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domingo, 28 de agosto de 2011

LOS QUE GOBIERNAN NUESTROS BOLSILLOS

SOCIEDAD


Verano negro. Este hombre forma parte del selecto club de 'tiburones' que mueven los hilos de los mercados, hacen subir o bajar la Bolsa, ponen nota a la economía de los países y, en definitiva, condicionan nuestro pan de cada día

28.08.11 - 00:05 -
ISABEL URRUTIA |

STANDARD & POOR'S
Douglas Peterson
Deven Sharma

BLACKROCK
Larry Fink

FITCH RATINGS
Stephen W. Joynt

BRIDGEWATER
Ray Dalio

MOODY'S INVESTORS SERVICE
Michel Madelain

CALPERS
Rob Feckner

DINERO QUE MUEVE PIMCO

PIMCO
Mohamed A. El-Erian

Es una montaña rusa sin control, que nos corta la digestión cada vez que abrimos el periódico? Pues no. La economía tiene pinta más bien de tiovivo. Incluso en estas últimas semanas, cuando las bolsas caían en picado mientras Angela Merkel y Nicolas Sarkozy ponían cara de susto. El mundo de las finanzas (o de los mercados, como quieran llamarlo) evoluciona como un carrusel, con un puñado de mandamases dándole a la manivela. Un, dos, tres; un, dos, tres. Son la verdadera mano que mueve los mercados. Mientras los demás vivimos con el agua al cuello, los 'tiburones' se las arreglan para no soltar la manivela. Su función consiste en hacer girar y girar el sistema.

¿De quiénes estamos hablando? Pues de los directivos de los fondos de inversión, de pensiones, de alto riesgo... Sin olvidarnos de las agencias de calificación; ya saben, las que evalúan las economías de los países. No se asusten, que ahora les ponemos cara y el tema se hace mucho más llevadero. Sobre todo porque los hay que se parecen entre sí como un huevo a una castaña. Te encuentras lo mismo a un californiano enamorado de los pedruscos que a un exautobusero que sueña con jugar al golf como Ballesteros. O dicho de otra manera: Larry Fink, geólogo 'amateur' y presidente de la todopoderosa gestora BlackRock (roca negra), con sede en Nueva York y un patrimonio (unos 2,5 billones de euros) que duplica el PIB de España; y Rob Feckner, director ejecutivo de CalPERS, el fondo de pensiones de los funcionarios de California que mueve 200.000 millones.

Ni saben ni les importa que en España se quiera meter mano en la Constitución para fijar un límite al déficit público. Larry es uno de los hombres más influyentes del mundo, de los que come con Putin o Lula, y Rob se conforma con ver a su familia cinco días al mes. El primero empezó a trabajar en Wall Street y el segundo se curtió como cocinero en un Kentucky Fried Chicken. ¿Qué les une a estas alturas? El dinero.

Una puntualización: ninguno de los dos aparece en la lista de 'Los 400 hombres más ricos' de EE UU, lo suyo es poner en órbita los caudales ajenos. Cuando se trata de llenarse los bolsillos, hay que sacar a colación a Ray Dalio, de Bridgewater Associates, el visionario de la inversión de alto riesgo ('hedge funds'). Este neoyorquino, hijo de italianos, ocupa el puesto 55 en el ránking de multimillonarios. Tiene 62 años y cuatro hijos, una fortuna de 4.200 millones de euros y se niega a tirar la toalla. Se nota que le va la marcha: creció escuchando a su padre, un virtuoso del saxo y el clarinete, en el mítico local de Copacabana, en Manhattan, donde 'The Supremes' compartían cartel con Jerry Lewis y Dean Martin. No ha heredado el talento musical, pero anda sobrado de ritmo y carisma. Los ejecutivos de Bridgewater desfilan marcando el paso. O casi. En el mundo de las finanzas el tiempo es oro. Más vale cerrar filas.

Una torta al jefe

Este tipo de entidades actúan como las bandadas de pájaros: al unísono, siempre adelante y con una finalidad común. Ganar pasta, mucha pasta. Quien no corre, vuela. Movilizan el llamado 'smart money' ('dinero listo') -el que marca las tendencias de los mercados- y más vale seguir su estela. Desde hace unos diez años, al poco de estallar la burbuja tecnológica y hundirse las hipotecas 'subprime', así son las reglas del tinglado bursátil. ¿Qué nos deparará septiembre? A saber. Sirva de consuelo que aún no hemos tocado fondo. La caída de Lehman Brothers, en 2008, arrastró a buena parte del sistema financiero hasta un agujero negrísimo de infausto recuerdo. De no ser por el dinero público, que actuó como inyección energética, ahora estaríamos quién sabe dónde.

Visto el panorama, los directivos de estas grandes gestoras duermen tranquilos. Todos ellos, como advierte la prensa estadounidense, tienen «la ambición de la nariz aplastada contra la vitrina». Igual que los críos delante de una pastelería, se relamen de gusto y mantienen los ojos muy abiertos. Nada les desvía de su objetivo. Más pronto que tarde, saben que se zamparán un trozo de tarta. Dichosos ellos.

Tienen nervios de acero, forjados a base de frustraciones y más de un puñetazo. Esto último le pasó al citado Ray Dalio, el hijo del músico de jazz, que a los 25 años le dio un guantazo a su superior. Ambos habían tomado unas copas y al jovencito se le calentó la cabeza. Más todavía porque, en serio, estaba harto. No soporta las medias verdades. De ahí que ahora, al frente de Bridgewater, sea el primero en animar a sus trabajadores a poner verdes a los compañeros. A la cara, por supuesto. «Si algo no te gusta, suéltalo delante de sus narices. ¡No lo reprimas!», repite machaconamente con aires de gurú.

Es un amante de los Beatles y la 'meditación trascendental', que disfruta pegando tiros a todo lo que se mueve (animales salvajes, se entiende). No puede vivir sin los safaris. Y tampoco sin la empresa de sus amores, con un valor de 65.000 millones de euros, donde ha logrado hacer de la plantilla un gigantesco muñeco del 'pin-pan-pun'. El 'boss' tiene carta blanca para machacar a los subordinados en público, todo sea para que aprendan de sus errores. Desde 'pusilánime' a 'servil' o 'cobarde', te puede llamar de todo. Normal que el 25% se marche antes de superar los dos años de permanencia. Y conste que se largan sin dar una bofetada al jefe. Ray tiene 62 años y despierta un respeto reverencial, sobre todo cuando sale del despacho tras haber alcanzado el equilibrio cósmico. «Con la mente en blanco funciono mejor», asegura el 'padre' de Bridgewater.

Sopa de espinacas

Harina de otro costal parece Mohamed A. El-Erian, de 53 años, un egipcio capaz de pasarse noches enteras comiendo 'moulouhiya' (sopa de espinacas), mientras disfruta de un partido de fútbol en la tele. Nadie lo imaginaría, a la vista de este atildado economista con acento de Oxford que tararea bajo la ducha 'Hojas muertas' en versión de Yves Montand.

Tiene sangre francesa por línea materna y, según sus propias palabras, «las virtudes más valiosas son la amabilidad y la tolerancia». Como presidente de Pimco -la mayor gestora de bonos, radicada en California-, nunca toma una decisión sin haber charlado con medio mundo, «sin arrogancia ni deseos de impresionar».

Dicho lo cual, en su columna habitual del 'Finantial Times', no se muerde la lengua: «No solo estamos al borde una recesión sino -lo que es mucho peor- de una que puede ser prolongada». Nada que ponga los pelos de punta a Mohamed. Con un patrimonio empresarial superior al billón, no hace falta maquillar la realidad. Se traga tal cual es. Sin miedo.

Más de lo mismo cabe decir de Deven Sharma, presidente de la agencia de calificación Standard & Poor's. Otra pieza clave en el tablero económico que toma posiciones sin arrugarse. El pasado 5 de agosto, bajó de categoría a la primera potencia: la deuda de EE UU pasó de la triple 'A' a la inmediatamente inferior 'AA+'. Ahí queda eso. Una medida que, apuntan la malas lenguas, le ha pasado una factura muy alta. El próximo 12 de septiembre, será sustituido por Douglas Peterson, un 'apagafuegos' profesional con 26 años de experiencia en Citibank, la filial bancaria de Citygroup. Es jefe de operaciones y aguanta divinamente las presiones. Y además, cae simpático. Su paso por Japón le enseñó a inclinar la cabeza y sonreír al mismo tiempo. Habilidad nada fácil.

Ni Michel Madelain, de Moody's Investors Service, ni Stephen W. Joynt, de Fitch Ratings, piensan negar el saludo a Deven Sharma. Da igual que le hayan llevado la contraria. Ellos prefirieron respetar los galones de EE UU y tienen la conciencia tranquila. Después de todo, son organismos libres para hacer y deshacer como quieran. «Las 'etiquetas' que ponemos no son más que opiniones. Nada más», admitían las tres 'rating agencies' en el último documental ganador del Oscar, 'Inside Job'. Son agencias de nacionalidad estadounidense y, supuestamente, conocen su oficio.

Michel, presidente de Moody's Investors Service, es un francés formado en Illinois, donde alemanes y negros configuran los grupos étnicos mayoritarios. Allí ha costado sangre, sudor y lágrimas mantener la paz social y el respeto a la diversidad. No es mal lugar para aprender a templar gaitas. Seguro que eso le dejó huella. Y en cuanto a Stephen W. Joynt, director ejecutivo de Fitch Ratings y licenciado en Administración de Empresas en la Universidad de Arizona, también responde a un perfil conciliador . Al menos, entona el 'mea culpa' sin desafinar. «No supimos valorar la aparición de hipotecas de mala calidad en nuestro país; y tampoco el fraude entre 2005 y 2007», se ha atrevido a confesar con tono compungido.

Así las cosas, EE UU no ha perdido la confianza de los inversores y el sol sale todos los días. Menos mal. Es lo que piensa Ravi, el hermano mayor de Deven Sharman, el audaz que se atrevió a llevar la contraria a Obama. «Ha hecho lo que tenía que hacer. No era el más listo de la clase, pero el destino le ha llevado hasta donde está», recalca el primogénito de la familia Sharma, originaria de Jharkhand, al noreste de la India. Allí vive el clan y le esperan con impaciencia. El todavía presidente de Standard & Poor's ha cumplido 55 años y en su día prometió volver «en cuanto termine la tarea». Fue campeón de voleibol y no le cuesta medir sus fuerzas.

Obsesivo y brutal

El que no ahorra energías es Larry Fink, el rey del mambo en este mundillo. Se pasó dos años lamiéndose las heridas tras su despido en 1988 de First Boston, un banco de inversiones radicado en Nueva York, y lo mismo que Escarlata O'Hara puso a Dios por testigo con el puño cerrado. Tenía 35 años y juró que no volvería a sufrir penalidades. A partir de entonces sería un triunfador en toda regla. Obsesivo, paranoico y brutal. Así se las gasta Larry, el presidente de BlackRock. No le interesa caerle bien a nadie que no sean sus amigos más fieles. Ha llegado a la cima y solo le relajan las piedras y la pesca con mosca. Y cuando quiere desmelenarse, acude a los estudios de su sello discográfico Octone Records (donde graba la banda de rock Maroon 5).

Tiene 58 años y lleva 35 casado con Lori, fotógrafa y experta en tintos de 'Pinot Noir'. Los mismos caldos que vuelven locos a los cachorros de Wall Street. Piensan que es el no va más de la distinción y cosmopolitismo. Pero a Larry simplemente le gustan. Igual que los pedruscos. Siempre va al monte con espátulas y picos de varios tamaños. Una pasión como otra cualquiera, igual que sus tres hijos y su nieto. «El dinero es lo de menos. Yo solo quiero ser el mejor», zanjó recientemente en una entrevista. Judío, progresista (votó a Obama) y adicto a los clubes de rock de Manhattan. No le da cargo de conciencia apagar el móvil en esos garitos. Tiene claro que hay cosas que son sagradas. Mucho más que Wall Street. 
Fuente: HOY.es

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