –y la urgente necesidad social de crear ocupación estable y con perspectivas−, no sólo pasa por el restablecimiento de los equilibrios macroeconómicos y financieros, sino porque seamos capaces de concretar de un modo efectivo las decisiones y reformas que deben emprenderse. En el ámbito laboral, de los servicios, de la fiscalidad, de la colaboración entre los sectores público y privado y, de manera muy significativa, en el ámbito de la proyección internacional de nuestras empresas y su dimensionamiento para crecer fuera y mantenerse aquí. Para ello debemos imprimir una visión más industrial, de largo plazo, y menos financiera, de mirada corta, a nuestros proyectos y legítimas ambiciones. “Dejemos de quejarnos”, leía recientemente en un artículo, y añado, pues depende de nosotros.
Fuente: EL PAÍS.com
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