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Para devolverle todo el esplendor al auditorio, se han utilizado 4,5 kilos de papel de oro GTRESONLINE |
El legendario edificio ha sido el escenario de momentos clave de la historia rusa
En el vestíbulo se ha recuperado la enorme lámpara de lágrimas que durante años fue el símbolo del Bolshói |
Gonzalo Aragonés
Moscú | Corresponsal
El teatro Bolshói de Moscú está a punto de reabrir sus puertas tras seis años de polémica reconstrucción. En este tiempo ni las acusaciones de corrupción, ni los problemas de presupuesto, ni las dimisiones en cascada han podido acabar con su gloria pasada.
Y es que el Bolshói siempre ha sido más que un teatro. En medio de la niebla de diciembre de 1922, cuentan las crónicas, Stalin y Kalinin, Frunze, Dzerzhinski y otros destacados delegados organizaban y proclamaban el nacimiento de la Unión Soviética. Y fue aquí donde se anunció públicamente dos años después la muerte de Lenin, quien de buena gana habría cerrado para siempre el teatro.
En el siglo XIX, como teatro imperial que era, estuvo muy ligado a la monarquía. Por eso, cuando un incendió lo destruyó en 1853 la reconstrucción fue una prioridad. El nuevo edificio estuvo listo para la coronación del nuevo zar, Alejandro II, en 1856.
Símbolo de la cultura clásica rusa, su escena ha acogido espectáculos de toda índole (no sólo ballet y ópera), como la primera presentación en 1877 de El lago de los cisnes, de Chaikovski, o el estreno en 1925 de El acorazado Potemkin de Eisenstein.
El teatro Bolshói de Moscú permaneció abierto casi 150 años a pesar de los trajines históricos. Pero en el 2005 tuvo que cerrar. Los expertos llevaban años pidiendo que se sometiese a una restauración. Y cuando los doctores metieron pico y pala comprobaron que la situación era catastrófica y que el edificio que diseñó en 1825 el arquitecto ruso-napolitano Joseph Bové apenas tenía cimientos, lo que podría provocar su derrumbamiento.
El teatro Bolshói abrirá sus puertas el 28 de octubre, tras una restauración llena de polémica que, sin embargo, devolverá al edificio la gloria musical y la gloria política del pasado.
Que este tesoro cultural es una cuestión de Estado lo comprendió perfectamente el presidente de Rusia, Dimitri Medvédev. Cuando en el 2009 la reconstrucción parecía convertirse en una jaula de grillos, decidió intervenir. Tomó las obras bajo su control y formó una comisión de seguimiento. "Había retrasos de más de cuatro años cuando nos hicimos cargo de la situación", ha recordado Mijaíl Sídorov, portavoz del grupo Summa Capital. Las distintas administraciones y la dirección del teatro tenían contrapuestas concepciones y, sobre todo, intereses.
Los problemas comenzaron a aflorar cuando el presupuesto se multiplicó. Se abrió una investigación por fraude al descubrir que a un contratista se le había pagado tres veces por el mismo trabajo un total de 31 millones de dólares. En el 2008 se descubrió que la famosa fachada estaba literalmente pendiente de un hilo. Los cimientos del 75% del edificio eran defectuosos. Entre los trabajadores de la institución corría un chiste: que el Bolshói seguía en pie porque lo sostenían los cables de la luz.
Todo eso derivó en diversos y escandalosos aplazamientos. Pero hoy afortunadamente queda atrás una reconstrucción polémica de 760 millones de dólares, según el Ministerio de Cultura.
Cuando el público asista al primer estreno (la ópera Ruslan y Ludmila, de Mijaíl Glinka, el 2 de noviembre) se encontrará con un sorprendente regreso al siglo XIX. Los restauradores han recuperado para el XXI todo lo glorioso que entonces tenía el teatro. "El Bolshói tenía la mejor acústica de todas las óperas del mundo. Tras las alteraciones del periodo soviético, difícilmente estaría entre las 50 mejores", ha dicho Sídorov.
El teatro también contará con una reproducción de su primer telón, que representa la toma de Moscú en 1612 por el ejército popular de Kuzmá Minin y Dimitri Pozharski. La enorme lámpara de lágrimas, un símbolo del teatro, también estará en su sitio. Y según la prensa rusa, se han usado 4,5 kilos de papel de oro para dar al auditorio su aspecto original.
Finalmente, se ha retirado de la fachada del edificio la hoz y el martillo, sustituidos por el águila bicéfala, símbolo de la Rusia zarista y de la Rusia actual.
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