JAQUE A LA CULTURA
octubre 24, 2011
Eliminar el 65% del presupuesto regional dedicado a un sector productivo para conseguir un ajuste aproximado del 0,20% de ese mismo presupuesto, es una decisión muy poco inteligente. En contra de lo que se ha ido pregonando históricamente (cuánto daño ha hecho la caricaturización franquista de la figura del cómico) y especialmente en los últimos años de crisis económica, el sector cultural es un área de actividad altamente productiva. Los economistas han demostrado que las actividades creativas son muy intensas en el uso del factor trabajo, es decir, que para la producción de un espectáculo teatral, circense, musical o audiovisual, hacen falta muchas personas, personas cualificadas profesionalmente que pagan impuestos y que a su vez contratan a otras (que también pagan impuestos).
Los autores de las cuentas autonómicas de 2012 saben que el sector cultural genera más ingresos en concepto de recaudación del IGIC del que se le ha venido dedicando hasta ahora. También saben que el sector emplea a más de 16.000 personas y que, hasta hace poco, ha aportado casi el 2% al PIB regional. Los técnicos presupuestarios se habrán documentado sobre los hachazos presupuestarios ejecutados en el apartado cultural de otras muchas instituciones públicas locales del Archipiélago sin coste político, ni polémica mediática reseñable (recordemos la insignificante muerte de Mueca).
Lo que probablemente no sepan los técnicos presupuestarios de nuestra comunidad autónoma es que desde la ONU hasta el Estatuto de Autonomía de Canarias, pasando por la Constitución Española o por la jurisprudencia no vinculante de la UNESCO, existe una riada de recomendaciones relativas a la necesidad de salvaguardar la diversidad cultural de las regiones, ciudades, pueblos, países. Con cada biblioteca, museo, festival o conservatorio se está luchando contra la desertización cultural y así contra la desmemoria, en defensa de la libertad de expresión y acción, de la igualdad y de la democracia.
El principal problema radica en que cuando éramos ricos no fuimos capaces de transmitir la importancia de invertir en educación, cultura o investigación. Y ahora… ahora no paramos de perder las batallas maniqueas de cultura versus sanidad, cultura versus educación, cultura versus hambre, cultura versus paro, “mientras haya paro no podemos gastar en fuegos artificiales” comentó algún prócer de estos peñascos.
Les propongo una reflexión. ¿Cómo vamos a vender la marca turística Canarias sin diseñadores, artistas plásticos, actores y actrices, músicos, creativos publicitarios, intérpretes historiográficos o profesionales de la producción audiovisual? Una vez llegados los turistas, ¿qué van a hacer fuera del hotel nuestros invitados sin diseñadores, artistas plásticos, actores y actrices, músicos, creativos publicitarios, intérpretes historiográficos o profesionales de la producción audiovisual? Todavía recuerdo las declaraciones del Olarte Consejero de Turismo que clamaba por un cambio de modelo productivo en plena crisis de principio de los noventa. Después de la tormenta todo siguió igual.
Cada día convivo con las secuelas infraestructurales del maná presupuestario de los fondos europeos llovidos hasta hace bien poco (¡si hasta cosecharon plátanos en Fuerteventura!). Hoy estamos pagando la factura de la apuesta por un sistema de negocios (que no modelo productivo) basado en el negociete y la especulación empresarial. Ora soy promotor inmobiliario, ora monto un canal de televisión, ora planto tomates, ora fundo un partido político. Ese es nuestro empresariado, el que desdeña la capacidad productiva de los culturetas; el que nos da lecciones empresariales y nos tacha de aficionados, a los que no daría un duro ni borracho. El empresariado canario: el que no sabe lo que es la responsabilidad social corporativa, el que ejerce cotidianamente el pasilleo como método de trabajo, el que abre oficinas de presión en Bruselas para optar a toda subvención posible, el que no monta un negocio sin primero forzar la presencia de lo público como garantía de beneficio, el que critica al Estado cuando todo va bien y clama por las ayudas públicas cuando parece que puede llover. Ése es el modelo a seguir para que no te recorten el 65% de un año al otro.
El coste de oportunidad es un concepto usado en economía que define “el valor de la mejor inversión no realizada”. Les aseguro que el coste de oportunidad de este ajuste presupuestario en la cultura es un lujo que Canarias no se puede permitir.
Fuente: diariodeavisos.com
octubre 24, 2011
Eliminar el 65% del presupuesto regional dedicado a un sector productivo para conseguir un ajuste aproximado del 0,20% de ese mismo presupuesto, es una decisión muy poco inteligente. En contra de lo que se ha ido pregonando históricamente (cuánto daño ha hecho la caricaturización franquista de la figura del cómico) y especialmente en los últimos años de crisis económica, el sector cultural es un área de actividad altamente productiva. Los economistas han demostrado que las actividades creativas son muy intensas en el uso del factor trabajo, es decir, que para la producción de un espectáculo teatral, circense, musical o audiovisual, hacen falta muchas personas, personas cualificadas profesionalmente que pagan impuestos y que a su vez contratan a otras (que también pagan impuestos).
Los autores de las cuentas autonómicas de 2012 saben que el sector cultural genera más ingresos en concepto de recaudación del IGIC del que se le ha venido dedicando hasta ahora. También saben que el sector emplea a más de 16.000 personas y que, hasta hace poco, ha aportado casi el 2% al PIB regional. Los técnicos presupuestarios se habrán documentado sobre los hachazos presupuestarios ejecutados en el apartado cultural de otras muchas instituciones públicas locales del Archipiélago sin coste político, ni polémica mediática reseñable (recordemos la insignificante muerte de Mueca).
Lo que probablemente no sepan los técnicos presupuestarios de nuestra comunidad autónoma es que desde la ONU hasta el Estatuto de Autonomía de Canarias, pasando por la Constitución Española o por la jurisprudencia no vinculante de la UNESCO, existe una riada de recomendaciones relativas a la necesidad de salvaguardar la diversidad cultural de las regiones, ciudades, pueblos, países. Con cada biblioteca, museo, festival o conservatorio se está luchando contra la desertización cultural y así contra la desmemoria, en defensa de la libertad de expresión y acción, de la igualdad y de la democracia.
El principal problema radica en que cuando éramos ricos no fuimos capaces de transmitir la importancia de invertir en educación, cultura o investigación. Y ahora… ahora no paramos de perder las batallas maniqueas de cultura versus sanidad, cultura versus educación, cultura versus hambre, cultura versus paro, “mientras haya paro no podemos gastar en fuegos artificiales” comentó algún prócer de estos peñascos.
Les propongo una reflexión. ¿Cómo vamos a vender la marca turística Canarias sin diseñadores, artistas plásticos, actores y actrices, músicos, creativos publicitarios, intérpretes historiográficos o profesionales de la producción audiovisual? Una vez llegados los turistas, ¿qué van a hacer fuera del hotel nuestros invitados sin diseñadores, artistas plásticos, actores y actrices, músicos, creativos publicitarios, intérpretes historiográficos o profesionales de la producción audiovisual? Todavía recuerdo las declaraciones del Olarte Consejero de Turismo que clamaba por un cambio de modelo productivo en plena crisis de principio de los noventa. Después de la tormenta todo siguió igual.
Cada día convivo con las secuelas infraestructurales del maná presupuestario de los fondos europeos llovidos hasta hace bien poco (¡si hasta cosecharon plátanos en Fuerteventura!). Hoy estamos pagando la factura de la apuesta por un sistema de negocios (que no modelo productivo) basado en el negociete y la especulación empresarial. Ora soy promotor inmobiliario, ora monto un canal de televisión, ora planto tomates, ora fundo un partido político. Ese es nuestro empresariado, el que desdeña la capacidad productiva de los culturetas; el que nos da lecciones empresariales y nos tacha de aficionados, a los que no daría un duro ni borracho. El empresariado canario: el que no sabe lo que es la responsabilidad social corporativa, el que ejerce cotidianamente el pasilleo como método de trabajo, el que abre oficinas de presión en Bruselas para optar a toda subvención posible, el que no monta un negocio sin primero forzar la presencia de lo público como garantía de beneficio, el que critica al Estado cuando todo va bien y clama por las ayudas públicas cuando parece que puede llover. Ése es el modelo a seguir para que no te recorten el 65% de un año al otro.
El coste de oportunidad es un concepto usado en economía que define “el valor de la mejor inversión no realizada”. Les aseguro que el coste de oportunidad de este ajuste presupuestario en la cultura es un lujo que Canarias no se puede permitir.
Fuente: diariodeavisos.com
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