Por primera vez las urnas elegirán un presidente que pasa de los cuarenta y cinco. En los partidos no ha habido relevo
En las últimas elecciones europeas López Aguilar llamaba señor Mayor a su contrincante popular Mayor Oreja. La diferencia de edad era evidente y la juventud en política aún era un valor en sí mismo. Por eso Aguilar se permitía hacer juegos de palabras. Pero la crisis también ha acabado con eso.
Los jóvenes ya no parecen sobradamente preparados, sino inexpertos; y los mayores ya no parecen seniles, sino maduros y serenos. En la tormenta se busca refugio y parece que la edad lo ofrece. Por primera vez en la democracia española, el presidente de gobierno elegido en las urnas el próximo 20 de noviembre va a superar los 45 años. Ésa es la edad que tenía Suárez cuando fue elegido democráticamente. 40 tenía Felipe González, 43 José María Aznar y 44 Rodríguez Zapatero. Calvo Sotelo, que fue presidente, no pasó por las urnas.
Orgullosos de ser mayores
Si se ven las fotos de todos los anteriores dirigentes no se les notan canas, ni cansancio en los ojos. Comparados con la cara con la que abandonaron el poder, parecen críos. Rajoy y Rubalcaba, en cambio, tienen ojeras, algunas dobleces en la piel y la barba encanecida porque no esconden las facturas de la edad. Son mayores, orgullosamente mayores.
Es como si la democracia española por fin hubiese alcanzado la madurez y ya no necesitase caras jóvenes para impresionar a los países vecinos o al mirarse en el espejo: durante la Transición los políticos tenían que alejarse lo más posible de la imagen de «los franquistas mayores y de gafas», como explica Juan Carlos Jiménez, director del Instituto de Democracia del CEU. Se requerían jóvenes que estuviesen al tanto de las inquietudes de la calle, que fuesen hombres de su tiempo, rompedores con lo anterior.
Daba igual la experiencia que tuviesen, como Zapatero, que sólo había sido diputado. Era lo que exigía la Transición y esa tendencia se ha mantenido así hasta ahora, cuando España se está enfrentando a una situación que no había vivido y cuando los ciudadanos, los electores, temen la incertidumbre de no saber qué pasará mañana. Una época, además, en la que la profesión de político está bajo el punto de mira y generan desconfianza con sólo abrir la boca.
Solvencia
«Cada etapa exige un liderazgo diferente. Y en la situación en la que estamos, en una democracia ya consolidada y con la actual situación económica, la imagen pública que se pide es la de solvencia y experiencia. Se busca la certidumbre. Es como los grandes directivos o los dueños de las empresas. Son gente con experiencia y de edad», explica Yuri Maragón, asesor de comunicación política. No importa tanto romper con el pasado como dar la impresión de que se sabe cómo afrontar la situación que nos espera durante los próximos meses. Se busca a alguien del que en su currículum se pueda leer que está sobradamente preparado para la gestión de gobierno.
Rajoy y Rubalcaba, más o menos, representan eso. Son dos líderes con una larga y parecida carrera política a sus espaldas, con bagaje en puestos de responsabilidad y experiencia en varios ministerios y, principalmente, en el Ministerio del Interior, un lugar de máxima tensión en el Gobierno de España por la amenaza de ETA.
Para medirse con Rajoy en el partido socialista eligieron a Rubalcaba frente a Carme Chacón, que era una opción más arriesgada: no sólo era joven, sino que además era mujer. Pero por edad y siguiendo la tradición de los gobiernos españoles, hubiese sido su momento. El presidente se va y deja como legado a una persona menor que él, con ideas renovadoras. Sin embargo, esta vez se ha dado el caso de que el sucesor, Rubalcaba, es mayor que a quien releva. Mayor y con una larga historia en los gobiernos socialistas de hace 20 años. Antes sería pasado, ahora es valiosa experiencia. «Pero ahora hay partido», dice Maragón.
Se ha roto una costumbre y una generación, la de Chacón (40 años,) que debía alcanzar el poder, se ha quedado cortada, sin dar el paso que por las circunstancias le tocaba. «Todavía será una generación útil. No se la han saltado porque tiene su papel ahora y puede tenerlo en el futuro», explica Maragón. Para este experto, los 40 años no es la mejor edad para llegar al poder. No se ha acumulado experiencia y es bastante probable que se tengan hijos jóvenes que hagan gastar energía y tiempo a los padres. Son las dos siguientes décadas, entre los 50 y 60 años, cuando la experiencia es un valor y las cargas familiares se habrán diluido porque los hijos se han hecho mayores. «Hay puestos para los que a determinada edad no se está hecho», cuenta el profesor Jiménez: «Los sesenta es una edad ideal para gobernar porque se tiene experiencia profesional y política. Es una edad de sosiego, en el que ya se sabe que las acciones tienen consecuencias». «Antes– añade Maragón– se pensaba que con 50 años un político estaba amortizado y no podía aportar más».
La crisis ha obligado a la sociedad española, y a los políticos, a cambiar de perspectiva. Cuando López Aguilar bromeaba con el apellido de Mayor Oreja, a éste no se le ocurría responder como sí lo hizo Reagan cuando un contrincante demócrata le echó en cara su edad: el veterano político estadounidense lo escuchó sin inmutarse y con todo el peso de sus años le contestó: «Yo no piensa utilizar su inexperiencia como baza electoral».
Habitual en otros países
Lo que es tan raro en España es habitual en otros países, donde la edad de los presidentes varía sin que a nadie llame la atención. Lo normal es que juventud y madurez se turnen en el poder y que los votantes no tengan en cuenta el año en que nació el candidato. Aunque no siempre es así.
McCain contra Obama
Barack Obama sí que supo aprovechar su diferencia de edad con su contrincante republicano para ganarle en las elecciones. Por su edad y por sus ideas, el actual presidente de Estados Unidos consiguió relacionar al republicano con el peor legado de Bush y con un modo trasnochado de hacer política.
Angela Merkel
La canciller alemana llegó al poder con 51 años y ahora gobierna Alemania y rige el destino de Europa con 57. En el país germano, la experiencia siempre ha estado bien considerada. Kohl llegó al poder con 52 años y con él comenzó la construcción del futuro de Europa.
Margaret Thatcher
Con 54 años llegó al poder Margaret Thatcher en Reino Unido y lo abandonó con 75. La edad no supuso un problema para gobernar con mano de hierro y tomar decisiones más que polémicas. David Cameron, actual primer ministro, tiene 44 años.
Mitterrand
Con 65 años alcanzó Francois Mitterrand al poder, un ejemplo claro de que quizá es mejor llegar maduro para poder convertirte en un mito político. Su sucesor al frente de la República fue Jacques Chirac, que llegó al cargo con 63 años. Con Sarkozy se produce un cambio generacional. El actual presidente fue elegido con 42 años.
Fuente: LA RAZÓN.es
Orgullosos de ser mayores
Si se ven las fotos de todos los anteriores dirigentes no se les notan canas, ni cansancio en los ojos. Comparados con la cara con la que abandonaron el poder, parecen críos. Rajoy y Rubalcaba, en cambio, tienen ojeras, algunas dobleces en la piel y la barba encanecida porque no esconden las facturas de la edad. Son mayores, orgullosamente mayores.
Es como si la democracia española por fin hubiese alcanzado la madurez y ya no necesitase caras jóvenes para impresionar a los países vecinos o al mirarse en el espejo: durante la Transición los políticos tenían que alejarse lo más posible de la imagen de «los franquistas mayores y de gafas», como explica Juan Carlos Jiménez, director del Instituto de Democracia del CEU. Se requerían jóvenes que estuviesen al tanto de las inquietudes de la calle, que fuesen hombres de su tiempo, rompedores con lo anterior.
Daba igual la experiencia que tuviesen, como Zapatero, que sólo había sido diputado. Era lo que exigía la Transición y esa tendencia se ha mantenido así hasta ahora, cuando España se está enfrentando a una situación que no había vivido y cuando los ciudadanos, los electores, temen la incertidumbre de no saber qué pasará mañana. Una época, además, en la que la profesión de político está bajo el punto de mira y generan desconfianza con sólo abrir la boca.
Solvencia
«Cada etapa exige un liderazgo diferente. Y en la situación en la que estamos, en una democracia ya consolidada y con la actual situación económica, la imagen pública que se pide es la de solvencia y experiencia. Se busca la certidumbre. Es como los grandes directivos o los dueños de las empresas. Son gente con experiencia y de edad», explica Yuri Maragón, asesor de comunicación política. No importa tanto romper con el pasado como dar la impresión de que se sabe cómo afrontar la situación que nos espera durante los próximos meses. Se busca a alguien del que en su currículum se pueda leer que está sobradamente preparado para la gestión de gobierno.
Rajoy y Rubalcaba, más o menos, representan eso. Son dos líderes con una larga y parecida carrera política a sus espaldas, con bagaje en puestos de responsabilidad y experiencia en varios ministerios y, principalmente, en el Ministerio del Interior, un lugar de máxima tensión en el Gobierno de España por la amenaza de ETA.
Para medirse con Rajoy en el partido socialista eligieron a Rubalcaba frente a Carme Chacón, que era una opción más arriesgada: no sólo era joven, sino que además era mujer. Pero por edad y siguiendo la tradición de los gobiernos españoles, hubiese sido su momento. El presidente se va y deja como legado a una persona menor que él, con ideas renovadoras. Sin embargo, esta vez se ha dado el caso de que el sucesor, Rubalcaba, es mayor que a quien releva. Mayor y con una larga historia en los gobiernos socialistas de hace 20 años. Antes sería pasado, ahora es valiosa experiencia. «Pero ahora hay partido», dice Maragón.
Se ha roto una costumbre y una generación, la de Chacón (40 años,) que debía alcanzar el poder, se ha quedado cortada, sin dar el paso que por las circunstancias le tocaba. «Todavía será una generación útil. No se la han saltado porque tiene su papel ahora y puede tenerlo en el futuro», explica Maragón. Para este experto, los 40 años no es la mejor edad para llegar al poder. No se ha acumulado experiencia y es bastante probable que se tengan hijos jóvenes que hagan gastar energía y tiempo a los padres. Son las dos siguientes décadas, entre los 50 y 60 años, cuando la experiencia es un valor y las cargas familiares se habrán diluido porque los hijos se han hecho mayores. «Hay puestos para los que a determinada edad no se está hecho», cuenta el profesor Jiménez: «Los sesenta es una edad ideal para gobernar porque se tiene experiencia profesional y política. Es una edad de sosiego, en el que ya se sabe que las acciones tienen consecuencias». «Antes– añade Maragón– se pensaba que con 50 años un político estaba amortizado y no podía aportar más».
La crisis ha obligado a la sociedad española, y a los políticos, a cambiar de perspectiva. Cuando López Aguilar bromeaba con el apellido de Mayor Oreja, a éste no se le ocurría responder como sí lo hizo Reagan cuando un contrincante demócrata le echó en cara su edad: el veterano político estadounidense lo escuchó sin inmutarse y con todo el peso de sus años le contestó: «Yo no piensa utilizar su inexperiencia como baza electoral».
Habitual en otros países
Lo que es tan raro en España es habitual en otros países, donde la edad de los presidentes varía sin que a nadie llame la atención. Lo normal es que juventud y madurez se turnen en el poder y que los votantes no tengan en cuenta el año en que nació el candidato. Aunque no siempre es así.
McCain contra Obama
Barack Obama sí que supo aprovechar su diferencia de edad con su contrincante republicano para ganarle en las elecciones. Por su edad y por sus ideas, el actual presidente de Estados Unidos consiguió relacionar al republicano con el peor legado de Bush y con un modo trasnochado de hacer política.
Angela Merkel
La canciller alemana llegó al poder con 51 años y ahora gobierna Alemania y rige el destino de Europa con 57. En el país germano, la experiencia siempre ha estado bien considerada. Kohl llegó al poder con 52 años y con él comenzó la construcción del futuro de Europa.
Margaret Thatcher
Con 54 años llegó al poder Margaret Thatcher en Reino Unido y lo abandonó con 75. La edad no supuso un problema para gobernar con mano de hierro y tomar decisiones más que polémicas. David Cameron, actual primer ministro, tiene 44 años.
Mitterrand
Con 65 años alcanzó Francois Mitterrand al poder, un ejemplo claro de que quizá es mejor llegar maduro para poder convertirte en un mito político. Su sucesor al frente de la República fue Jacques Chirac, que llegó al cargo con 63 años. Con Sarkozy se produce un cambio generacional. El actual presidente fue elegido con 42 años.
Fuente: LA RAZÓN.es
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