LA RECONTRA DE LA RAZÓN
Yates
Se puede tener barco, pero nunca “yate”. El que tiene un barco, navega; el que posée “yate” naufraga en sociedad. “Los señores de Sigüenza Cotillo se complacen en invitarle a una cena en su yate “Rackham el Rojo” el próximo tal y cual. Vestimenta informal. Portals”. Cena magnífica, baile sobre la cubierta superior, ligues supinos y altas horas de la madrugada. “Me ha encantado vuestro yate”; “sí, es precioso. Acabamos de llegar de Portofino”; ¡Oh!.
Dos días más tarde. “Los señores de Ventosa Fraisolí tienen el placer de invitarle a una cena en su yate “Marilú” el próximo tal y cual. Vestimenta de verano. Portals”. Se trata del mismo barco, del mismo “yate”, al que han cambiado el nombre. Cena magnífica, baile sobre la cubierta superior y despelote al alba. “Me ha encantado vuestro yate”; “sí, estamos encantados con él. Acabamos de llegar de Dubrovnik”. “oh”.
El barco que cambia de nombre se alquila para fiestas. No puede navegar porque carece de motor. Permanece todo el año abarloado a otros barcos, algunos de ellos también sospechosos de nula navegación. Puerto Portals, el nuevo edén. Antaño lo fueron el Club de Mar y el Náutico. Hogaño, se ha convertido hasta en destino aéreo. Así que se coincide con los Ventosa Fraisolí o los Sigüenza Cotillo en la terminal 4 de Barajas, y ellas, curiosas, indagan: “¿Dónde vas?”; “ a Londres. ¿vosotros?-; “nosotros volamos a Portals, a embarcar en el yate”. Ellos llevan en la mano una gorra de plato de capitán.
Arribaba a Formentor procedente de Ciudadela el “yate” de una oronda adinerada. Ella ocupaba la mitad de la bañera de popa. Su pamela blanca con lazos rosas ocupaba la otra mitad. El patrón del “yate” aguardaba la recepción de órdenes para anclar en la privilegiada bahía. “¿Le parece bien aquí, señora?”. “Sí, Tomeu, me parece bien. Pero antes de tirar el ancla cerciórese de que no haya buzos por el fondo”.
Dos días más tarde. “Los señores de Ventosa Fraisolí tienen el placer de invitarle a una cena en su yate “Marilú” el próximo tal y cual. Vestimenta de verano. Portals”. Se trata del mismo barco, del mismo “yate”, al que han cambiado el nombre. Cena magnífica, baile sobre la cubierta superior y despelote al alba. “Me ha encantado vuestro yate”; “sí, estamos encantados con él. Acabamos de llegar de Dubrovnik”. “oh”.
El barco que cambia de nombre se alquila para fiestas. No puede navegar porque carece de motor. Permanece todo el año abarloado a otros barcos, algunos de ellos también sospechosos de nula navegación. Puerto Portals, el nuevo edén. Antaño lo fueron el Club de Mar y el Náutico. Hogaño, se ha convertido hasta en destino aéreo. Así que se coincide con los Ventosa Fraisolí o los Sigüenza Cotillo en la terminal 4 de Barajas, y ellas, curiosas, indagan: “¿Dónde vas?”; “ a Londres. ¿vosotros?-; “nosotros volamos a Portals, a embarcar en el yate”. Ellos llevan en la mano una gorra de plato de capitán.
Arribaba a Formentor procedente de Ciudadela el “yate” de una oronda adinerada. Ella ocupaba la mitad de la bañera de popa. Su pamela blanca con lazos rosas ocupaba la otra mitad. El patrón del “yate” aguardaba la recepción de órdenes para anclar en la privilegiada bahía. “¿Le parece bien aquí, señora?”. “Sí, Tomeu, me parece bien. Pero antes de tirar el ancla cerciórese de que no haya buzos por el fondo”.
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