Internacional
El Ejército turco ha derribado cuatro gobiernos democráticos, y Erdogan no quiere que le pase lo mismo. El plan del presidente es consolidar el poder civil, pero otros gestos implican que el líder turco no acepta la críticas, y que poco a poco está endureciendo sus políticas.
¿Qué está cambiando en Turquía? |
Hace cincuenta años retar al Ejército turco suponía pagar un precio muy alto –como aprendió el primer ministro elegido democráticamente Adnan Menderes en 1960 cuando el primero de una serie de golpes militares le dejaron a él y a otros dos colgando en la horca.
Pero los tiempos cambian y las herramientas dejadas en el arsenal del una vez omnipotente Ejército de Turquía parece que se muestran cada vez más débiles. Aunque la mayoría ve en el debilitamiento del poder de los militares una nueva realidad positiva para Turquía, a algunos les preocupa que se haya producido de las manos de un Gobierno civil que parece que cada vez es más “autoritario”.
La semana pasada, el máximo comandante de Turquía, junto con los cuerpos de la armada, la marina y la fuerza aérea salió para protestar por la detención de unos 250 camaradas que se enfrentan a cargos por planificar un golpe de estado. Este tipo de casos (y hay varios en curso) han proporcionado al poder judicial munición para atacar de forma implacable a los altos mandos del Ejército.
En un discurso, el jefe saliente del Ejército, el general Staff Isik Kosaner, dijo que se había convertido en algo “imposible continuar sirviendo” debido a las detenciones en curso. Sólo horas antes de las dimisiones, los tribunales procesaron a 22 oficiales más por crear webs de propaganda antigubernamentales.
Pero mientras el movimiento de Kosaner no tiene precedentes, para algunos fue más un ruido de muerte que un golpe contundente al Gobierno.
“Esta idea de que el Ejército puede actuar por encima de la ley, no es como funciona una democracia normal”, dice Cengiz Aktar, un politólogo de la Universidad Bahcesehir de Estambul.
Desde que se fundó la república en 1923, las fuerzas armadas de Turquía –que se han visto durante mucho tiempo como los guardianes del estado secular –han obligado al Gobierno a dimitir cuatro veces. Invirtiendo la tendencia los generales parecen haber confirmado a muchos que su influencia es cada vez menor.
Mustafa Akyol, periodista y autor de “Islam Without Extrems” llama a las renuncias “un hito en un largo proceso” de llevar al ejército a un espacio de rendición de cuentas.
“Finalmente estamos viendo una declaración implícita de que la autoridad civil tiene la supremacía sobre el Ejército”.
El primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan no ha perdido el tiempo en consolidar su control. El general Necdet Ozel, comandante de la policía militar, fue convertido rápidamente en jefe interino del Estado Mayor General. Mientras tanto, un encuentro de cuatro días del Consejo Militar Supremo para decidir sobre las promociones en las fuerzas armadas empezó el lunes como estaba programado –a pesar del hecho de que cinco de los 14 escaños reservados para los generales estaban vacíos.
La pérdida del quinto general es clave. Es uno de los más de 40 generales en activo –casi una décima parte de los comandantes del país –encarcelados por cargos que los críticos dicen que no son convincentes.
“Seguir estos casos es como recoger un documento muy antiguo”, dice Gareth Jenkins, un analista de seguridad que ha escrito extensamente sobre las investigaciones en curso relativas a los golpes de estado. “Simplemente se desmoronan entre tus dedos”.
Jenkins argumenta que las investigaciones están siendo utilizadas para azuzar a la oposición al Gobierno y debilitar al ejército. Los imputados están acusados de ser miembros de una organización terrorista clandestina, pero el caso ha sido criticado por el uso de indiscriminado de escuchas telefónicas, fuerte dependencia de testigos secretos y por el hecho de que algunos sospechosos han sido detenidos durante extensos periodos de tiempo sin cargo alguno.
“El Ejército ha sido durante mucho tiempo un tigre de papel”, dice Jenkins, que ve los casos en curso como una prueba de un cambio del autoritarismo del Ejército al civil orquestado por Erdogan, que gobierna desde 2033.
“Esto es de lo que deberíamos preocuparnos realmente”.
Otros, como Aktar, ven los juicios como un paso necesario en el proceso de fortalecer la autoridad civil.
“Más que de autoritarismo, prefiero decir autoridad”, dice. “La autoridad de los dirigentes elegidos por encima de la burocracia militar”.
Ahora, en su tercer mandato, Erdogan ha previsto cambios destacados en Turquía. La economía, aunque sigue lastrada por el desempleo, está creciendo. Una política exterior ha fortalecido vínculos con el este y ha convertido al primer ministro en uno de los favoritos en las calles árabes. Está listo para seguir adelante con los planes para una nueva constitución.
“Turquía no puede continuar con una Constitución que fue escrita bajo condiciones extraordinarias cuando la democracia turca estaba en suspenso”, dice en un discurso televisado el día después de que los generales dimitiesen, refiriéndose a la carta magna dictada por el Ejército que salió del golpe de 1980.
Pero tal transformación no está exenta de críticas. Erdogan sostiene su poder férreamente incluso dentro de su propio partido. Parte de su plan para reformar la Constitución proporcionaría una presidencia fuerte al estilo francés que la mayoría está de acuerdo en que se ve a él mismo ocupándola. Tiene poca tolerancia hacia las críticas.
Pero para Akyol, la dinámica de cambio de poder no es sólo inevitable sino también profundamente necesaria para fortalecer la democracia de Turquía –sin embargo la que podría estar creando una democracia imperfecta.
Pero los tiempos cambian y las herramientas dejadas en el arsenal del una vez omnipotente Ejército de Turquía parece que se muestran cada vez más débiles. Aunque la mayoría ve en el debilitamiento del poder de los militares una nueva realidad positiva para Turquía, a algunos les preocupa que se haya producido de las manos de un Gobierno civil que parece que cada vez es más “autoritario”.
La semana pasada, el máximo comandante de Turquía, junto con los cuerpos de la armada, la marina y la fuerza aérea salió para protestar por la detención de unos 250 camaradas que se enfrentan a cargos por planificar un golpe de estado. Este tipo de casos (y hay varios en curso) han proporcionado al poder judicial munición para atacar de forma implacable a los altos mandos del Ejército.
En un discurso, el jefe saliente del Ejército, el general Staff Isik Kosaner, dijo que se había convertido en algo “imposible continuar sirviendo” debido a las detenciones en curso. Sólo horas antes de las dimisiones, los tribunales procesaron a 22 oficiales más por crear webs de propaganda antigubernamentales.
Pero mientras el movimiento de Kosaner no tiene precedentes, para algunos fue más un ruido de muerte que un golpe contundente al Gobierno.
“Esta idea de que el Ejército puede actuar por encima de la ley, no es como funciona una democracia normal”, dice Cengiz Aktar, un politólogo de la Universidad Bahcesehir de Estambul.
Desde que se fundó la república en 1923, las fuerzas armadas de Turquía –que se han visto durante mucho tiempo como los guardianes del estado secular –han obligado al Gobierno a dimitir cuatro veces. Invirtiendo la tendencia los generales parecen haber confirmado a muchos que su influencia es cada vez menor.
Mustafa Akyol, periodista y autor de “Islam Without Extrems” llama a las renuncias “un hito en un largo proceso” de llevar al ejército a un espacio de rendición de cuentas.
“Finalmente estamos viendo una declaración implícita de que la autoridad civil tiene la supremacía sobre el Ejército”.
El primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan no ha perdido el tiempo en consolidar su control. El general Necdet Ozel, comandante de la policía militar, fue convertido rápidamente en jefe interino del Estado Mayor General. Mientras tanto, un encuentro de cuatro días del Consejo Militar Supremo para decidir sobre las promociones en las fuerzas armadas empezó el lunes como estaba programado –a pesar del hecho de que cinco de los 14 escaños reservados para los generales estaban vacíos.
La pérdida del quinto general es clave. Es uno de los más de 40 generales en activo –casi una décima parte de los comandantes del país –encarcelados por cargos que los críticos dicen que no son convincentes.
“Seguir estos casos es como recoger un documento muy antiguo”, dice Gareth Jenkins, un analista de seguridad que ha escrito extensamente sobre las investigaciones en curso relativas a los golpes de estado. “Simplemente se desmoronan entre tus dedos”.
Jenkins argumenta que las investigaciones están siendo utilizadas para azuzar a la oposición al Gobierno y debilitar al ejército. Los imputados están acusados de ser miembros de una organización terrorista clandestina, pero el caso ha sido criticado por el uso de indiscriminado de escuchas telefónicas, fuerte dependencia de testigos secretos y por el hecho de que algunos sospechosos han sido detenidos durante extensos periodos de tiempo sin cargo alguno.
“El Ejército ha sido durante mucho tiempo un tigre de papel”, dice Jenkins, que ve los casos en curso como una prueba de un cambio del autoritarismo del Ejército al civil orquestado por Erdogan, que gobierna desde 2033.
“Esto es de lo que deberíamos preocuparnos realmente”.
Otros, como Aktar, ven los juicios como un paso necesario en el proceso de fortalecer la autoridad civil.
“Más que de autoritarismo, prefiero decir autoridad”, dice. “La autoridad de los dirigentes elegidos por encima de la burocracia militar”.
Ahora, en su tercer mandato, Erdogan ha previsto cambios destacados en Turquía. La economía, aunque sigue lastrada por el desempleo, está creciendo. Una política exterior ha fortalecido vínculos con el este y ha convertido al primer ministro en uno de los favoritos en las calles árabes. Está listo para seguir adelante con los planes para una nueva constitución.
“Turquía no puede continuar con una Constitución que fue escrita bajo condiciones extraordinarias cuando la democracia turca estaba en suspenso”, dice en un discurso televisado el día después de que los generales dimitiesen, refiriéndose a la carta magna dictada por el Ejército que salió del golpe de 1980.
Pero tal transformación no está exenta de críticas. Erdogan sostiene su poder férreamente incluso dentro de su propio partido. Parte de su plan para reformar la Constitución proporcionaría una presidencia fuerte al estilo francés que la mayoría está de acuerdo en que se ve a él mismo ocupándola. Tiene poca tolerancia hacia las críticas.
Pero para Akyol, la dinámica de cambio de poder no es sólo inevitable sino también profundamente necesaria para fortalecer la democracia de Turquía –sin embargo la que podría estar creando una democracia imperfecta.
Fuente: lainformacion.com
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