EFE | hace 7 minutos
Las fiestas de Lavapiés y La Paloma se convierten siempre a primeros de agosto en una máquina del tiempo que traslada a la época de los chulapos y chulapas madrileños, dibujando el escenario de un Madrid castizo y tradicional que se abre a la multiculturalidad.
Una vuelta al pasado de la mano de las fiestas de San Cayetano, San Lorenzo y la Paloma que se celebran todos los años en los barrios más típicos de la capital española, en el distrito Centro.
Dos señoras vestidas de chulapas bailan con "Paquito el chocolatero" de fondo y, al lado, una familia de nacionalidad china intenta copiar los pasos, mientras una mujer tocada por un pañuelo islámico colorista mira pasmada la escena con cinco niños correteando alrededor, en un cuadro de multiculturalidad perfectamente integrado en el tradicional barrio madrileño.
Las calle Argumosa se transforma en una feria, como aquellas que parecen solo sobrevivir en pequeñas localidades rurales de la actualidad, con su bingo, tiro de dardos, manzanas de caramelo y puestos de comida donde cualquiera puede degustar un plato típico madrileño.
No solo lo característico de Madrid forma parte de estas fiestas, también tienen su espacio las carnes a la brasa traídas directamente de sudamérica, las "caipirinhas" brasileñas, los Kebab turcos y los ritmos de la bachata dominicana intercalados con los éxitos reggaetoneros del verano en unas fiestas que cada año se muestran más abiertas a la integración de las minorías étnicas.
Marisa y Silvia son dos bolivianas que atienden uno de los puestos de comida de la calle Argumosa. "Vamos de feria en feria con este puesto de comida", dice Marisa a Efe, "pero este año las ventas han bajado mucho, se nota la crisis", añade Silvia con una mueca de disgusto pues Madrid ha sido la parada donde más ventas habían realizado siempre, hasta este año.
La procesión en honor a San Lorenzo sale desde la iglesia del mismo nombre, situada en la calle del Doctor Puga, y es acompañada por una banda de música, este año la Sinfónica Unión Musical de Pozuelo que abrió con el himno de España, todo acompañado de vítores al Santo: "¡Que viva San Lorenzo!, ¡que viva!".
Encabezan la procesión diferentes agrupaciones de personajes castizos, seguidos por la talla de San Lorenzo, los curas de la parroquia, el concejal del distrito Centro, Enrique Núñez, y diferentes personalidades, y la cierran todos aquellos que se quieran unir.
Tras la procesión varias peñas y agrupaciones ofrecen limonada gratis en sus establecimientos. La Agrupación Los Castizos sirve la suya propia en la calle mientras en el interior del local descansan algunos de sus miembros, la mayoría jubilados que luchan por no perder las tradiciones madrileñas.
Leonor es una de ellas, cuya vitalidad y buen humor sorprenden: "En nuestra agrupación hacemos recreaciones del 2 de mayo, teatro, y demás actividades", explica. "Yo llevo ya casi 30 años como miembro y esta es nuestra fiesta principal", añade.
La noche cae en Lavapiés y los más mayores se retiran para dar paso a la juventud, que corren por las calles para coger un buen sitio en frente del escenario. Esta noche toca Burning, un clásico para los veinteañeros roqueros actuales y un guiño de nostalgia para aquellos que vivieron la época de la "movida madrileña".
Suena "¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?" mientras que las cazadoras de cuero, pantalones pitillo y pelos cardados van aumentando de número entre el público, recreando una escena costumbrista de los años ochenta en Madrid de los que poco queda ya, excepto la moda, que siempre vuelve.
En estas fiestas se demuestra cómo es posible la integración de otras culturas sin perder la tradición madrileña. Se ofrece así como un barrio multicultural donde los vecinos de siempre viven en tolerancia con los nuevos que llegan de todas las partes del mundo, quienes además viven, como cualquier otro, unas de las fiestas más castizas de la capital.
Fuente: aDn.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario