Las revoluciones árabes que sacudieron el panorama internacional desde la anterior cumbre del G20 en Seúl, hace ya un año, el conflicto libio o las protestas en Siria, crearon diferencias entre los países desarrollados y los emergentes.
El proceso de paz en Medio Oriente está en punto muerto: el histórico pedido de reconocimiento en el seno de la ONU de un Estado palestino, reclamado el 23 de septiembre en Nueva York, será examinado el 11 de noviembre por el Consejo de Seguridad donde lo espera, en el caso de que sea sometido a votación, un veto de Estados Unidos, uno de los cinco miembros permanentes.
Estados Unidos, fiel aliado de Israel, considera que esa candidatura puede hacer "descarrilar" el proceso de paz israelo-palestino.
Ese mismo día, el 23 de septiembre, el Cuarteto para Medio Oriente (Estados Unidos, Rusia, Unión Europea y ONU), anunciaba un plan para reactivar las negociaciones. El miércoles pasado sus emisarios se reunieron en Jerusalén con representantes palestinos e israelíes, pero por separado.
Los palestinos exigen, antes de cualquier diálogo, el congelamiento de la colonización por parte de Israel de Cisjordania y de Jerusalén este.
Cuatro días después de la intervención del presidente palestino Mahmud Abas ante la ONU, Israel aprobaba la construcción de 1.100 nuevas viviendas en Jerusalén este.
Francia considera que el Cuarteto ha fracasado y que es necesario sumar al proceso a los miembros del Consejo de Seguridad, a los países árabes y aquellos de la UE que pueden actuar para que se reactive el diálogo.
En cuanto a la represión del regimen sirio de las masivas protestas que tienen lugar desde mediados de marzo y que desde entonces causaron más de 3.000 muertos según la ONU, enfrenta un Consejo de Seguridad paralizado.
Rusia y China, que son otros dos miembros permanentes, bloquean cualquier resolución que condene al regimen de Bashar al Asad.
A principios de octubre un proyecto de resolución impulsado por las capitales occidentales que preveía medidas selectivas contra dirigentes sirios recibió un doble veto ruso y chino.
Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y otros miembros permanentes del Consejo de Seguridad tropiezan con las reticencias de los emergentes, Brasil, Sudáfrica e India.
Las revoluciones árabes que lograron expulsar del poder a los regímenes autoritarios de Túnez, Egipto y Libia, deben de su lado ir acompañadas por una transición hacia la democracia.
Túnez acaba de vivir sus primeras elecciones libres y Egipto se prepara para hacerlo a fines de noviembre.
Libia debería encaminarse en ese sentido tras la muerte, el pasado 20 de octubre, del dirigente libio Muamar Gadafi que dirigió las riendas del país con mano de hierro durante más de 42 años.
Los resultados de las elecciones tunecinas, donde se impuso ampliamente el partido Ennahda, confirmaron la fuerza que el movimiento islamista tiene en esos países que están en etapas de transición.
El G8 (economías desarrolladas) que se reunió en mayo pasado en Francia puso en marcha una asociación con esos tres países, más Marruecos y Jordania.
El G20 debería definir un "acercamiento coordinado" para contribuir a un rápido desarrollo económico de la región. A la tarea deberían sumarse los emergentes, los países árabes ricos y los occidentales, estiman expertos del instituto Nicolas Berggruen.
En cuanto al polémico programa nuclear iraní, las últimas negociaciones -infructuosas por cierto- entre el Grupo 5+1 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y Alemania) e Irán se remontan a enero de 2011 en Estambul.
Irán se ha declarado dispuesto a reanudar las discusiones pero una rápida reanudación parece poco probable.int
El G20 de Cannes podría ser la ocasión para los principales protagonistas de ese diferendo de ajustar posiciones antes de que la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) publique en noviembre un informe que debería presentar elementos precisos sobre el caracter militar del programa nuclear iraní.
Fuente: UNIVISION.com
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