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Mansiones, coches, el resort ecológico más grande del mundo y hasta un río artificial engrosan la abultada hoja de gastos del régimen de Muamar el Gadafi.
El dispendio multimillonario de Gadafi: mansiones, coches, un río artificial y un paraíso del medio ambiente |
La transición en Libia ha comenzado y el cambio es inminente. Ya ha nacido el primer niño llamado “independencia” y los rebeldes celebran en las calles su victoria, a falta de rematar la jugada encontrando al desaparecido Muamar al Gadafi.
Su paradero es desconocido, oculto, como desconocidos y ocultos fueron gran parte de sus movimientos al frente del país. Poco se habló en su momento de las grandes construcciones multimillonarias que emprendió en Libia y las escándalosas sumas de dinero que gastó en pagar la buena vida que llevaban sus hijos, y él mismo.
La paradoja del verde
Libia es ahora un país con esperanza, a las puertas de derrocar un régimen que lleva más de cuatro décadas despilfarrando la riqueza del país y coartando las libertades del pueblo. Pero la esperanza de Libia renuncia al color verde, porque el verde siempre fue el color fetiche de Gadafi, además de un símbolo del Islam. Desde su ideología, plasmada en el “Libro Verde”, pasando por el nombre de su “Revolución Verde Socialista” hasta las Montañas Verdes, donde el líder libio emprendió el proyecto de erigir el mayor complejo ecoturístico del mundo.
Septiembre de 2007. Saif al-Islam, el heredero de Gadafi, mostraba una imagen muy distinta a la que se ha visto en sus apariciones televisivas de los últimos meses. Sobre las ruinas de la antigua ciudad de Cyrene, repasaba en un discurso de corte medioambientalista las costosas (pero inmensamente atractivas) cualidades de su proyecto: desarrollo sostenible, energías renovables, microbanca, biocombustibles, producción de comidas y bebidas orgánicas… Sonaba bien, y más con Norman Foster como arquitecto al frente de la gigantesca obra.
El Gobierno libio puso sobre la mesa 1.700 millones de euros, a pesar de que los hoteles serían financiados por una empresa privada propiedad de Hassan Tatanaki, un multimillonario libio que acumuló su fortuna (como la propia familia Gadafi) en el negocio del petróleo. Ahora que los rebeldes han tomado el control del país, es imposible predecir qué será de este y otros proyectos del antiguo régimen.
Libia tenía desierto, Gadafi puso el agua
Al líder libio le gustaban las tuberías gigantes casi tanto como los túneles y, en realidad, todo lo que tuviera grandes dimensiones y aspecto de hacer historia. Además, el país que dirigía con mano de hierro se caracteriza por una pobre producción agrícola, consecuencia de la escasez de recursos hídricos.
Para paliarlo, su Gobierno recurrió a un sistema conocido como irrigación de pivote central, costosísimo de implementar en un país donde el 95% del territorio es desierto del Sáhara. ¿De dónde sacar el agua para sus cultivos? Literalmente de la nada. Gadafi invirtió 13.800 millones de euros en la creación de un río artificial que, desde el cielo, parece un oasis descomunal (24 millones de metros cúbicos de agua) en medio de la interminable arena. Unas dimensiones suficientes para irrigar hasta 135.000 hectáreas de tierra, gracias a la extensa red de tuberías Libia planeaba tejer por todo el Sáhara.
Se preveía que el proyecto, que se divide en tres fases y no está completamente terminado, acumularía un coste total de 23.300 millones de euros a su término. Gadafi lo llamó la octava maravilla del mundo.
Amantes de las mansiones y la velocidad
Gadafi y sus hijos son también amantes de la velocidad y de los automóviles lujosos. A medida que han ido recuperando territorio y haciéndose con el control de las propiedades de la familia en el poder, los rebeldes libios han ido descubriendo la colección de mansiones y coches caros del líder libio y su amplia descendencia.
En los años 80, Gadafi hizo construir un palacio para su hijo Mutassim al sureste de Trípoli. Desde fuera, parecía un edificio normal, con una fachada ordinaria. Dentro, los rebeldes descubrieron un jardín de impresionantes dimensiones conectando las diversas partes de un complejo en el que no faltaba detalle: gimnasio, estatuas de diosas griegas o incluso un bunker de unos 12 metros de profundidad.
También a su hijo Al-Saadi regaló el líder libio una mansión, ésta en primera línea de playa. Junto a ella, un opulento garaje con un Lamborghini, un BMW, un Audi y un Toyota en su interior. En una habitación con pinta de estudio, pilas de catálogos de barcos y coches relucientes, con un post-it sobre un yate de casi 5 millones de euros.
Su hija Aisha no podía ser menos. No muy lejos al oeste de la capital, en Nofleen, los rebeldes encontraron la más excéntrica de las mansiones. En el hall de entrada, tuvieron la oportunidad de fotografiarse posando sobre un sofá completamente recubierto de oro, con la forma de una sirena. Y no era la instantánea más extravagante que iban a tomar en esa casa...
Y mucho se ha escrito ya de la residencia del propio Muammar el Gadafi, el complejo de Bab al-Azizia, que se presupone alzado sobre un entramado kilómetrico de túneles.
Pastiches simbólicos a tutiplén
Empezando por el lugar en que la hija adoptiva de Gadafi, Hanaa, cayó muerta en un bombardeo estadounidense en 1986. El líder mandó levantar allí un santuario con las pertenencias de la fallecida (su cama, sus muebles…) protegidos por urnas de cristal. ¿No es suficientemente raro? Pues resulta que, además, quiso mantenerlos exactamente en el estado que quedaron tras el ataque.
Y terminamos la ruta en la llamada ‘Casa de la Resistencia’, nombre con que Gadafi bautizó a un edificio bombardeado donde, a modo de memorial, mandó colgar del techo varios misiles falsos, aparentando haber sido lanzados por la aviación americana.
Fuente: lainformacion.com
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