La urbe angelina ha privilegiado al automóvil sobre el transporte público
- Por Isaías Alvarado |
- 2011-07-31
Casi en cualquier momento, pero sobre todo en las ‘horas pico’, las autopistas de Los Ángeles lucen saturadas. Ciro Cesar/La Opinión |
En 1934 se viajaba de Boyle Heights al centro de Los Ángeles en autobuses de pesada carrocería que, con enormes letras, indicaban sus rutas de viaje. "No nos hacía falta el transporte", recuerda Helen Cota, entonces una niña inquieta que solía abordar las líneas F, C y R.
Con el aumento demográfico y del sistema de transporte público se recurrió a los números para distinguir destinos y trayectos de miles de buses. Pero en esa evolución, el 95% de los angelinos dejó de memorizar dichos dígitos para aprenderse los de las carreteras. Actualmente más residentes saben el trayecto de la Interestatal 10 que el de la línea 10 de buses, en Montebello.
Cota, que a sus 86 años continúa siendo una pasajera frecuente, tiene una explicación para este cambio: "Quizás por la independencia que les ofrece el coche o por la flojera de no esperar los buses".
En esta región, de acuerdo con el último cálculo de la Asociación Americana del Transporte Público (APTA), los automovilistas dejarían de gastar hasta 10,700 dólares al año si deciden viajar en autobuses y trenes. La cifra, que considera costo del combustible, mantenimiento del coche, cuota de estacionamiento y póliza de seguro, ha colocado a Los Ángeles como la octava ciudad donde se verían más ahorros.
Por ejemplo, un viaje redondo en los trenes de la agencia Metrolink, de Riverside al centro de Los Ángeles, cuesta 23 dólares, tres veces menos si se recorre el mismo trayecto en vehículo. El calculador del Club de Automovilistas (AAA) dice que se pagarían 66 dólares.
Y en autobús, desde La Mirada, unas 24 millas de extensión, el costo es de un dólar; mientras que en auto sería de 13 dólares, según la misma fuente.
Otra ventaja a considerar en ciertos trayectos es el tiempo. Los viajes exprés de Metrolink, de San Bernardino a la central de trenes Union Station, apenas toman una hora, un tiempo imposible de igualar en los períodos de más tráfico en las tres carreteras que conectan ambas zonas (10, 60 y 210).
"Muchos angelinos desconocen que las opciones de transporte están ahí", expresó Sherita Coffelt, vocera de Metrolink, una agencia que durante el cierre de la autopista 405, que sacó de las carreteras a miles de coches, registró la mayor cantidad de abordajes en sus 19 años de historia.
Un día después de la apertura de la 405, sin embargo, Los Ángeles reclamó el título de la metrópoli con peor movilidad de Estados Unidos.
La hipótesis de Bart Reed, director de la Coalición de Tránsito, es que el sistema de transporte colectivo aún es limitado y, pese al tráfico, es posible llegar más rápido a la casa, los centros de trabajo o la escuela a través de las autopistas.
"Los Ángeles es muy amplio, tenemos transporte colectivo, pero ciertas áreas no están cubiertas y abordar el autobús llevaría muchas horas de viaje", dijo a La Opinión.
Cifras de la Agencia Metropolitana de Transporte (Metro) exponen que en junio, cuando el galón de gasolina rondaba los 4 dólares, hubo un ligero descenso en la cantidad de abordajes en sus rutas de trenes y autobuses, en comparación con el mismo mes de 2010 y 2009. En total, se registraron 39 millones de abordajes.
"En estos días en que la economía está mal, la gente tiene que buscar cómo cuidar más su dinero; este es el momento para decirles que hay otras alternativas además de manejar el coche", comentó Aurora Jackson, directora de la agencia Montebello Bus Lines, que sirve a 14 ciudades del este del condado.
La entidad municipal, que esta semana cumple 80 años de servicio, se ha enfocado en la imagen de sus unidades y sus estaciones para retener a sus usuarios, pero también para atraer nuevos.
"Los autobuses están limpios para darle a la gente dignidad. La percepción es que dentro de estos ocurren crímenes, pero no es así", dijo.
Ahí, en Montebello, Pablo Molina salió de la carretera 60 para llenar el tanque de gasolina de su camioneta utilitaria (SUV). "Ya bajó un poco el precio del galón, pero seguimos pagando mucho", dijo.
¿Y por qué no empieza a usar el autobús?, se le pregunta.
"Estamos pobres, pero no tanto", respondió con un tono serio.
Fuente: impre.com
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