Lunes, 15 de agosto de 2011
Carlos Chiclana
Tendré mucho cuidado si me cruzo con asistentes a las JMJ. Son entusiastas, pueden hacerme sentir que necesito un cambio. A pesar de sus dudas e inseguridades también tienen firmes convicciones
Me encontré por Huelva con un grupo de franceses que iban a las JMJ. De no ser porque el cura que les acompañaba llevaba alzacuellos casi no se les reconocía: piercings, rastas, camisetas curiosas…
Los que acuden a Madrid estos días tienen los mismos problemas que los jóvenes no católicos: precariedad laboral, problemas familiares, difícil acceso a la vivienda, sexualidad precoz y sin educar…
Alguno se extraña de que hayan delegado estos días el poder levantar la excomunión a las personas que hayan participado en un aborto y estén arrepentidas. Algunos creían que los que van a las JMJ son una especie rara de angelitos sin problemas del siglo XXI. Pero no, son tipos y tipas normales de la calle, de carne y hueso.
Además de la carne y el hueso también perciben que tienen espíritu y viven una religión que no se rige por unas personas, leyes, instituciones o sistemas, sino que siguen a una Persona que habla de Amor. ¡Creen en Dios! ¡Pero estos jóvenes están locos!
Espiritualidad, creer en Dios, optimismo ¿remedios para la crisis mundial o refugios para cobardes?
Estos loquillos incorporan la dimensión espiritual en su vida en pleno siglo XXI cuando ya se ha “demostrado” que las personas con un cociente intelectual más alto creen menos en Dios. Quizá es que estos jóvenes saben más y son capaces de enriquecer la inteligencia racional y emocional con la inteligencia espiritual.
Un estudio del University of Michigan Health System concluye que participar en retiros espirituales puede ayudar a los pacientes con problemas graves de corazón a sentirse menos deprimidos y más esperanzados sobre el futuro. Durante cuatro días un grupo practicó meditación, visualización guiada, escritura de un diario y otras actividades similares, frente a otros dos grupos: uno que recibió cuidados cardíacos estándar y otro que participó en un programa de cambios en el estilo de vida basados en la nutrición, el ejercicio y el manejo del estrés. El primero fue el que más mejoró. Parece que la espiritualidad empieza a ser tangible.
Un análisis superficial de los grupos de jóvenes que estas semanas son noticia, me hace sospechar que el de las JMJ va a ser el que mejor salud mental desarrolle. Quizá parecen unos ingenuos reprimidos, blandengues que se someten a las creencias irracionales de raíces primitivas y atávicas, inadaptados al desarrollo evolutivo de la sociedad moderna que no precisa de dioses (con permiso de poder, sexo y dinero, claro).
Los tres grupos sociales que copan las noticias estos días son rebeldes, luchan contra adversidades y reciben insultos, amenazas y desprecios. Por las caras que se ven en las fotos y las conductas que desarrollan, los de la JMJ parecen más felices y serenos, menos violentos y agresivos, aunque han tenido que currárselo bastante para llegar hasta Madrid.
Según el estudio 'La felicidad y la percepción de la salud', realizado por el Instituto Coca-Cola de la Felicidad y la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), las personas que se sienten más contentas y positivas son menos propensas a desarrollar determinadas enfermedades, como depresión, estrés, insomnio, anorexia o alteraciones de colesterol.
Los de la JMJ parecen más optimistas. ¿Será porque cultivan la espiritualidad, porque creen en Dios, porque pertenecen a un grupo que les acoge y respeta? Según el estudio de la UCM las personas optimistas y con capacidad de dar sentido a la vida no ven reducida su felicidad ante la desgracia.
Cada peregrino tiene su historia y en vez de afrontar sus problemas y los de la sociedad echando la culpa a otros (políticos, instituciones, leyes, sistemas…) o pillando TV de plasma por el morro, añaden a su lucha la responsabilidad personal para cambiar ellos primero, tienen más recursos para adaptarse (¡Indígnate! Indígnate y ama) además de apoyarse en Dios.
Investigadores del McLean Hospital (Universidad de Harvard) concluyen que las personas que confían y creen en un Dios benevolente, tienden a preocuparse menos y a ser más tolerantes con las incertidumbres de la vida que las que creen en un Dios indiferente o autoritario.
Según los autores del estudio los profesionales deberíamos preguntar a nuestros pacientes acerca de sus creencias espirituales, ya que al conocer en qué creen podríamos ayudarles mejor. Esta es una línea de investigación que promueve la Asociación Mundial de Psiquiatría y de la que ya se trató aquí (¿Quién amuralla la fe?)
Tendré mucho cuidado si me cruuzo con asistentes a las JMJ. Son entusiastas, pueden hacerme sentir que necesito un cambio. A pesar de sus dudas e inseguridades también tienen firmes convicciones que tambaleen el sistema de mi castillo de naipes. Pueden pedirme generosidad y hacer notar que mi solidaridad no es suficiente. Me harán ver más allá de mis narices y quizá trascienda y me encuentre necesitado de otros (o de Otro).
Los que acuden a Madrid estos días tienen los mismos problemas que los jóvenes no católicos: precariedad laboral, problemas familiares, difícil acceso a la vivienda, sexualidad precoz y sin educar…
Alguno se extraña de que hayan delegado estos días el poder levantar la excomunión a las personas que hayan participado en un aborto y estén arrepentidas. Algunos creían que los que van a las JMJ son una especie rara de angelitos sin problemas del siglo XXI. Pero no, son tipos y tipas normales de la calle, de carne y hueso.
Además de la carne y el hueso también perciben que tienen espíritu y viven una religión que no se rige por unas personas, leyes, instituciones o sistemas, sino que siguen a una Persona que habla de Amor. ¡Creen en Dios! ¡Pero estos jóvenes están locos!
Espiritualidad, creer en Dios, optimismo ¿remedios para la crisis mundial o refugios para cobardes?
Estos loquillos incorporan la dimensión espiritual en su vida en pleno siglo XXI cuando ya se ha “demostrado” que las personas con un cociente intelectual más alto creen menos en Dios. Quizá es que estos jóvenes saben más y son capaces de enriquecer la inteligencia racional y emocional con la inteligencia espiritual.
Un estudio del University of Michigan Health System concluye que participar en retiros espirituales puede ayudar a los pacientes con problemas graves de corazón a sentirse menos deprimidos y más esperanzados sobre el futuro. Durante cuatro días un grupo practicó meditación, visualización guiada, escritura de un diario y otras actividades similares, frente a otros dos grupos: uno que recibió cuidados cardíacos estándar y otro que participó en un programa de cambios en el estilo de vida basados en la nutrición, el ejercicio y el manejo del estrés. El primero fue el que más mejoró. Parece que la espiritualidad empieza a ser tangible.
Un análisis superficial de los grupos de jóvenes que estas semanas son noticia, me hace sospechar que el de las JMJ va a ser el que mejor salud mental desarrolle. Quizá parecen unos ingenuos reprimidos, blandengues que se someten a las creencias irracionales de raíces primitivas y atávicas, inadaptados al desarrollo evolutivo de la sociedad moderna que no precisa de dioses (con permiso de poder, sexo y dinero, claro).
Los tres grupos sociales que copan las noticias estos días son rebeldes, luchan contra adversidades y reciben insultos, amenazas y desprecios. Por las caras que se ven en las fotos y las conductas que desarrollan, los de la JMJ parecen más felices y serenos, menos violentos y agresivos, aunque han tenido que currárselo bastante para llegar hasta Madrid.
Según el estudio 'La felicidad y la percepción de la salud', realizado por el Instituto Coca-Cola de la Felicidad y la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), las personas que se sienten más contentas y positivas son menos propensas a desarrollar determinadas enfermedades, como depresión, estrés, insomnio, anorexia o alteraciones de colesterol.
Los de la JMJ parecen más optimistas. ¿Será porque cultivan la espiritualidad, porque creen en Dios, porque pertenecen a un grupo que les acoge y respeta? Según el estudio de la UCM las personas optimistas y con capacidad de dar sentido a la vida no ven reducida su felicidad ante la desgracia.
Cada peregrino tiene su historia y en vez de afrontar sus problemas y los de la sociedad echando la culpa a otros (políticos, instituciones, leyes, sistemas…) o pillando TV de plasma por el morro, añaden a su lucha la responsabilidad personal para cambiar ellos primero, tienen más recursos para adaptarse (¡Indígnate! Indígnate y ama) además de apoyarse en Dios.
Investigadores del McLean Hospital (Universidad de Harvard) concluyen que las personas que confían y creen en un Dios benevolente, tienden a preocuparse menos y a ser más tolerantes con las incertidumbres de la vida que las que creen en un Dios indiferente o autoritario.
Según los autores del estudio los profesionales deberíamos preguntar a nuestros pacientes acerca de sus creencias espirituales, ya que al conocer en qué creen podríamos ayudarles mejor. Esta es una línea de investigación que promueve la Asociación Mundial de Psiquiatría y de la que ya se trató aquí (¿Quién amuralla la fe?)
Tendré mucho cuidado si me cruuzo con asistentes a las JMJ. Son entusiastas, pueden hacerme sentir que necesito un cambio. A pesar de sus dudas e inseguridades también tienen firmes convicciones que tambaleen el sistema de mi castillo de naipes. Pueden pedirme generosidad y hacer notar que mi solidaridad no es suficiente. Me harán ver más allá de mis narices y quizá trascienda y me encuentre necesitado de otros (o de Otro).
Carlos Chiclana es médico psiquiatra (www.doctorcarloschiclana.com).
Fuente: EL CONFIDENCIAL DIGITAL.com
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