FUTBOL-ENFOQUE
Deportes | 17:45:00
Buenos Aires, 19 de agosto (Télam, por Walter Vargas). Que la dimensión futbolística de Lionel Messi siga siendo discutida, sólo puede ser explicada por sus curiosas derivas en la Selección Nacional, pero sobre todo por la ligereza que domina el escenario tribunero.
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Buenos Aires, 19 de agosto (Télam, por Walter Vargas). Que la dimensión futbolística de Lionel Messi siga siendo discutida, sólo puede ser explicada por sus curiosas derivas en la Selección Nacional, pero sobre todo por la ligereza que domina el escenario tribunero.
Discutido, claro, por unos cuantos argentinos, y ligero, claro, ese escenario futbolero que en este confín del Globo supo proveer de status en el seno de los diversos estadios sociales: la escuela, las charlas de esquina, la universidad, la oficina, el bar, etcétera.
Status, para que no haya duda, como una medida de pertenencia, de la pertinencia y de un cierto prestigio en determinado grupo, y no como suele interpretarse la palabra "status", o "estatus", como un certificado de posesión de cuantiosos bienes materiales. Status como posesión simbólica, en todo caso.
¿Y de cuántas posesiones simbólicas más trascendentes que el fútbol disponemos en la Argentina?.
Pues bien, hubo un tiempo que fue hermoso. Saber de fútbol daba status, y saber de fútbol no sólo implicaba repetir de memoria formaciones de equipos de agenda actual, o remota, sino ser idóneo en el análisis del juego, de tipologías de jugadores en general y de cada jugador en particular.
Podía aprenderse a ver el fútbol siguiendo a los periodistas especializados, y de hecho había muy buenos, como en cualquier época, pero el trazo grueso del aprendizaje correspondía a la maceración de la observación propia y al apadrinamiento de los sabios de la tribu.
El gaste, lo que que entendemos como broma, como humorada folklórica, ocupaba una ínfima parte de las tertulias futboleras, y la agresividad lisa y llana, el insulto, la necedad, eran laterales, fragmentarias y repudiadas.
Conste que no se tratará aquí de clavarse los melancólicos puñales de que todo tiempo pasado fue mejor. No, todo tiempo pasado no fue mejor, pero en este caso, en el caso del entendimiento del fútbol en tanto juego, y en la ponderación de un buen nivel conceptual, en ese caso, sí, el hincha argentino promedio ha descendido unos cuantos escalones.
Basta con examinar los foros de discusión y las otras variantes de la babel comunicativa para registrar que casi lo único que importa es la catarsis de la sentencia insustancial, categórica y, en un enorme porcentaje, caricaturesca.
Messi afrontará una compleja relación entre su argentinidad y su catalinidad, no tendrá en la Selección la buena estrella que sí tiene en el Barcelona, no es ni será Diego Maradona, etcétera, etcétera, etcétera, podrían derramarse ríos de tinta y acaso al final de la investigación encontremos el mismo vigor en las preguntas y las mismas flaquezas en las respuestas.
Pero negar que Messi es hoy el más crack de los cracks, un tributo de los que la naturaleza ofrenda muy cada tanto, es más o menos de sensato que negar la redondez de la tierra. (Télam)
Fuente: patagónico net
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