Opinión TRIBUNA LIBRE
12.08.11 - 23:59 -
En la lectura de tres obras de reciente publicación -Gregorio Marañón. Radiografía de un liberal. Antonio López Vega (Ed.Taurus) , Leonora. Leonor Poniatowska (Ed. Seix Barral) y La razón frente al azar. Memorias de un editor III. Rafael Borràs Betriu (Ed. Flor del Viento)- he encontrado noticias curiosas relacionadas con Santander o con autores cántabros que me ha parecido podían ser compartidas. Cronológicamente la más antigua se sitúa en la infancia del Dr. Gregorio Marañón: «En la casa paterna creció en un ambiente cultivado rodeado de música y lectura. José Mª Pereda, Menéndez Pelayo y Pérez Galdós frecuentaron el hogar de D. Manuel Marañón e influyeron decisivamente en el modo de comprender el liberalismo como algo más que una ideología, como una pauta de conducta. En los veranos transcurridos en Santander, asistió a tertulias en las que con frecuencia estaban presentes estos amigos de su padre. La amistad entre personas tan dispares, el respeto que se mostraban, en definitiva, la libertad de espíritu que desde pequeño vio gobernar el ambiente de las reuniones celebradas en su casa, marcaron para siempre su modo de entender la vida. De esa experiencia dijo haber aprendido la lección de la tolerancia». Pero aparte de esta introducción hermosa, conocida por haber sido citada en muchas publicaciones y sobre todo en Historia de una amistad, de Vicente Marrero, quiero recoger dos hechos diferentes. La primera: «Benito Pérez Galdós ocupó siempre un lugar especial en el corazón de Marañón. No en vano había sido su padrino de confirmación». Esta noticia, aparentemente intrascendente y que puede incluso escaparse a cualquiera en una lectura rápida, muestra la diferente manera de entender la tolerancia entonces y hoy.
Lo que sigue, más conocido por estar publicado en Tiempo Viejo y Tiempo Nuevo, un libro con numerosas ediciones en la colección Austral, lo recojo por lo que puede tener de noticia esperanzadora para muchos padres. Marañón niño-adolescente tenía dificultades de relación debidas a su timidez y a una notable dislalia que dificultaba su capacidad expresiva. Una neuralgia le había impedido presentarse al examen de ingreso en el Instituto San Isidro de Madrid y en el verano, en Santander, Menéndez Pelayo facilitó la posibilidad de examinarse en el instituto santanderino y . (su padre y Menéndez Pelayo) «me presentaron a los catedráticos, tranquilizando con las consabidas recomendaciones mi timidez, que era mucha, y que tardé largos años en vencer a fuerza de esfuerzos heroicos de mi voluntad. Gracias a estas ayudas fui aprobado, pues el tribunal, a pesar de su notoria benevolencia, me sobrecogió hasta el punto de no dar pie con bola en las preguntas escandalosamente elementales que me hicieron».
En Leonora, Premio Biblioteca Breve de Novela 2011, la novelista mexicana Leonor Poniatowska al acercarse a la apasionada vida de la pintora surrealista Eleonora Carrington, enloquecida al conocer que el también pintor Max Ernst, su amor, había sido internado en un campo de concentración, recoge la estancia de Leonora, en 1940, en el santanderino sanatorio de los Dres. Mariano y Luis Morales. La novelista dibuja a pinceladas, valiéndose de varios personajes, las características del sanatorio y de sus extraordinarias instalaciones: «.la única opción es el (sanatorio) del Dr. Morales en Santander [...] los enfermos provienen de la nobleza y la alta burguesía (europea) [...] además el sanatorio es un palacete con ciento setenta mil metros cuadrados, una huerta y grandes praderas verdes a las que acuden a montar a caballo los domingos las buenas familias de Santander [...] la fama del Dr. Morales es grande y esta finca, de su propiedad, llega hasta Peñacastillo [...] además del alcázar central tiene varios pabellones». Cuando Santander buscó nuevos espacios de expansión hacia el Oeste, una gran parte de Cazoña se urbanizó sobre la extraordinaria finca del sanatorio, pero pienso que este Santander tan cercano, de ayer, es desconocido por la mayoría de los millares de nuestros convecinos que están viviendo sobre estos terrenos y por ello, para completar detalles recurro al final del artículo 'La Fuente de la Salud y El Parque de Morales' de la serie 'Estampas Peredianas' que Jesús del Campo 'El Machinero' publicó en los años 90 y que recogimos, en 1999, en un volumen con el título 'Calles del Viejo Santander': « Y sentados en uno de ellos rememorábamos aquel umbroso parque del Sanatorio del Dr. Morales en el cual el hacha arboricida, ¿previo proyecto?, entró a degüello para dejarlo tan quan tábula rasa con la sola excepción de cuatro o cinco castaños de Indias que lograron la supervivencia en la bárbara e innecesaria tala, para ser sustituidos -pocos- por la acacia vulgaris y daque otras vulgaridades forestales. Mas como el que no se consuela es porque no quiere, regocijémonos pensando en que aquellos árboles daban una sombra en la que no podía tomarse el sol ni broncear el cutis».
En el tercer volumen de las Memorias de Rafael Borràs las citas a autores cántabros son numerosas, de manera especial las referidas a Álvaro Pombo y de estas selecciono una que se me antoja simpática y refleja el carácter de los protagonistas: «El mes de agosto de 1989, no sé si por prescripción médica, Lara se fue para un cambio de aires a Santander, donde debió aburrirse tanto que un día se presentó en la Universidad de Verano, en la que daba una conferencia Álvaro Pombo. Al término de la misma -según el relato que me hizo Pombo días después- Lara se abalanzó sobre él -¡Eres un fenómeno, un fenómeno!- y ni corto ni perezoso, le pidió que se presentase al Planeta».
Como todo lo que sigue ocupa varias páginas, resumo: como las relaciones anteriores con Planeta no habían sido buenas, Pombo le espetó a Lara que si quería que se presentara tenía que garantizarle mediante contrato, que se alzaría con el galardón. Lara se sintió obligado a regresar a Barcelona antes de finalizar agosto y la relación quedó interrumpida, en manos de Rafael Borrás. (Un inciso: en el hall del Hotel Real se puede leer una curiosa dedicatoria de Lara referida a su estancia en el Hotel). Borrás, al no poder convencer a Pombo sin firma previa de un contrato, consigue no sin esfuerzo, que Soledad Puértolas lo haga. «Volví a Barcelona pensando que Lara, como buen andaluz, se daría con un piedro en los piños, pero a poco que me descuido el piedro me lo incrusta en los míos; haber conseguido por mi parte que Puértolas se presentase redobló su pasión no correspondida por Pombo:
-¡El bueno es el gordo, el gordo!»
Es curiosa la minuciosa descripción, en el libro, de los recursos que Borrás utilizó para captar la voluntad de Pombo, pero lo cierto es que Álvaro no se presentó al Planeta hasta 2006 en el que lo ganó con 'La fortuna de Matilda Turpín', siendo ya Académico de la Española.
Fuente: eldiariomontanes.es
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