Aunque el examen que ofrece la compañía Life Length no puede determinar exactamente el tiempo de vida que le queda a una persona, sí puede calcular el ritmo de envejecimiento.
La compañía Life Length, en asocio con el Centro Nacional de investigaciones Oncológicas de España (CNIO), está ofreciendo al público un examen para conocer la edad biológica y el ritmo de envejecimiento de cada persona. Esta es la primera vez que un examen de este tipo se realiza de manera comercial, lo que ha generado polémica por las repercusiones que podría tener.
Desde que se está aplicando el test, cerca de 500 personas se lo han realizado. Y aunque la prueba tiene un costo de 500 euros, la mayoría de los que ya se la hicieron no han tenido que pagarla, pues la compañía necesita tener una muestra considerable sobre la cual basar su investigación y por eso la ha estado practicando de manera gratuita.
El examen consiste en medir los telómeros que protegen a los cromosomas en el proceso de división de las células. En cada división los telómeros se acortan, y cuando se alcanza un punto crítico, la célula deja de dividirse. Para los científicos, esto es lo que pasa durante el envejecimiento.
La directora del CNIO y cofundadora de Life Length, María Blasco, asegura que “sabemos que las personas con los telómeros más cortos tienen más riesgo de padecer determinadas enfermedades”. Por eso, aunque el examen no puede determinar el tiempo exacto que le queda a una persona, sí puede establecer cuál es su edad biológica comparada con su edad cronológica.
La prueba no ha estado exenta de críticas, pues si bien se considera un avance científico importante, abre una brecha inmensa en el campo de la ética. Uno de los puntos que más preocupa es el papel que podría jugar este examen en las decisiones que tomen las compañías que ofrecen pólizas de seguros de vida o cobertura médica.
De cualquier forma, el examen ha despertado tanto interés que la compañía tiene peticiones para realizar al menos 1.000 pruebas en más de 40 países, y no las ha podido llevar a cabo porque el laboratorio está al límite. Y es que como le dijo el científico Jerry Shay al diario británico The Independent, “las personas simplemente son muy curiosas sobre su propia mortalidad. Si usted le pregunta a la gente qué es lo que más le preocupa, la mayoría le responde que le teme a morir”.
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